Vila-Matas seduce, a pesar de sus referencias eruditas, a un vasto público, especialmente al de América Latina y al de Francia, donde recibió el prix Medicis Étranger y la Legión de Honor. Aunque siempre lúdico, este elitismo explica también por qué los book-makers anglosajones, aun citándolo regularmente entre los candidatos al Nobel, no hayan creido verdaderamente en sus posibilidades tanto como en las de Joyce Carol Oates o Murakami. Uno se deleita, sin embargo, imaginando qué patraña o juego inventaría como discurso, en la línea de Dylan del que es fan (uno de sus libros se titula Aire de Dylan); a menos que el Nobel le lleve a querer borrase para siempre, siguiendo su antigua fantasía de desaparición voluntaria.
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