El Jamboree los años 60 no sólo era conocido por acoger a grandes figuras del jazz, o por ser el lugar donde recalaba menudo la soldadesca de la VI Flota estadounidense, sino también porque a menudo se organizaban juergas de campeonato, protagonizadas por una fauna muy diversa. Una de estas noches desenfrenadas, un grupo de parroquianos, visiblemente contentos, decidieron repintar el techo de la cava aprovechando que alguien había encontrado un bote de pintura abierto. Como no disponían de pinceles, los improvisados ?? artistas plásticos decidieron embadurnarse las manos con pintura, subir a lo alto de una escalera y empezar a plantar las palmas de la mano en el techo, como si fueran huellas digitales. Más de uno, dicen, salió empapado de la sala. Lo que nadie sospechaba es que aquellas manchas de pintura en forma de mano acabarían convirtiéndose parte de la imagen corporativa de la sala.
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