No todo el mundo sabe que a Veracruz y a sus playas lejanas no pienso en la vida nunca volver. Fui feliz allí, el mes pasado, en noche de luna llena, en Los Portales, ni antes ni después de esa noche, en el último mes de julio de mi juventud. Pero no pienso en la vida nunca volver, pues sé muy bien que la nostalgia de un lugar sólo enriquece mientras se conserva como nostalgia, pero su recuperación significa la muerte.
Fui a México el mes pasado cuando, encontrándome solo y dolido en la ciudad de Barcelona, mi desesperación en el ático de Sant Gervasi me llevó incluso al extremo de creer que oía voces y que los distinguidos huéspedes de mi librería se dedicaban a observarme con una ceja alzada y a recomendarme que, dado mi estado de locura por la muerte de mi hermano, abandonara cuanto antes mi soledad y tanto duelo y viajara.
Recordé entonces que me habían invitado a Guadalajara, en Jalisco, para que hablara de mi hermano muerto, y ya no lo pensé dos veces y, al día siquiente, escapaba de mi soledad y duelo. Viajé a México
Recordé entonces que me habían invitado a Guadalajara, en Jalisco, para que hablara de mi hermano muerto, y ya no lo pensé dos veces y, al día siquiente, escapaba de mi soledad y duelo. Viajé a México
No hay comentarios:
Publicar un comentario