15.4.20

Enrique Vila-Matas: Eduardo Berti "Inventario de inventos (inventados) 2017


Este Inventario de inventos (inventados) es un asombroso artefacto literario que está compuesto por un centenar de descripciones de los más delirantes, demenciales y absurdos inventos que los no menos delirantes escritores han soñado en alguna de sus obras. Aquí encontramos, entre otros, la máquina de rezar, las gafas para ver viejos, la píldora contra el acento, la máquina de hacer silencio, el murciélago bomba, el traductor perro-humano, la máquina de inventar novelas, el agua en polvo, la máquina de hacer llover, el paraguas para enamorarse, la tostadora transparente…
Se incluyen invenciones de autores como Dino Buzzati, Italo Calvino, Jorge Luis Borges, Primo Levi, Stanislaw Lem, Roald Dahl, Juan José Arreola o Raymond Queneau. Eduardo Berti realiza una magnífica labor de compilación, recreación y ficción pura, ya que se citan una treintena de autores más que apócrifos, fruto de la fértil imaginación del escritor argentino.

Mención especial merecen las extrañas ilustraciones de Monobloque que complementan y enriquecen a la perfección este volumen. Se trata de escuetos esbozos y croquis inspirados en muchos de los inventos presentados; el resultado es una edición de Impedimenta absolutamente exquisita, realmente bella. Totalmente recomendable para los aficionados a las misceláneas y la microficción.

Simultáneamente, este libro es a la vez el catálogo de una exposición que Berti y Monobloque (compuesto por la artista francesa Dorothée Billard y el arquitecto alemán Clemens Helmke) han preparado para ARCO 2017. Tiene lugar en el Centro Cibeles de Madrid y recorrerá otras ciudades españolas, como Barcelona, Valencia, Sevilla, Salamanca y San Sebastián, para viajar tras el verano a Buenos Aires, donde estará en la Biblioteca Nacional. En esta exposición los libros, los bocetos, los vídeos, los muebles y las luces que la componen han sido inventados especialmente por el dúo Monobloque.

LA ACERA MÓVIL. Los habitantes del planeta Beh no deben transpirar mucho porque les han inventado una acera móvil que se mueve muy despacio y les permite ir de compras, visitar a los amigos o pasear el perro sin caminar ni tomar un medio de transporte. «Como escaleras mecánicas, en suma», explica Gianni Rodari en sus Cuentos por teléfono. Lo que nadie sabe es qué hacer con las calles, ahora desiertas. Se han abolido los coches y los tranvías. Todo el mundo viaja por la acera móvil, sin darse demasiada cuenta, y las calles parecen únicamente servir para que los niños jueguen a la pelota. Hasta que se invente un terreno de fútbol móvil donde solo haya que patear. O hasta que alguien tenga una idea mejor: crear, en las calles desiertas, ríos de agua coloreada o laberintos de arena, hacer parques con una inmensa rayuela, plantar árboles y flores… O instalar allí una inmensa biblioteca con libros llenos de cuentos, entre ellos uno que habla de los habitantes del planeta Beh.
***
LÁMPARA MÁGICA. La primera lámpara mágica, siglos antes de Las mil y una noches, desconcertó mucho a su primer dueño. ¿Cómo usarla? ¿Cómo despertar al genio? ¿Cuántos deseos era posible pedir? El vendedor del bazar no tenía la menor idea. «Es un objeto novedoso», explicaba a sus clientes. «Parece que brota humo y se oye luego una voz… Pero no sé mucho más.» El primer dueño de la primera lámpara mágica, después de desembolsar por ella cien monedas de oro, pasó larguísimos días tratando de que funcionara.

Como es lógico (como es lógico en los cuentos), encontró la solución de casualidad, cuando menos lo esperaba, limpiándola, frotándola para quitarle los dedos y otras marcas estampadas al cabo de mil y un intentos y de mil y un desengaños. El genio apareció, por fin, algo nervioso porque también para él era un bautismo. El dueño y el genio de la lámpara se miraron un buen rato, sin saber de qué forma actuar. La literatura no había inventado todavía eso de «¿qué desea usted, mi amo?» ni eso de «soy el genio y he de concederte tres deseos». Peor aún, el mismo genio no sabía si los deseos que al parecer él podía hacer realidad tenían alguna clase de limitaciones o si, en cambio, todo estaba permitido. Cuesta decir quién tuvo la idea: si el dueño, el genio o los dos en simultáneo. El caso es que el primer deseo (el tan preciado manual de instrucciones) fue también la solución que hizo posible más deseos en el futuro.


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