Siete años después de la muerte de su padre y nueve meses tras la de su madre, Rodrigo García (Bogotá, 1959) publica un testimonio sobre cómo fueron sus últimos días, evocando su relación y rescatando fotos inéditas del álbum familiar. El libro se titula Gabo y Mercedes: una despedida y es el primero que escribe el hijo mayor de Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, cineasta en Hollywood (acaba de estrenar 4 días, con Glenn Close y Mila Kunis).
Alude sin tapujos a la demencia senil del escritor en sus últimos años. “No se dijo públicamente pero todo el que lo trató se dio cuenta. Él se vestía y comía, pero ya no reconocía a nadie”. Leía sus propios libros, que no recordaba haber escrito: “Primero, los leía sabiendo que eran suyos, pero sorprendido de no acordarse de nada, decía ‘¿de dónde carajo salió todo eso?’. Luego, no se daba cuenta de que era una obra suya hasta el final, cuando veía su foto en la contraportada”. En una ocasión, “pidió ir a ver a su padre, ‘yo tengo una cama junto a él’, decía, y se refería en realidad a su abuelo, que lo cuidó de niño y, en efecto, él dormía en un colchón en el suelo junto a la cama del hombre al que no veía... desde 1935”.
Rodrigo García cuenta por primera vez la causa de la muerte de su padre. “Lo que tenía era probablemente un cáncer de pulmón, cosa bastante normal a sus 87 años, habiendo padecido años antes un cáncer linfático. Como no le hicimos las exploraciones, para no someterle a una anestesia general de la que probablemente no se hubiera recuperado, carecemos de la precisión”.
Otro dato nuevo es que el escritor no tuvo la mayor parte de su vida visión en el centro del ojo izquierdo. “Lo descubrí de casualidad. En México, una época, mi padre usó un parche en el ojo, nunca supe por qué. Ya en sus setentas avanzados, lo llevé al oculista en Los Ángeles, este se lo detectó y Gabo respondió: ‘Sí, perdí la visión mirando un eclipse de niño’”.
Un detalle impactante es una escena de los años de juventud de García Márquez, en la década de los 50, cuando vivía en París y la pobreza le hizo hurgar en la basura para encontrar algo de comer. “Eso lo explicaba él, a veces delante de mis amigos, yo era adolescente y me avergonzaba”.
Hay una escena que parece extraída de la ficción. El fallecimiento del escritor fue en jueves santo, como la de Úrsula Iguarán, personaje de Cien años de soledad. En la novela se lee que “ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios”. Pues bien, poco antes de la muerte de Gabo, el mismo día, “apareció un pájaro muerto en la silla donde él se sentaba, seguramente se estrelló en algún cristal. ¡Eso no se puede inventar!”.
“Se ha escrito mucho sobre Gabo... –afirma– Busco esa cosa que solo yo sé, o mi hermano, o los de casa. Por ejemplo, las tremendas pesadillas que sufría. Gonzalo y yo éramos los encargados de despertarlo de las siestas, en Barcelona y México, y al final lo hacíamos de lejos, desde la puerta, porque se despertaba poseído por una aterradora e inexplicable pesadilla, asustaba mucho”.
El libro revela que padre e hijo tuvieron un proyecto de película en común. “Quisimos escribir entre los dos el guion de una idea que él tenía de hace mucho tiempo, tratamos de hacerlo entre 2004 y 2007. Pero él ya perdía la cabeza un poco, se volvía repetitivo, no tenía la memoria para construir la historia, y se quedó sin hacer. Esa historia podría acabar siendo algo algún día: una mujer de mediana edad, carrera exitosa, que sospecha que su marido tiene una amante y, cuando descubre que sí, ve que es una mujer muy parecida a ella físicamente, con costumbres y gustos similares, que vive en un apartamento como el suyo. La idea era que las interpretara la misma actriz”.
Sobre Cien años de soledad, revela que “mi padre tenía previstas dos generaciones más de Buendía, lo que al final desechó. No existe material documental, solo nos lo decía. Si lo hubiera escrito, lo habría destruido, como otras cosas”. La familia ha dado su aprobación a la serie que prepara Netflix sobre la novela, “pues aceptaron que durara muchas horas, que se rodara en español y en Colombia, requisitos indispensables. He leído ya los primeros tres guiones del puertorriqueño José Rivera, muy buen trabajo”. Él y su hermano Gonzalo serán los productores ejecutivos. “Haremos entre 12 y 24 episodios, puede ser con varios directores. Yo permaneceré al margen, un buen director no aceptaría tener al hijo del autor dando la lata”.
Sobre proyectos, añade que “estamos en pláticas con mi hermano y, aunque no es seguro, nos inclinamos un poquito por hacer de la casa de México un museo. Y, en Colombia, el Centro Gabo, que nace de la Fundación Gabo, dirigida por Jaime Abello, es una iniciativa que pondrá en marcha muchas actividades. Es posible que se localice en lo que fue la casa en Cartagena de Indias. Todo ello se sumaría al Harry Ransom Center, en Texas, donde ya están sus papeles, fotos y manuscritos”.
Xavi Ayén
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