12.10.19

Dominique Gonzalez-Foerster "Seis habitaciones para Enrique Vila-Matas"

Los libros de Enrique Vila-Matas habitan la frontera entre la ficción y la no ficción: están escritos de una manera que hace pensar que nada en ellos es invención.Antes de comenzar a escribir novelas, Vila-Matas publicó entrevistas y artículos en una revista de cine, muchas de ellas fabricadas. Si debía entrevistar a un cineasta determinado pero no lograba concertar la cita, acababa inventándolo todo. En sus textos también hay referencias a encuentros con figuras históricas como Marcel Duchamp o Marguerite Duras; aunque el narrador se encuentra con estos personajes, la forma de comportarse o de hablar con ellos es muy específica en ambos casos y no es lo que uno esperaría.
Alguna vez que conversé con Vila-Matas en un bar de Barcelona le pregunté si había visto la película de Fritz Lang Secreto tras la puerta. Vila-Matas respondió: “No, nunca he visto la película, pero me encontré con Fritz Lang una vez”. Dijo que fue en el Festival de Cine de San Sebastián —comentó algo acerca de chocar con Lang en el baño de hombres—. Para mí fue difícil en ese momento saber si era una experiencia verdadera o una ficción que había inventado en el acto.

En la escritura de Vila-Matas hay muchos elementos que hacen convincente a la ficción, al igual que en la obra de W. G. Sebald, que a menudo insertaba imágenes en sus novelas como verificadores de la realidad: lo que se asume como ficción puede ser real, pero uno no está absolutamente seguro de que sea así, porque la única fuente que se tiene es el texto del autor. En el caso de Vila-Matas, todos los nombres que aparecen —de escritores y calles— atraen a los lectores a una zona de confort en el sentido de que gran parte de ellos es real.

II. Dublinesca

Dublinesca trata de un editor que ha decidido retirarse del negocio. Hay un momento en la novela en el que el editor dice que una de sus experiencias de lectura más interesantes fue la de un libro del escritor austriaco Peter Handke, en la que el director de cine estadounidense John Ford es uno de los personajes. El editor recuerda una escena en la que los protagonistas están hablando y de repente John Ford se acerca y empieza a conversar con ellos. El editor dice que la inserción de la persona real en la ficción fue impactante.

En el periodo en que nos conocimos, Vila-Matas comenzó y terminó Dublinesca. Observé el proceso de escritura del libro, o, mejor dicho, tuve la oportunidad de seguir parte del proceso. Yo sabía, por ejemplo, que si Vila-Matas decide dar una conferencia en algún lugar, luego puede incorporar esa experiencia en su siguiente libro. Pero lo que he experimentado de primera mano es que hay un constante ir y venir entre las cosas que Vila-Matas tiene previsto hacer en la vida real y aquellas que planea escribir en sus novelas, o incluso cosas que él planea hacer pero no hace, e incluye en sus novelas.

Cuando le pedí que escribiera un ensayo para el catálogo de mi exposición TH.2058 en la Sala de Turbinas de la galería Tate Modern en 2008, lo hice vía correo electrónico —el envío se convirtió en parte de Dublinesca. El editor, que es Vila-Matas, recibe un mensaje de “Dominique”. En el correo electrónico describo la importancia de la lluvia con el concepto de la exposición y su estado de ánimo apocalíptico. En la novela este correo electrónico se relaciona con el estado de ánimo del editor; la lluvia cae sin cesar a lo largo de Dublinesca, al igual que lo hace en el escenario que preví para mi exposición.

Sin embargo, el libro no es un diario, lo cual podría calificarse de pasivo en relación con lo que escribe Vila-Matas. Esto es más un caso extremo de la escritura que influye en la vida y de la vida que influye en la escritura.

III. Viajes por el Scriptorium

Escribir una historia a través de referencias a los acontecimientos que ocurren en la propia vida, o escribir sucesos en la propia vida para que se conviertan en una historia, sólo sería marginalmente interesante si no estuviera relacionado con un profundo conocimiento de la literatura. En Vila-Matas este cambio entre su propia vida y el mundo de sus relatos siempre se combina con su exploración de la biblioteca gigante en la que el mundo se ha convertido. Dublinesca se centra en James Joyce, mientras que París no se acaba nunca se enfoca en Marguerite Duras, así como en Jorge Luis Borges y algunos otros escritores.

Otro protagonista de Dublinesca es Paul Auster. Hay un episodio en el que el editor visita a Auster en su casa, que me trajo recuerdos de la década de 1980 cuando fui fuertemente influida por el escritor estadounidense —hice una obra basada en sus textos— por lo que ahora es interesante ver cómo estos dos autores se conectan.

Auster ha entrado en una fase difícil. Viajes por el Scriptorium de alguna manera ha logrado relacionarse con sus escritos y personajes anteriores en una especie de bucle de retroalimentación. Lo que me impresiona de Vila-Matas es que también está en un bucle, pero productivo. Tengo la sensación de que está escribiendo un libro, que todos sus libros son parte de una obra maestra, a pesar de que los volúmenes pueden existir independientemente uno del otro en términos de tema, como es el caso de Bartleby y compañía, sobre los escritores que dejan de escribir, y Doctor Pasavento, que trata de un lector obsesionado.

Vila-Matas me ha reconectado con la literatura. Él es como un curador de museo, y por eso creo que el editor de Dublinesca es un personaje tan importante, y dice mucho de él. Cuando Vila-Matas escribe sobre Sebald, Auster, Roberto Bolaño o Franz Kafka, a uno realmente se le antoja leer a estos autores. Del mismo modo, el enfoque de la escritura de Sebald es paralelo a la forma en que muchos artistas visuales trabajan: es un tipo de investigación no científica, que vincula una pieza de arquitectura y una pieza de música, una investigación intuitiva del mundo que da lugar a conclusiones extrañas. A veces no es tan fácil entender el proceso artístico, qué tanto trata de recopilar información y metabolizarla más allá de lo académico; es como el caso de los locos que inventan máquinas que no funcionan.

IV. Dublinesca revisitada: La Galaxia Gutenberg

En lo que concierne a las obras de Vila-Matas, Sebald o incluso Borges, se puede ver que hay una veta literaria que se relaciona profundamente con la forma en que Internet funciona en la actualidad. Existe una serie de artículos sobre Borges que dice que él fue realmente quien previó esta circulación general de información: el mundo como una biblioteca.

Esto es algo que surge en Dublinesca, cuando el editor —enfrentado a nuestra relación cambiante con la palabra impresa—  contempla hacer un réquiem por el final de la Galaxia Gutenberg. No estoy segura si éste es un término que Vila-Matas encontró en alguna parte o si lo inventó él mismo, pero en este caso “Gutenberg” se refiere por supuesto al primer impresor y “galaxia” se refiere a la era de la imprenta. Otro tema que surge es la idea de los hikikomori, entendida como el solitario aficionado a la tecnología que accede a la sociedad virtual, un personaje que viaja sólo en los confines de su habitación. En el libro, el editor se convierte en una especie de hikikomori, y en los últimos dos años he escuchado a Vila-Matas utilizando esta palabra con frecuencia. Dublinesca es el primer libro de Vila-Matas en el que es muy consciente de los nuevos medios de comunicación —Internet, blogs, mensajes de correo electrónico— y creo que se debe en parte al hecho de que Vila-Matas ha desarrollado su sitio web como una empresa paralela a sus novelas.

Así que la idea —ya presente en obras como Bartleby y compañía y El mal de Montano— de que Vila-Matas está investigando la literatura en una encrucijada es más evidente que nunca. Debo decir que cuando leo sus libros siempre me pregunto cuál sería la experiencia para alguien que no tiene ningún interés en la literatura. Imagino que es similar a visitar un país extranjero en el que uno no puede relacionarse con nada. Lo que queda claro es que resulta un proceso sin fin: uno lee algo y lo cita y luego pasa a otra persona; es una cadena que nunca se detiene. Vila-Matas crea un paisaje de significados y encuentros, una estética que recuerda a John Cage. Hay una parte basada en el azar, pero al mismo tiempo todo queda unido.

El descubrimiento del editor en Dublinesca, de que se ha convertido en su catálogo de escritores, una amalgama de todos los escritores con los que ha trabajado, es, en última instancia, una refutación de la noción cerrada y rígida de la identidad que se ha vinculado con el concepto de autor. Esta multiplicidad es algo que Borges ya había identificado hace muchos años, pero se vuelve aún más relevante en el contexto cibernético.

V. París no se acaba nunca

Durante mucho tiempo conocí a Vila-Matas sólo de nombre, pero nunca había leído ninguno de sus libros, pensando que no me interesarían. Entonces un día comencé a leerlo y me sorprendí al descubrir que no era en absoluto lo que había supuesto. El primer libro que leí fue París no se acaba nunca, que evoca París era una fiesta de Ernest Hemingway.

En este libro Vila-Matas es joven y se traslada a París para convertirse en escritor, rentando por casualidad una habitación a Marguerite Duras, quien lo aconseja. Entre las personas que conoce está el escritor y cineasta argentino Edgardo Cozarinsky, que yo misma había conocido unos años antes de leer el libro. Vila-Matas y Cozarinsky se reúnen en una sala de proyecciones cinematográficas, donde Cozarinsky le presenta a Vila-Matas los escritos de Borges sobre cine; luego Vila-Matas va en busca de Borges en París.

En 2007 fui invitada por Hans Ulrich Obrist a participar en la exposición colectiva Everstill/Siempretodavía, celebrada en Granada, en la antigua casa del poeta Federico García Lorca, y le sugerí que invitáramos a Vila-Matas para dar una conferencia en el marco de la exposición. El día que llegué a Granada por casualidad me registré al mismo tiempo que Vila-Matas: ambos fuimos muy reservados. Al día siguiente, ambos realizamos una larga entrevista con Obrist. Y desde entonces hemos seguido encontrándonos,  ya que Vila-Matas visita París a menudo.

En 2008 invité a Vila-Matas a León para que asistiera a una exposición que yo tenía en el MUSAC, Nocturama, y él dictó una conferencia sobre Georges Perec, en tanto que yo realicé una nueva instalación de una alfombra de lectura, Tapis de lecture (Enrique Vila-Matas), que fue acerca de Vila-Matas, sus libros y los libros detrás de sus libros. Más tarde, ese mismo año, le pedí un ensayo para el catálogo de mi exposición en la Sala de Turbinas de la Tate Modern. Cuando hablamos, yo lo hago en francés y él en español. Así que cuando le escribí acerca de la muestra en la Tate esbocé el concepto de la exposición, que giraba en torno a la importancia de las citas en el contexto del fin del mundo.

En su respuesta, Vila-Matas se mostró muy entusiasmado con el concepto, y, básicamente, repitió lo que yo había escrito acerca de las citas en el contexto del fin del mundo, pero de una manera ligeramente diferente. Su respuesta me emocionó y le escribí que era exactamente lo que yo había querido expresar sobre la exposición. Me tomó un día o dos darme cuenta de que simplemente había traducido mis ideas al español.

Esas situaciones ocurren una y otra vez. Podemos tener un periodo sin escribirnos y de repente sé de él, como cuando, de la nada, recibí un mensaje de texto suyo desde la estación central de trenes de Amberes, la misma ??que ocupa un lugar destacado al comienzo de Austerlitz de Sebald.


VI. Vértigo

Mis instalaciones más tempranas, las “chambres/rooms”, fueron adaptadas de novelas y constituyeron un intento de crear narraciones sin texto. Cuando empecé las “habitaciones” leía novelas policiacas, como las de David Goodis: una de mis primeras instalaciones se basó en un libro del novelista estadounidense. Tuve la idea de la pista como correspondencia entre un objeto y un sistema lingüístico, una especie de doble articulación. Imaginaba las instalaciones como textos tridimensionales en los que los visitantes podían plantear sus propias conexiones entre diferentes elementos.

Aunque nunca me ha tentado adaptar cinematográficamente un libro, la literatura fue fundamental para el trabajo que realicé para la Bienal de Venecia en 2009, De Novo. En el filme hay una escena en la que viajo en el vaporetto y lanzo un libro al agua. Cuando mi hija vio la película estaba terriblemente preocupada porque nunca podríamos recuperar el libro. Me preguntó si había escrito mi nombre en el volumen. Le dije que no. Entonces me preguntó de qué libro se trataba. Le respondí que era Vértigo, de Sebald. Hizo una pausa antes de decir: “Si se trata de Vértigo, entonces está bien”.

Hasta ese punto la acción con el libro fue bastante provocadora, no fue fácil de realizar. Por supuesto que me encantan los libros, siempre han sido material esencial de construcción en mi trabajo, y toda exposición que hago podría reducirse a diez o veinte títulos. Al mismo tiempo soy una especie de escritora fracasada, y por mucho que me encantan los libros hay una tensión: siempre ha sido un misterio para mí cómo se escribe la ficción, cómo empezar, qué escribir. ~

Traducción del inglés de Alejandro García Abreu

Este texto surgió de un diálogo sostenido en Tokio entre la autora y la revista ART iT.
Nexos, número 426, junio de 2013.


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