27.10.14

Enrique Vila-Matas "Nunca voy al cine" 1982 Incluido En lugar solitario

Estoy seguro de que no habría podido escribir todos estos relatos si previamente, hace un año, no me hubiera transformado en alguien levemente distinto, no me hubiera convertido en otro. (...) De pronto, tuve la sensación de haber heredado la obra literaria de otro y tener ahora tan sólo que gestionar su obra. (Café Kubista, Exploradores del abismo).
Unos años antes Vila-Matas había publicado La asesina ilustrada y es significativo que prácticamente su obra literaria se inicie con un texto al que es imposible que el lector sobreviva. Todos estamos muertos tras leer La asesina ilustrada; que sigamos leyendo es una contradicción que demuestra que la realidad sólo puede estar escrita, ya que nuestros cuerpos yacen sin vida junto a los de Juan Herrera y Vidal Escabia... y tantos otros, Vila-Matas incluido.

Lo que ahora hace especialmente reseñable Nunca voy al cine es descubrir en los relatos, agazapados desde hace veinticinco años, a los narradores y protagonistas de los de Exploradores del abismo. Rita Malú, el hermano autista de Maurice Forrest-Mayer, el mismísimo Dios... todos escondidos, enmascarados bajo otros nombres, ocultos y distorsionados por la misma otredad que Vila-Matas reclama para sí mismo mientras redacta Exploradores: 

Y es esa obra de “otro” la que gestionada por el inédito Vila-Matas se convierte en Exploradores del abismo... pero no nos adelantemos... todo esto ocurrió antes de que él se pusiera a glosar la desaparición del escritor, antes de que buscase a los escritores invisibles, que indagase en los textos potenciales jamás escritos... consecuentemente el autor se diluye, se difumina, casi desaparece... y acaba convirtiéndose en otro. 

Antes de que Enrique Vila-Matas deviniese rey de Kafiristán y volviese con la cabeza sobre sus hombros (pero sin alfombras) tal y como relata Sergio Pitol en El mago de Viena (De cuando Enrique conquistó Asjabad y cómo la perdió); después de la muerte del lector mientras se iniciaba el proceso de desaparición del autor, cuando las cosas y el tiempo (no olvidemos la importancia del tiempo en este artículo... ahora es el tiempo de la fotografía de la solapa) pertenecían al terreno de “lo otro” y no precisaban ser reinventadas, el resultado fue Nunca voy al cine. 

Leyendo este volumen los detractores de Vila-Matas dirán que el autor lleva veinticinco años escribiendo los mismos relatos. Quienes le admiramos diremos con orgullo que lleva veinticinco años escribiendo los mismos relatos. Nunca voy al cine y Exploradores del abismo son textos especulares reflejados en un espejo deformante. 

En ellos podemos contemplar no tanto la evolución del autor en un largo periodo de tiempo (ya sabemos que no es el mismo autor) sino la capacidad de crear partiendo de unas premisas sencillas y, sobre todo, la de recrear unas situaciones dadas de forma que, siendo las mismas son completamente otras. Los textos se reflejan en un espejo que no repite la imagen sino que amplia sus límites. Y esa es la gloria de la literatura, ¿no? Javier Avilés.

(Incl. en En un lugar solitario)

No hay comentarios:

Publicar un comentario