2.2.20

Bocaccio,el temple de la Gauche Divine (V)


Han transcurrido 52 años, desde que Good vibrations inaugurase el Bocaccio –los tiempos eran más de inaugurar pantanos– y todo siguen siendo buenas vibraciones en la sala del Palau Robert donde se presenta libro y exposición aunque rebose de público y cualquier cabeza judicial de Castilla-León tenga una noche más animada que Barcelona.
Los privilegiados que frecuentaron Bocaccio –por el canto de un duro no se llamó “Snobísimo”–, como Vila-Matas, Teresa Gimpera o Oscar Tusquets se conjuraron ayer para recordar “algo más que una discoteca”, acaso una conjunción de talento, vitalidad, bonhomía y frivolidad ideada por Oriol Regàs, de la que siempre se habla maravillas –le pasa igual al Mayo del 68– para envidia insana de los nacidos a destiempo.

Al parecer, Bocaccio aglutinaba un rechazo al franquismo más lúdico y vitalista que ideológico en el que las mujeres –Gimpera dixit– perdieron el miedo al trato con los hombres, un progreso capital, tanto como los quites del doctor y cliente Dexeus. Alcohol en copas elegantes, diseño, pitillos alumbrados por camareros cuyas uñas eran revisadas, píldoras, secretos y risas. No alcanzaron la inmortalidad pero los muy happy few disfrutaron de lo lindo. Trasnochar, ay, tenía buena prensa.

Lugar de reunión de intelectuales o discoteca de niños pijos? ¿La Barcelona tardofranquista o un pedacito de Europa en la calle Muntaner? ¿Copeteo y promiscuidad o la búsqueda de una libertad que no existía en la calle? En una palabra: Bocaccio, el lugar donde había que estar si se era alguien en Barcelona, punto de reunión de la gente guapa, con largas colas en la entrada de anhelantes por codearse aquella noche con lo más granado de la ciudad. Bocaccio, donde la corbata era obligatoria y bastaba sacar un cigarrillo para que el camarero más cercano se aprestara a encenderlo, ha quedado para la historia como un punto de reunión de la intelectualidad barcelonesa de finales de los años 60 y principios de los 70, un colectivo que el periodista Joan de Sagarra bautizó para bien y para mal como la gauche divine.



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