22.2.15

The Pink Floyd "Live At Pompeii" (1971)

Hay pocas ciudades en el continente europeo que tengan tanta historia y atesore tantos recuerdos como Pompeya. Situada cerca de Nápoles, con el Vesubio custodiando sus bosques y con el recuerdo de ese Hércules valiente y decidido que llegó a la ciudad procedente de Hispania, acogió en el año 71 uno de los mejores conciertos de los ecúmenes Pink Floyd.
Grabado en las antiguas ruinas de un anfiteatro en el que se encontraban los vestigios de uno de los centros neurálgicos del imperio más grande e influyente de la antigüedad, suponía la primera gran oportunidad de los británicos de mostrarse en directo hacia el mundo tras la traumática salida de Syd Barret.

Los conciertos de Pink Floyd en su momento fueron revolucionarios, complejos, grandilocuentes y arrogantes. La soberbia musical de Waters no sólo se plasmaba en cada canción, sino que su carácter megalómano necesita apoyarse en una serie de representaciones en directo que no buscaban sólo ser comparsas de la música, no. Si para ellos hipnotizar con delicados y sinuosos pasajes instrumentales era una máxima, la sugestión a través de una escenografía cuidada era un deber.

Conforme fueron adquiriendo fama y estatus, sus actuaciones eran cada vez más ambiciosas. ¿Cómo no recordar los globos de cerdos en los conciertos de la gira del Animals? ¿Cómo olvidar esas abigarradas murallas de la gira del The Wall o los láseres y la pirotecnia? No es extraño que dijeran que sus conciertos se podían ver desde la luna.

Pompeya quiso ser, ante todo, un auténtico viaje de sus conciencias hacia un mundo al que no habían accedido todavía. A su vez, con este primitivo set list querían demostrar que la salida de Syd no había sido tan traumática como todos habían podido pensar. Aquí se encuentra el inicio de los Pink Floyd maduros, reflexivos y progresivos, reedificando todas las canciones más importantes de su primera etapa, la psicodélica, para tallar en ellas las bondades del sonido pomposo y grandilocuente que estaban construyendo.

Resulta genial ese giro de tuerca, con un nuevo feeling y con un Gilmour mucho más liberado que en conciertos posteriores, donde parecía estar encorsetado en un rol del que, por lo que se veía, ni podía ni sabía salir. En un concierto en directo no sólo cuenta el set-list, la propia interacción entre músico y público y el nivel de inspiración. Hay actuaciones en directo que si forman parte del colectivo popular es, en parte, por la localización de éste, y ése fue uno de los principales aciertos de Pink Floyd: la ciudad de Pompeya.

Parece que en sus ruinas, en sus bosques y en ese viejo aroma que desprenden esas ciudades coloreadas por el tiempo y los recuerdos se encontraba lo que vendría ser la confirmación temprana de la atemporalidad de la banda. Es difícil no ver el concierto, cerrar los ojos, y no pensar en el horror de esa erupción volcánica que aconteció hace dos mil años y que sepultó en los infiernos a una ciudad que era una de las niñas bonitas de los emperadores romanos.

Las interpretaciones aquí gozan de una mitología difícil de encontrar tanto en conciertos anteriores como posteriores. Una aureola de magnificiencia que sirve, también, para trazar una especie de línea divisoria entre los Floyd antiguos y los que vendrían poco después. Ellos estaban empezando a dar forma a los álbumes conceptuales, pero también quisieron ir un paso más allá y crearon el concepto de concierto conceptual.

Como contaría Gilmour, querían que la propia historia del lugar y sus raíces mitológicas, donde héroes como Teseo y Hércules arribaron hacia miles de años, les infundiera el valor y la fuerza necesaria para pasar a la historia.

No obstante, tocar en la ciudad fue una odisea. El gobierno italiano les puso muchas trabas al principio; y seguramente lo hicieron porque hay muchas cosas que uno puede prever; pero luchar contra la madre naturaleza y sus elementos, complicado. Evidentemente se les prohibió llevar público porque se pensaba que se podían comprometer las ruinas del anfiteatro y acabar derruido en su totalidad, así que estamos ante un concierto en directo pero sin gente. ¿Curiosa idea, verdad?

No obstante, el riesgo estaba ahí, y el Vesubio, a lo largo de los años sesenta estaba dando pruebas de que podía haber una catástrofe natural en cualquier momento, y el recuerdo de la erupción del Krakatoa en Indonesia, pese a que habían pasado noventa años, todavía permanecía inmersa en el imaginario popular.

Adrian Maben se encargó de dirigir la cinta, pocos días antes del lanzamiento del Meddle y usaron más de veinte pistas instrumentales para dotarle a éstos de mayor potencia, nitidez y sonoridad; y es que, cuando el disco arranca con esa genial Intro , uno sabe que se encuentra ante un concierto donde la atmósfera y la casuística del lugar contribuye a un concierto de proporcionas ciclópeas.

La apertura recuerda mucho a la que pocos años después usarían en The Dark Side of The Moon: sonidos de lo que parece ser un gon, Mason como maestro de ceremonias con el pedal emulando el bombeo de lo que parece ser ¿un corazón? Sí, un corazón que ausculta la magia de una Pompeya en la que sólo basta con cerrar los ojos para imaginar cómo el suave viento de la bahía de Nápoles contribuye a crear una atmósfera sinuosa y elegante.

Rápidamente aparece la primera bomba del directo: Echoes pt.I, donde se ve cómo la cámara establece un juego de planos y perspectivas para remarcar el papel del triunvirato Mason-Gilmour-Waters y sus profusas líneas de bajo y guitarra, nítidas, sonoras, con un protagonismo mucho más activo que en estudio. La intro, mucho más estirada y con unas notas de teclado revestidas con ciertos toques épicos, empapándose de la propia mitología e historia del lugar.

La propia leyenda de Pompeya, allá donde los dioses se acercaban a ver el mar y a observar a los héroes que pasaban por allí, la podemos ver superficialmente en los rostros de esas estatuas que casi fueron cercenadas por la lava del Vesubio. El tema aumenta gradualmente de intensidad; y un pequeño toque dramático, casi suicida, se puede ver con Gilmour caminando entre restos de azúfre, haciendo escalas simples y efectivas armonizando el sonido.

Nick está inconmensurable, también, el pulsómetro de la batería suena a la perfección, compacta, perfectamente argamasada, y luciéndose durante el minuto siete. Gilmour emerge en medio del lamento de la naturaleza herida, y Pompeya constituyó el mejor escenario para que la leyenda de Pink Floyd pasara de ser urbana a constar en cualquier manual.

Careful with that Axe, Eugene continua empapándose de la aureola mística del entorno, con un suave bajo muscular de Roger que se alza en medio de las imágenes de una calavera vetusta y desmadejada de más de dos mil años. Hay como una tensa calma. Los bosques, el mar, los animales, el ecosistema creado por la naturaleza parece que está en guardia; la historia es sabia, y las piedras, el mar, y los propios bosques atesoran una cantidad de memoria que recuerda la arrogancia de muchos hombres que creyeron poder desafiar las leyes más inflexibles e inapelables que hay.

La tranquilidad perdura hasta que Roger lanza un furioso e inmisericorde grito que parece que va a tirar las ruinas abajo. La interpretación del tema, con la luz del sol agonizando y los tentáculos de la noche ribeteando los contornos de las murallas. Allá donde la tierra se estremece, trémula y orgullosa, desafiando al progreso y a la estupidez de la civilización, acontece una auténtica explosión instrumental: cuatro instrumentos realizan el mismo solo, cogidos de la mano avanzan sobreponiéndose a las veleidades climatológicas y de la naturaleza arrasando con todo a su paso.

Sin embargo, vuelve a aparecer la calma y con ello una profunda duermevela en la que se le cede el protagonismo a Gilmour y sus quintas. Una auténtica pesadilla dulce de canción. A Saucerful Of Secrets repite alguno de los patrones del tema anterior: sensaciones de calma acusadas cortesía de Waters, el cerebro tras la máquina. Apoyándose en un clima bélico, él capitanea toda una sección rítmica que quiere fundirse con el carácter afrentoso de una naturaleza que está incansablemente atenta a cualquier movimiento de los británicos. A destacar  de esta interpretación el caos,, el desastre, no sólo lo establecen Gilmour o Waters, sino que el propio Mason se erige como uno de los maestros de ceremonias. Waters, activo, consciente de su papel de cicerone, golpea con fuerza el gong, con el objetivo de henchir su sonido de toda la virulencia de las fuerzas de la naturaleza.

David queda aquí relegado a un segundo plano, metiéndole un poco de delay a la guitarra. A la mitad de la canción, las notas de teclado ceremoniales pergeñan una melodía dulce y sencilla como asiento de una guitarra que, transida, llora sobre el colchón de notas de Nick.

La panorámica del valle cubierto de cenizas, testigo de la debacle de hace dos mil años con las tomas aéreas del volcán acompañadas con la forma en la que finiquitan el tema, constituye uno de los mejores momentos de la historia del rock.

One of These Days emerge como un torrente de sensaciones en las que la fuerza aniquiladora del conjunto está más presente que nunca en esa estocada flamígera de los instrumentos. Es el caos que sucede a la destrucción; los ríos de magma que se asientan bajo un lecho funesto y con un principio instrumental lento que relata el horror y la cantidad de vidas arrojadas al vacío. Las vistas desde la dársena, donde, poco a poco se ve la acción de los agentes de la naturaleza crean un efecto hipnótico que une la sinfonía cromática de una noche desnuda junto con las llamaradas tenues de luz de la montaña.

El ritmo aumenta vertiginosamente en la sección central de la canción, haciendo de ésta una versión netamente superior a la del estudio. Set The Controls For The Heart Of The Sun inicia su andadura con otro golpe de gong, y con él, el advenimiento del caos de nuevo. La banda, envuelta en humo, casi espectros en una noche donde las estrellas punzan y observan el horror y la volubilidad de los caprichos de la naturaleza.

La batería y el teclado juntas crean la sensación de muerte, de vacío, de la Pompeya que fue borrada de la faz de la Tierra y que tardó más de dos siglos en recobrar el esplendor que antaño le fue robada. Las atmósferas son tranquilas, etéreas, con Rick como protagonista haciendo travesuras entre la sección central y con Gilmour más comedido que de costumbre.

Las nubes, los ríos de lava, el ignoto recuerdo de la ciudad y el mármol avejentado de las estatuas tachonado de llamas cargan con el recuerdo de lo que un día fue un trozo de civilización. Madmoiselle Nobs y sus frescos cuarteados por las llamas transitan por la barbarie hasta el final con Echoes PT.II, con el agua hirviendo arrostrando consigo el efecto de la erupción en los frescos del anfireatro. Bajo, batería y guitarra lanzan al unísono un canto de esperanza, confiando en que la ciudad recobre, tarde o temprano el esplendor de antaño.

El descomunal riff de guitarra de David, junto con unas nuevas tomas del volcán y de las ruinas de la ciudad desangelan el corazón al mismo tiempo que enardecen los ánimos. El concierto acaba con las tomas de cámara alejándose de los músicos. El bajo y la batería inician una callada procesión hasta dejar al desnudo las notas de Dave y Rick.

Las crónicas sonoras del estertor y caída de la ciudad, de la mano de unas imágenes realmente impactantes que plasman la desolación y la vulnerabilidad de los elementos. Pink Floyd lleva a otro nivel los escritos de Plinio el Viejo, quien, durante su estancia en la ciudad, la definió como un auténtico mausoleo de almas olvidadas en el que el olor a azufre todavía inundaba la ciudad.

Uno de los grandes aciertos del disco, es sin duda, la claridad de sonido, alcanzando una madurez en la que demuestran que no era necesario la llegada de Dark Side Of The Moon, Wish You Were Here , Animals o The Wall para conseguir la tan ansiada madurez.

Un álbum antológico, un monumento a la locura y a la decadencia y a la vasta fragilidad de la civilización. Si alguien quiere frotarse los ojos, que vea la película completa y no parpadee ni un solo instante. Esta epopeya sólo está al alcance de muy pocos.


1. Echoes Part 1
2. Careful with That Axe, Eugene
3. A Saucerful of Secrets
4. One Of These Days
5. Set the Controls For the Heart of the Sun
6. Mademoiselle Nobs
7. Echoes PartII

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