“Pero incluso a este respecto sigo siendo, por ahora, un enigma para mí mismo. Acaso en mi interior resida un ser vulgar, totalmente vulgar. O tal vez por mis venas corra sangre azul. No lo sé. Pero de algo estoy seguro: el día de mañana seré un encantador cero a la izquierda, redondo como una bola. De viejo me veré obligado a servir a jóvenes palurdos jactanciosos y maleducados, o bien pediré limosna, o sucumbiré.” Estas palabras y esta declaración de principios están en uno de los párrafos iniciales de Jakob von Gunten, novela de Robert Walser, quien la escribió en 1909 en Berlín.
El libro es el diario que el alumno Jakob comienza a escribir luego de su ingreso al Instituto Benjamenta, misteriosa escuela de varones donde les inculcan paciencia y obediencia, pobreza y dependencia absolutas, humildad y seriedad.
“Esto que hacemos nosotros, los alumnos, lo hacemos porque es nuestro deber, aunque ninguno sepa a ciencia cierta por qué habría de serlo. Obedecemos sin pensar en lo que un día pueda resultar de toda esta obediencia irreflexiva, y hacemos cosas sin preguntarnos si es justo y lícito que nos obliguen a trabajar.”
El director del instituto es el señor Benjamenta y vive allí con su hermana Lisa.
Jakob entablará relación con sus compañeros Kraus, Schacht, Schilinski, Fuchs, Peter y Heinrich, el más joven y pequeño y de esos vínculos dará su testimonio.
“Desde pequeño, la naturaleza me ha parecido algo lejano y celestial, por eso puedo prescindir de ella. ¿Acaso no hay que prescindir también de Dios? Estoy acostumbrado a saber que la bondad, la pureza y la grandeza se hallan ocultas en algún lugar, entre la niebla, y las adoro y venero en voz muy baja, en medio de un silencio absoluto con un fervor totalmente frío y espectral, como quien dice.”
Pero esa escritura (la de Jakob, la de Walser) también permitirá reflexiones pesimistas acerca del presente que vive el personaje y acerca de la misma razón de ser del instituto. Sus encuentros con el director y con Lisa serán fundamentales. Un hecho importante le dará un giro final a la historia.
“Me divierte ver un poquito furiosa a la gente que quiero. Nada me es más agradable que dar una imagen totalmente falsa de mí mismo a quienes ocupan un lugar en mi corazón. Tal vez sea injusto, pero también audaz y, por ende, decoroso. Por lo demás, en mi caso hay también cierta morbosidad, lo reconozco. Así, por ejemplo, cuando creo que es indeciblemente hermoso morir con el conocimiento, terrible, de haber ofendido a los que más quiero en el mundo, dejándoles las peores opiniones sobre mi persona. Es algo que nadie podrá comprender, o acaso sólo quien logre sentir, a través de la obstinación, el estremecimiento que produce la belleza. Perecer miserablemente por una canallada o una estupidez, ¿es acaso un objetivo? No, claro que no. Pero todo esto son boberías de la peor especie.”
Jakob parece tomar distancia de los acontecimientos que narra; por momentos su personalidad es la de un niño que intenta pensar con sabiduría, en otros su visión hacia los demás es cruel. Hay veces en que sus elucubraciones lo hacen perderse de la cuestión que lo preocupa.
“Se aburren quienes se pasan la vida esperando que algo los estimule desde fuera. Donde hay mal humor y nostalgia, hay aburrimiento.”
Minucioso, insidioso, obsesivo, el estilo de Walser está emparentado con Franz Kafka y Robert Musil, con Elfriede Jelinek y Thomas Bernhard, cada uno de ellos escritores del mundo ominoso. Los hermanos Stephen y Timothy Quay en 1995 han hecho un largometraje en base a esta obra: Institute Benjamenta, or This Dream People Call Human Life.
Este fue el epígrafe que englobó el ciclo de conversaciones convocado por la Fundación MAPFRE para dilucidar cuáles han sido en el tiempo las novelas elegidas por varios autores de renombre, en esta ocasión en su rol de lectores, desgranando así lo destacable de cada una de ellas a la vez que dialogaban con el escritor, editor y crítico, Manuel Rodríguez Rivero.
Así comienza ‘Jakob von Gunten’, la novela más querida para Robert Walser, pero también la más discutida e innovadora que el autor suizo, nacido en Biel en 1878, escribió en Berlín en 1909 después de abandonar el Instituto donde fue educado, y que dirigía Herr Benjamenta y su hermana Lisa. Y asimismo la novela elegida por el escritor catalán Enrique Vila-Matas para el referido ciclo, pues como ya es sabido por todos sus lectores, Vila-Matas siente una gran devoción por Walser; probablemente sea su autor favorito después de Franz Kafka.
Precisamente, Kafka leía a carcajadas ‘Jakob von Gunten’. Puede que ‘El Castillo’, del escritor checo, y el Instituto Benjamenta, de Walser sean los dos lugares cerrados más importantes de la literatura del siglo XX. Aunque en Alemania, por ejemplo, no se dio a conocer a Walser hasta 1970. Un autor que sin embargo fue muy considerado por escritores como Walter Benjamin, Robert Musil o W.G. Sebald. Este último, curiosamente, decía de él que tenía una escritura lineal, y tras leerlo la tendencia a disolverse en el aire lo leído.
En 1929, Walser ingresa en la clínica psiquiátrica de Waldau, en Berna, donde continua escribiendo. Walser tenía antecedentes familiares de esquizofrenia. A partir de 1933, Walser renuncia definitivamente al mundo, no volvió a escribir más. Vivió apartado de todo en el manicomio de Herisau, en la Suiza Oriental, donde pasaría un tercio de su vida. Hasta que la mañana del 25 de diciembre de 1956 cae desplomado silenciosamente sobre la nieve cuando paseaba a poca distancia de Herisau. Su amigo Carl Seelig recopiló en un libro sus conversaciones con el escritor en esos años de silencio.
Vila-Matas, que publicó su primera novela en 1973, titulada ‘Mujer en el espejo contemplando el paisaje’ (Tusquets), se ha dedicado y se dedica desde entonces a fabricar historias, nutriéndose a su vez de las novelas que ha ido leyendo a lo largo de su vida. Historias de otros colegas, a veces muy distantes en el tiempo y el ámbito cultural, que por diversas razones le han atraído y fascinado.
Historias que muy posiblemente le estimularon para contar las suyas propias. Lecturas de las que aprendió los fundamentos de su oficio, dejando en él una impronta que se puede rastrear en muchos de sus libros. Vila-Matas siempre ha confesado que es un lector que escribe. Tuvo ya esa sensación de querer escribir leyendo ‘Platero y yo’, a los autores de la Generación del 27, o poesía, que según dice fue lo primero que escribió. Walser ha sido para él un autor de referencia. En ‘Impostura’ Vila-Matas relata una historia real acaecida en Italia. Fue la primera novela en la que sintió la inspiración de su héroe moral. Y ahora, después de haber publicado más de treinta libros, manifiesta que es un autor de un solo libro.
NOVALIS
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