La pérdida de Lou Reed sacudió el panorama rockero el 27 de octubre del 2013. No sólo se fue un ser humano, un músico al uso, sino que con el fallecimiento del neoyorquino, el rock n roll perdió a uno de sus máximos, mejores y más reconocibles estandartes. Ataviado en su juventud con sus inefables gafas de sol negras que ocultaban una mirada en la que subyacía una perceptible falta de condescendencia con el resto de los mortales, el bueno de Lou logró crear no sólo una imagen, sino también un estilo que, bandas tan dispares, intentarían, con mayor o con menor éxito, llevar a cabo.
Los años sesenta fueron convulsos y agitados. No sólo Europa se veía azotada por la estela de una Segunda Guerra Mundial que, aparte de acabar con millones de vidas humanas, dejó un indisoluble poso de tristeza de que cualquier utopía, cualquier intento de un mundo más pacífico y hostil, donde ese credo que la Revolución Francesa asumió como suyo – Liberté – Egalité – Fraternité- se quedó en agua de borrajas.
La viva imagen de una Europa que pudo ser y que no fue. ¿Por qué esta perorata sobre cómo funcionaba el mundo en los años sesenta? Muy fácil: porque cualquier disco acaecido en esta época siempre tiene una historia detrás, un guión sobre el que se erigieron ilustres obras.
Es muy difícil entender a Lennon, Joplin o Morrison sin Vietnam y el fracaso del ejército americano en las profusas selvas del Vietcong, al igual que resulta difícil entender canciones del Beggar´s Banquet de Sus Satánicas Majestades obviando los disturbios obreros que azotaron Londres y diversos centros industriales capitales para los británicos como Manchester o Newcastle. Cada disco grabado en Europa y en América trataba de captar ese ambiente de inconformismo y de miseria moral tamizado en diversas revueltas estudiantiles, como las de Mayo del 68 o la Primavera de Praga en Europa
Por otra parte, teníamos a Estados Unidos y el volátil y a su vez acelerado proceso de revoluciones por los derechos cívicos, capitaneados por unos Martin Luther King y Malcom X asesinados por el barbarismo de un amplio sector de la población que consideraba a los negros básicamente como activos de una política mercantilista.
Al mismo tiempo que se desarrollaban estos acontecimientos, el rock en Estados Unidos discurrió por unos cauces que, en cierta medida, guardaba un ligero paralelismo con el británico en lo que a concienciación social se refiere –evidentemente cada uno con sus propios problemas sociales-, pero a su vez, esa rabia, desolación, frustración e iracundia lograron transformarla en un remanso de paz y de reserva espiritual que fue el movimiento hippie, la contracultura y el llamado “Summer of Love”, que marcaría el cenit de una época de camaradería y días de vino y rosas donde la gente, por un momento, dejó al lado sus filias y sus fobias para combatir al enemigo común: la injusticia.
Es curioso comprobar el hecho de que si uno observa las letras de The Doors, la propia Joplin, Hendrix o Greateful Dead, se encuentra una marcada concienciación sobre los avatares que sufría el mundo y la sociedad estadounidense de la época al mismo tiempo que invocaban para sí mismos un mayor protagonismo de la llamada sociedad civil. Esta sociedad civil de la que indirectamente se hablaba en las letras de estos grupos, tenía como premisa o axioma el hecho de que los ciudadanos, actuando como un ente propio, como una especie de personalidad jurídica, expresasen sus intereses, ideas, pasiones e ideas y el intercambio de información para la consecusión de intereses comunes.
Muchos os preguntaréis lo siguiente: ¿y qué tiene que ver este último párrafo con la Velvet Underground o con Lou Reed? La respuesta es muy sencilla, y es que mientras los llamados puntales del rock sesentero americano se pasaron gran parte de sus carreras buscando un ideal de justicia y progreso, La Velvet y Lou Reed sincretizaban, o si se prefiere, aunar conceptos tan antagónicos como el hedonismo y el propio nihilismo. La banda supuso una total ruptura a la hora de hacer rock en Estados Unidos. Cisma que, posteriormente se trasladaría también a Europa, aunque para eso tendría que pasar algún tiempo.
Hablar de la formación y los suyos es hablar de su principal ideólogo o teórico: el controvertido Lou Reed. Nacido en el seno de una familia conservadora, heredera del hermetismo y la austeridad herencia de la Inglaterra victoriana, desde bien joven fue sometido a duras terapias de electroshock y psiquiatría para poder cotejar si su bisexualidad era fruto de un trastorno mental, o bien una fase más de esa controvertida época de rebeldía que solían y suelen tener los jóvenes en la adolescencia. Desde bien joven, manifestó un interés rayano en lo obsesivo sobre musicalizar la gran novela americana en un disco.
Ávido lector de Poe, persistente devorador de Dashiell Hammett, considerado como el padre de la novela negra, usó la ciudad de Nueva York como lienzo donde pintar siempre cuadros sórdidas, decadentes y duros, que encontroncaban con esa Nueva York que pintaban tanto Scorsese y Leone, y totalmente contrapuesta a la bonhomía y vanguardia de las películas de Woody Allen
Los inicios de Reed fueron duros en parte por el ambiente represivo que se respiraba en su hogar, y también porque la universidad le frustraba bastante, ya que no encontraba a nadie con quien pudiese compartir sus dos grandes pasiones: la música y la literatura. Sin embargo, muchas veces la vida, aparte de ser azarosa, es muchas veces caprichosa, y el anhelo del neoyorquino por encontrar a personas que compartieran aficiones, cuitas y vicios con él, se vio recompensado con la amistad que trabó con John Cale. Tanto Lou como John representaban, por así decirlo, una especie de antítesis o contigencia emocional y musical que se vio reflejada tanto en el sonido de la Velvet como en sus posteriores carreras en solitario.
Lou era anárquico, irreverente, y dotado de una personalidad tan peculiar que resultaba raro no tener, al menos, una discusión diaria con él. Musicalmente, siempre prefirió la simpleza y el rudismo –al menos durante su primera etapa. Luego, en solitario, se apreciaría una evolución más que interesante-, mientras que John siempre fue un fino estilista en el ámbito musical, como bien demostraba tocando la viola, la guitarra, el piano y encargándose de los arreglos de la banda.
Una vez sentadas las bases de lo que sería la banda en lo que a organización musical y compositiva se refiere, era el momento de encontrar a unos integrantes que se plegaran, desde el primer momento a lo que Reed y Cale querían. Tras incesantes búsquedas, dieron con Sterling Morrison –uno de los pocos amigos que Reed tenía en su época de estudiante- y Moe Tucker, la hermana de Jim Tucker, amigo también del neoyorquino y principal teórico del nombre de la banda, que era el título de un libro de sadomasoquismo que se encontró mientras pululaba por los bajos fondos de la ciudad de los rascacielos.
El anhelo de la Velvet por sonar rompedores se vio reflejado en el empecinamiento de Reed en controlar las pautas musicales desde el primer momento. Le exigió a Tucker que dejase a un lado las baquetas tradicionales en detrimento de unos mazos que otorgaban al sonido de ésta uno mucho más grosero, asimismo, estaba prohibido tocar Blues. Por otra parte, John Cale se convirtió en el segundo a bordo en la nave pilotada por Lou Reed, utilizando a la banda para calmar sus ansias creativas.
Siempre fue el más vanguardista en términos musicales, llegando a aborrecer, como confesaría en entrevistas posteriores, la tiranía de Lou y esa persistencia en buscar un sonido caótico y desordenado. En lo relativo a la composición lírica, Reed recelaba de esos días de vino y rosas que con tanto ahínco preconizaban los hippies y cantautores como Bob Dylan. El ideal de un mundo equitativo era algo que a él, básicamente le traía sin cuidado.
Sus letras reflejaban básicamente el ambiente y la Nueva York que él mismo recorría: lóbrega, agreste, deshumanizada, enraizada con ese ambiente decadente y oscuro de los relatos dede la novela policíaca de mediados del siglo XXA García Lorca y el surrealismo dolorido de éste. Al mismo tiempo, esa faceta lírica, de querer captar el ambiente de una ciudad en la que no era todo lo que relucía, quedaba plasmada en atrayentes, sicalípticas y mazorrales historias sobre toxicómanos, traficantes, prostitutas, travestis, transexuales, suicidas y gente amante del sexo con violencia, que se contraponían con esa Arcadia o Edén pretérito que tanto gustaba en la costa Oeste de Estados Unidos.
La figura de Andy Warhol fue fundamental desde un primer momento, adoptando el papel del Papa Julio II respecto a Miguel Ángel, lo llevó a la práctica con Lou y sus muchachos, erigiéndose en su mecenas y líder comercial y artístico. El norteamericano era un artista ecléctico y multidisciplinar, como bien lo demuestran sus inquietudes artísticas como la serigrafía, la pintura, el cine vanguardista y la literatura. El icono del pop-art se fijó en la banda durante una actuación en los bajos neoyorquinos, impresionado por esa arrogancia e imagen oscura de la que hacían gala. Logró contactar con ellos, convirtiéndolos en el atanor de su proyecto The Exploding Plastic Inevitable, que era una mezcla entre música, baile, películas y actuaciones grabadas en varios cortos.
Resulta curioso cómo dos figuras tan distintas como Reed y Warhol llegaron a trabajar juntos. Uno era meticuloso, megalómano y con una querencia por el glamour exacerbado; el otro sólo se preocupaba por tocar, encontrar droga, y, cuando el tiempo se lo permitía, calmar sus ansias literarias.
Dos personas en principio antagónicas, protagonizaron una de las más exiguas y fructíferas uniones de la historia del Rock y de la música en sí. Así las cosas, la música de los neoyorquinos alcanzó una dimensión mediática y artística que, sin el mecenazgo de éste, habría sido muy difícil lograr. Andy quiso hacer de aquellos altivos y toscos muchachos en algo grande. Para ello, financió el primer disco de la banda, y puso como condición que la teutona Nico, modelo y sanctasantorum de la Factory fuera activo permanente de la formación.
Nico era el fiel reflejo del caprichoso y voluble carácter que suele caracterizar a muchas modelos. De piel blanca como el alabastro, cabello dorado que brillaba como el sol poniente y esos labios perfectamente trazados, sensuales, como si de una Mesalina del siglo XX se tratase, se convirtió en uno de los principales reclamos no sólo publicitarios de la banda, sino también ejerció a la perfección su papel de nexo de unión entre elegancia y aspereza.
Precisamente la relación entre Nico y Lou Reed sirvió –ironías del destino- para que éste compusiera canciones que hoy día son mitos musicales. Nico admiraba a Lou, su capacidad para transformar lo simple en algo valioso, su altanería aderezada de un sórdido sentido del humor y esas dotes de mando que le conferían a Lou el jefe de una centuria romana en vez de un músico. Reed, en cambio, detestaba a la germana; pensaba que para que su banda fuese grande, no era necesario recurrir a la voluptuosidad y superficialidad de una modelo que atrajera fans.
Consideraba que la música era música, y que el teatro, el cine y la moda eran disciplinas totalmente diferentes. Al mismo tiempo, no soportaba esa actitud de gata engreída, esa sonrisa sardónica y arrogante de la que hacen gala muchas mujeres conscientes de su poderío físico y que se traslada al ámbito psicológico. Esta lucha de egos, esta especie de guerra fría entre ambos, lejos de dinamitar o fagocitar un posible cisma, sirvió para que la creatividad musical fluyera. Ambos se dieron cuenta de que, al menos en ese momento, se necesitaban el uno al otro.
¿Qué es lo que hace especial el debut de la Velvet? Fácil. En primer lugar, la actitud. Mientras que coetáneos de la Velvet asumían un concierto y un disco como un compromiso con los fans y un determinado movimiento social o política, ellos hicieron de la desidia su estandarte, enarbolándola en el estudio y en directo. Por otra parte, las letras. Las composiciones líricas de los neoyorquinos no eran sino la expresión o sublimación de un estilo de vida decadente y grotesco.
Siempre se ha dibujado a la Velvet como el reverso tenebroso, la antítesis de lo que se estaba gestando en Londres y en la costa Oeste de Estados Unidos, como se aludía en anteriores párrafos. Si el leitmotiv de la contracultura era el consumo de opiáceos y de LSD, que facilitaba un estado de felicidad y la asunción de una entelequía donde la felicidad era no sólo la premisa, sino también un objetivo primordial, los neoyorquinos eran el fiel reflejo de una Nueva York virulenta a la que idealizaban, potenciando su imagen de vertedero espiritual a través del consumo de la heroína y las anfetaminas.
Si Morrison, Joplin, Slick o Hendrix preconizaban el concepto de sexo como una manifestación de la libertad y la unión de almas; los de Nueva York hablaban del sexo de forma impúdica, descarnada, donde la inhibición quedaba totalmente postergada en detrimento del sadomasoquismo más exacerbado al puro estilo Marqués de Sade en la figura de personas que no eran sino las almas que Lou y John se encontraban en el Upper West Side o en Greenwich Village: rostros macilentos, enjutos y hampones de medio pelo que anhelaban medrar por la vía rápida.
Por otro lado estaba la Factory de Warhol, símbolo de frivolidad, decadencia aderezada de histrionismo y de poetastros y demás sucedáneos de artistas, que, al igual que sucedió en los años veinte con la Belle Epoque en Europa, no era sino el cenáculo de perdedores y fracasados, de gente cuyas pretensiones artísticas se contraponían a su talento y que nunca llegaron a habitar el cielo de las mitologías. Aquél que sólo estaba reservado para unos cuántos.
Otro acierto de la banda fue la de mostrar un mensaje, tanto musical como lírico de honestidad, abandonando un ficticio mundo de evasión, el quinteto apostó desde un primer momento por retomar los orígenes del rock contando historias que eran las que glosaban las crónicas de sucesos de los diarios de la ciudad. Mediante este ejercicio de periodismo freelance, Lou y John, -especialmente el primero- novelaban al más puro estilo Truman Capote la crónica de una sociedad que besaba y se arrobaba con la oscuridad que se adueñaba de sus corazones, reconociéndola como propia.
Se asumía, sin remilgos y prejuicios de ninguna naturaleza la existencia de un mundo donde el barroquismo y los claroscuros que Lou y Cale trazaban mediante las letras y su música, la asunción de un trazo certero sobre Nueva York y la otra parte no descubierta de los sesenta norteamericanos que ellos pretendían descubrir sin necesidad de escenificarlo con tanto boato publicitario. Si Morrison o Dylan se habían convertidos en heraldos y poetas de un progreso que nunca llegó, al menos en esa época, Reed asumió la parte mefistofélica. Desde un primer momento se dedicó a salir, entrevistarse con gente de procedencia dispar para ir moldeando lo que sería el esqueleto musical de su disco debut.
Sumergirse en este disco sin antes cerrar los ojos y visualizar al travesti marginado por los convencionalismos sociales, el yonqui desmadejado que sabe que está arruinando su vida pero sabe que aquello es ya un laberinto sin salida o las lóbregas prostitutas que laceran su alma a cambio de un puñado de dólares y las relaciones sexuales disfuncionales, donde cualquier elemento romántico se diluye entre sadismo como catarsis emocional respecto a los problemas diarios y a la marginalidad acuciante es muy complicado.
¿Cómo es el debut de la Velvet Underground en el ámbito musical? Cualquier etiqueta no sirve, desde luego, y, al mismo tiempo, servirían muchas. Muchos califican esta ópera prima de los neoyorquinos como Pop, etiqueta que es aplicable a algunas canciones, como por ejemplo la deliciosa Sunday Morning y All Tomorrow Parties. Muchos –y yo entre ellos- piensan que éste es un trabajo de rock alternativo. De hecho, tal etiqueta nace y debe morir siempre con este disco. ¿He escuchado Punk?
Sin duda aúna esos elementos que los propios punks asumirían como una ceremonia eucarística tanto en su modo de vivir como en su música e ideología. Al mismo tiempo, es difícil concebir el debut de Iggy y los Stooges y Fun House sin este primer disco, ya que en palabras del propio Iggy, supuso un cisma con lo establecido, un nuevo mundo se abría y diferentes formas de encarar tanto la música como los problemas sociales se presentaban a los músicos.
Etiquetas aparte, la Velvet es ante todo rock n roll con mayúsculas, incendiaria a su modo, con un sonido perceptible y cognoscible por y para todos. No tiene esa energía incendiaria y gamberra de Ac/Dc, ni del virtuosismo de Purple, la grandilocuencia de los Who o el marcado aire a sur de los Estados Unidos del que se valieron los Stones y Zeppelin para crear sus grandes obras, pero, aún así, pese a su marcado aire minimalista, estamos ante un grupo de rock con mayúsculas.
Entrando en las canciones, ¿cómo no conmoverse ante la dulzura de Sunday Morning? Sí que es verdad que abrir un disco de rock con una balada, medio tiempo, canción lenta o llámenlo como quieran, fue un pequeño desacierto, puesto que no logra meterlo a uno de inmediato en trance. Aun así, no se puede negar que es una de las grandes canciones de la banda.
Auspiciado por esos bellos y dulces tonos de teclado que dejan entrever esa característica campana de los juegos de cuna que se les pone a los bebés, la canción avanza solemne y marcial, manteniendo ese tono condescendiente y melífluo que acerca a los neoyorquinos al pop más tradicional, demostrando así que no sólo eran esos chicos malos y estridentes que se pasaban las horas muertas rumiando su desencanto hacia todo y todos.
La estructura de la canción es perfecta, y contiene una de las mejores interpretaciones de un Reed que se muestra evocador, desbaratándose esa imagen de enfant terrible que siempre le ha acompañado y secundado por un solo de guitarra sencillo y efectista hecho por él y tocando siempre el mínimo número de notas posibles para que luego, John Cale lo acompañe con unos acertados arreglos de viola y Nico apunte su peculiar tono de voz en forma de coros. Canción redonda y que le sirvió a Lou para vengarse, de forma más o menos elegante, de la presencia de la imponente teutona, quien en un principio iba a cantar el tema, pero, finalmente, se decidió que fuese Lou quien se encargase de ello.
Enardecido por esta pequeña victoria, Mr. Rock n Roll Machine cantó la canción imitando –o, al menos intentándolo- el tono frío y ligeramente asexuado de Nico, demostrándole que su presencia en la banda no era más que una mera imposición de Warhol.
La temática de la canción es sencilla: Sunday Morning, domingo por la mañana, residuos de lo que, seguramente fue una noche de desenfreno. Seguramente hubo chicas a las que requebraste o te ignoraron; o también puede que esa noche triunfaras y te fueras a tu casa con un alegre sabor de boca, carmín en los labios y el sudor que desprenden dos cuerpos cuando se entrelazan y se unen entre sí. Caminas por la calle y sientes cómo tus vecinos te miran como un réprobo, un díscolo, pero… ¿Acaso es mejor su forma de vivir? En absoluto lo es, pero Lou quiere que te des cuenta, porque no sólo era su canción, sino también la tuya, la mía y la de todos.
I´m Waiting For The Man? dudo mucho que tenga que ser descubierta por alguien a estas alturas; cualquiera ha escuchado ese riff potente y veloz lleno de gancho, y, sin apenas cambios en su estructura. Un claro ejemplo del minimalismo que siempre buscaron tanto Lou Reed como Warhol: el mantra de que el arte no debía ser enrevesado para considerarse como tal. La guitarra luce desenfadada y monocorde, cuyas dos notas son el tótem sobre el que gira la melodía, prácticamente.
No es muy difícil averiguar sobre qué habla el tema, pero lo que sugiere es ante todo ansiedad. Ansiedad producida por el síndrome de abstinencia que atenazaba a un Lou que necesitaba su dosis de heroína, a su camello de confianza. Una canción vehemente, enfurecida, con un tempo llevado perfectamente por Tucker y Morrison reflejando ese estado de ansiedad: la desazón del drogadicto que sabe que sin su ración diaria se siente más que nunca en un mundo de extraños.
Como curiosiad, añadir que Bowie, nada más escucharla –estamos hablando de Bowie en el 67, cuando aún no era, ni mucho menos, en el coloso en el que se convertiría pocos años después- la incorporó raudo y veloz al repertorio de su banda en aquel momento, The Riot Squad. Al mismo tiempo, también inspiró a Johnny Rotten para montar los Sex Pistols.
Femme Fatale? supone la primera incursión de Nico como cantante. Fría y distante, dulce a la par que altiva, Nico aparentaba fortaleza cuando en realidad eso era un subterfugio. Ya tenía todos los trazos para convertirse en una estrella estrellada, y eso se nota en su tono de voz, impasible, indolente, propensa al cinismo y escapismo como motor de su vida. De todos modos, la germana realiza una interpretación sobria, aséptica, manteniéndose en el contexto de la canción. Los coros son geniales, y la melodía, que mantiene esa estructura monolítica propia de los neoyorquinos, se perpetúa acompañada por el sonido de una pandereta y con un coro un tanto extraño por parte de Cale y Reed.
La canción fue una imposición de Warhol a la banda. El artista pensaba que con la presencia de aquel ángel germano, esa banda de chicos duros, empecinados en su papel de antihéroes y heroinómanos de medio pelo, podía ganar glamour; incluso Warhol encargó a Paul Morrisey, su mano derecha que intentase, por todos los medios, que Nico asumiese el papel de frontwoman, algo que ni Lou Reed ni John Cale iban a permitir.
Sin embargo, la disputa se quedó en tablas: Nico no cantaría todo el disco, pero sí unas cuantas. La temática, según cuentan algunos periodistas, hace referencia a la actriz Edie Sedgwick, una de las innumerables musas que el artista ha tenido. Sin embargo, es correcta la interpretación de que no sólo hace referencia a la citada actriz, sino que viene a ser, como así decirlo, una especie de canto a esas mujeres cuya locura, belleza y arrogancia nos vuelve locos.
Sabemos que no hemos de caer en sus redes ya que acabaremos metidos en algún lío o con el corazón roto o desmadejado, pero aun así, como Ulises por las sirenas, nos dejamos llevar por su peligroso y bello canto.
La presencia del Marqués de Sade, Bukowski o Fante afloran en otra delicia musical como Venus in Furs, la canción por antonomasia del sadomasoquismo y el bondage, confirmando a los neoyorquinos como unos revolucionarios dentro de una generación plagada de revolucionarios, con la salvedad de que ellos nunca habían tratado el sexo como la unión de dos cuerpos y dos almas en una, sino en una concepción de éste alejado de cualquier mística, donde la iracundia, el furor y el salvajismo se dan cita en un tema que proviene de un libro que la banda encontró y cuya autoría corresponde a Michael Leigh llamada como la canción y que también trata esta perversa práctica sexual.
Musicalmente destaco la melodía que pergeña Cale con la viola, de clara reminiscencia oriental. El aura del tema es especialmente desasosegador por la presencia de esos cascabeles que parecen tintinear a lo largo de la canción; los coros alcanzan aquí su máxima expresión, tanto por ejecución como por propuesta. Una canción que fue censurada en su época debido al virulento lenguaje que la Velvet empleaba en esta canción.
Run Run Run nos propone otro viaje a los bajos fondos de la ciudad.
Miríadas de personas huyen despavoridas junto a sus camellos ya que la policía acecha y la fiesta se acaba. En términos musicales no vamos a negar que es uno de los más flojos del disco, pero es que no todo el monte es orégano, e incluso los grandes discos tienen sus momentos de flaqueza. Quizás salvaría el pegajoso y elástico estribillo y los suaves ramalazos guitarreros de Morrison en forma de zumbidos.
¿Cómo introduce uno un himno como Heroin? Se ha convertido, con todo el merecimiento del mundo, en un himno no sólo de la banda, sino también de una juventud desarraigada, coetánea a la suya y que veía en los neoyorquinos a una especie de símbolos a los que aferrarse como si les fueran propios. Sus casi siete minutos de duración constituyen un auténtico viaje astral sobre las consecuencias y efectos del exacerbado consumo de heroína.
El áspero viaje que Lou nos propone por los vericuetos de su alma, usando esta droga como una experiencia que trasciende del mero placer físico para meternos de lleno en una experiencia extrasensorial. Lou, cuando se pincha se siente como el heredero de Jesucristo en el planeta Tierra –When I´m rushing on my run and I feel just like Jesus son and I guess that I just don´t know- al mismo tiempo que sublima un mensaje de autodestructivo, donde una vida futura es una quimera y el propio futuro un desecho de nuestros pensamientos.
La música es sencillamente hipnótica, traduciendo a la perfección ese embelesamiento a través de una melodía cadenciosa donde dos notas se hacen con el control de la canción, manejando a la perfección el equilibrio de la canción y, sobre todo, esos ritmos in crescendo para luego volver al estado en el que se encontraba la canción al empezar.
Las guitarras de Lou, Morrison y la viola de Cale, unidos al inconfundible batir de Tucker a la batería pretenden crear una situación de trance, es decir: representar, de algún modo las subidas y las bajadas que produce la heroína en el bombeo del corazón y en la actividad del sistema nervioso. A partir del minuto cinco, la canción abandona su estado natural para ir trazando una melodía chirriante equivalente a la subida de tensión y al estado enajenatorio del adicto a esta sustancia. Excelente demostración de sonido noise, sin duda.
Con She Goes Again volvemos a la Velvet más desenfadada y dinámica, demostrando una vez más que no sólo eran una panda de ácratas malhumorados, sino que, si había que jugar a las reglas poperas establecidas por los británicos, se jugaba y no había más. Para este tipo de lides, la voz de Nico es la más indicada. La alemana, cobijada por una muralla sonora donde esa perfecta intro y ese sonido desenfadado inundan la canción de un deje a lo The Mamas and The Papas encantador.
Curiosamente, esa música que, por momentos, parece celestial –al menos al lado de la decadencia que suscita Heroine- vuelve a establecer el prototipo de la mujer cínica y mentirosa que no tiene ningún dilema moral a la hora de estar con dos hombres al mismo tiempo, sabiendo que, pese a quedar como una golfa, ella disfruta con esa condición, haciéndote ver que tú caerás de nuevo y tendrás ganas de hacerle daño, difuminando la barrera entre víctima y victimario. ¿En realidad quién daña a quién? ¿Quiénes son, en una relación sexual o sentimental, los vencedores y vencidos? El amor deja cicatrices y heridas, y con ello, sabores amargos para ambas partes. De eso también quiere Lou que seas partícipe.
Ya que hablamos de amor, I´ll be your mirror sigue con esa tónica distendida en la que abre la posibilidad de que, evidentemente el amor y el mundo puedan ser una trampa hostil pero habitable al mismo tiempo. La interpretación vocal de Nico es deliciosa pero distante; es por así decirlo como un consolador: placentero en el acabado, pero fría en la ejecución. Aun así, se valora la intención de Lou de olvidar por un instante ese magma de pensamientos ríspidos y ejecutar una delicada composición cuya destinataria no es otra que Nico; y es que por muy duro que Reed fuera, ante todo es hombre y humano. Él también experimentaba la congoja y torpeza que muchos hombres sentimos cuando son los ojos de una mujer los que se fijan en nosotros.
El cierre del disco podría haber sido mejor, la verdad, pero a un disco que apenas contiene fisuras, pocos alegatos en su contra se pueden hacer. Black Angel Son intentó ser un experimento vanguardista, una manifestación de art-rock mediante una maraña de sonidos noise que, lejos de atraer al oyente, lo alejan. European Son y sus sonidos entrecruzados tomando como referente un riff de guitarra bastante reiterativo tampoco ayudan a que el cierre sea antológico, lo cual es una pena, porque si se hubiesen obviado, estaríamos hablando de un disco prácticamente perfecto de principio a fin, pero, desgraciadamente, no se puede alcanzar la perfección.
¿Qué sucedió después del disco? Pues que Lou Reed se deshizo de Warhol como mánager y aprovechó, también, para deshacerse de Nico, ya que la relación entre el heroinómano adusto, el artista megalómano y la Mesalina alemana se hizo prácticamente insostenible, unido a un disco que pasó sin pena ni gloria en su momento; y es que, en pleno efluvio de la contracultura, un disco que reflejase el lado más cruel, soez, descarnado de una generación que sólo buscaba evadirse y fraguar en su imaginación el ideal de un mundo perfecto era prácticamente imposible. El debut de la Velvet inició una larga lista de álbumes que, en su momento, fueron considerados como ‘malditos’, pero que luego alcanzaron una gloria que les fue negada en su día.
Los siguientes discos de la Velvet mantuvieron también un nivel altísimo, demostrando que Reed y Cale no necesitaban de una amazona como Nico para conseguir adeptos. ¿Qué fue de ésta? Debutó en solitario, demostrando con su música que era un espíritu desangelado reflejado en el hermetismo desarrollado en sus canciones. Pocas artistas de la época supieron aunar los conceptos de belleza y tristeza, inteligencia y puerilidad como ella.
Su imagen, unida a la polémica –historias turbulentas con estrellas de cine, abortos clandestinos, y, sobre todo, contactos con bandas terroristas como Baader Meinhoff- menoscabaron su imagen, deteriorándola hasta morir en los años ochenta en Ibiza mientras paseaba en bicicleta. La vida muchas veces gasta ese tipo de bromas macabras, ya ven. Respecto a los demás, siguieron en la música con desigual éxito: mientras que Lou Reed disfrutó de fama y reconocimiento en solitario, la otra cara de la moneda la personificaba Cale, cuyo estilo barroco tuvo una influencia comercial bastante discreta, aun así, su trabajo como productor fue celebrado y alabado por todos.
La Velvet Underground And Nico es uno de esos discos que trascienden el ámbito del rock para situarse en una atalaya de superioridad: ésa que te otorga el hecho de haber roto los esquemas y que, por momentos seas tú quien marque las reglas del juego, credo asumido por toda toda una estirpe de grandes bandas que nacieron cobijados por ellos, y lo que es más importante: la aparición del llamado Do it yourself –hazlo tú mismo- en el ámbito musical, o si no, que le pregunten a bandas olvidadas de los noventa como Fugazi, Neurosis o Helmet o a uno de los padres del Grunge: Husker Du.
El debut de esta banda es tan imprescindible como un Sticky Fingers de los Stones, un White Album de los Beatles o un The Wall de Pink Floyd. No importa que no te guste el rock, este trabajo es una obra maestra innegociable. Un nueve le otorgo, y que habría sido un diez de no ser por las dos últimas canciones.
Como curiosidad, añadir que Brian Eno, músico de Roxy Music y afamado productor –él elevó a los altares a Bowie con su trilogía de Berlín a su vez que hizo de U2 una banda descomunal, comentó que es posible que a la banda la escuchase poca gente, pero todos los que lo hicieron, formaron una banda. Una auténtica máster piece.
1. Sunday Morning
2.I´m waiting for the man
3.Femme Fatale
4. Venus In Furs
5. Run Run Run
6. All Tomorrow´s Parties
7. Heroin
8. There She Goes Again Lyrics
9. I'll Be Your Mirror Lyrics
10. The Black Angel's Death Song Lyrics
11. European Son
La viva imagen de una Europa que pudo ser y que no fue. ¿Por qué esta perorata sobre cómo funcionaba el mundo en los años sesenta? Muy fácil: porque cualquier disco acaecido en esta época siempre tiene una historia detrás, un guión sobre el que se erigieron ilustres obras.
Es muy difícil entender a Lennon, Joplin o Morrison sin Vietnam y el fracaso del ejército americano en las profusas selvas del Vietcong, al igual que resulta difícil entender canciones del Beggar´s Banquet de Sus Satánicas Majestades obviando los disturbios obreros que azotaron Londres y diversos centros industriales capitales para los británicos como Manchester o Newcastle. Cada disco grabado en Europa y en América trataba de captar ese ambiente de inconformismo y de miseria moral tamizado en diversas revueltas estudiantiles, como las de Mayo del 68 o la Primavera de Praga en Europa
Por otra parte, teníamos a Estados Unidos y el volátil y a su vez acelerado proceso de revoluciones por los derechos cívicos, capitaneados por unos Martin Luther King y Malcom X asesinados por el barbarismo de un amplio sector de la población que consideraba a los negros básicamente como activos de una política mercantilista.
Al mismo tiempo que se desarrollaban estos acontecimientos, el rock en Estados Unidos discurrió por unos cauces que, en cierta medida, guardaba un ligero paralelismo con el británico en lo que a concienciación social se refiere –evidentemente cada uno con sus propios problemas sociales-, pero a su vez, esa rabia, desolación, frustración e iracundia lograron transformarla en un remanso de paz y de reserva espiritual que fue el movimiento hippie, la contracultura y el llamado “Summer of Love”, que marcaría el cenit de una época de camaradería y días de vino y rosas donde la gente, por un momento, dejó al lado sus filias y sus fobias para combatir al enemigo común: la injusticia.
Es curioso comprobar el hecho de que si uno observa las letras de The Doors, la propia Joplin, Hendrix o Greateful Dead, se encuentra una marcada concienciación sobre los avatares que sufría el mundo y la sociedad estadounidense de la época al mismo tiempo que invocaban para sí mismos un mayor protagonismo de la llamada sociedad civil. Esta sociedad civil de la que indirectamente se hablaba en las letras de estos grupos, tenía como premisa o axioma el hecho de que los ciudadanos, actuando como un ente propio, como una especie de personalidad jurídica, expresasen sus intereses, ideas, pasiones e ideas y el intercambio de información para la consecusión de intereses comunes.
Muchos os preguntaréis lo siguiente: ¿y qué tiene que ver este último párrafo con la Velvet Underground o con Lou Reed? La respuesta es muy sencilla, y es que mientras los llamados puntales del rock sesentero americano se pasaron gran parte de sus carreras buscando un ideal de justicia y progreso, La Velvet y Lou Reed sincretizaban, o si se prefiere, aunar conceptos tan antagónicos como el hedonismo y el propio nihilismo. La banda supuso una total ruptura a la hora de hacer rock en Estados Unidos. Cisma que, posteriormente se trasladaría también a Europa, aunque para eso tendría que pasar algún tiempo.
Hablar de la formación y los suyos es hablar de su principal ideólogo o teórico: el controvertido Lou Reed. Nacido en el seno de una familia conservadora, heredera del hermetismo y la austeridad herencia de la Inglaterra victoriana, desde bien joven fue sometido a duras terapias de electroshock y psiquiatría para poder cotejar si su bisexualidad era fruto de un trastorno mental, o bien una fase más de esa controvertida época de rebeldía que solían y suelen tener los jóvenes en la adolescencia. Desde bien joven, manifestó un interés rayano en lo obsesivo sobre musicalizar la gran novela americana en un disco.
Ávido lector de Poe, persistente devorador de Dashiell Hammett, considerado como el padre de la novela negra, usó la ciudad de Nueva York como lienzo donde pintar siempre cuadros sórdidas, decadentes y duros, que encontroncaban con esa Nueva York que pintaban tanto Scorsese y Leone, y totalmente contrapuesta a la bonhomía y vanguardia de las películas de Woody Allen
Los inicios de Reed fueron duros en parte por el ambiente represivo que se respiraba en su hogar, y también porque la universidad le frustraba bastante, ya que no encontraba a nadie con quien pudiese compartir sus dos grandes pasiones: la música y la literatura. Sin embargo, muchas veces la vida, aparte de ser azarosa, es muchas veces caprichosa, y el anhelo del neoyorquino por encontrar a personas que compartieran aficiones, cuitas y vicios con él, se vio recompensado con la amistad que trabó con John Cale. Tanto Lou como John representaban, por así decirlo, una especie de antítesis o contigencia emocional y musical que se vio reflejada tanto en el sonido de la Velvet como en sus posteriores carreras en solitario.
Lou era anárquico, irreverente, y dotado de una personalidad tan peculiar que resultaba raro no tener, al menos, una discusión diaria con él. Musicalmente, siempre prefirió la simpleza y el rudismo –al menos durante su primera etapa. Luego, en solitario, se apreciaría una evolución más que interesante-, mientras que John siempre fue un fino estilista en el ámbito musical, como bien demostraba tocando la viola, la guitarra, el piano y encargándose de los arreglos de la banda.
Una vez sentadas las bases de lo que sería la banda en lo que a organización musical y compositiva se refiere, era el momento de encontrar a unos integrantes que se plegaran, desde el primer momento a lo que Reed y Cale querían. Tras incesantes búsquedas, dieron con Sterling Morrison –uno de los pocos amigos que Reed tenía en su época de estudiante- y Moe Tucker, la hermana de Jim Tucker, amigo también del neoyorquino y principal teórico del nombre de la banda, que era el título de un libro de sadomasoquismo que se encontró mientras pululaba por los bajos fondos de la ciudad de los rascacielos.
El anhelo de la Velvet por sonar rompedores se vio reflejado en el empecinamiento de Reed en controlar las pautas musicales desde el primer momento. Le exigió a Tucker que dejase a un lado las baquetas tradicionales en detrimento de unos mazos que otorgaban al sonido de ésta uno mucho más grosero, asimismo, estaba prohibido tocar Blues. Por otra parte, John Cale se convirtió en el segundo a bordo en la nave pilotada por Lou Reed, utilizando a la banda para calmar sus ansias creativas.
Siempre fue el más vanguardista en términos musicales, llegando a aborrecer, como confesaría en entrevistas posteriores, la tiranía de Lou y esa persistencia en buscar un sonido caótico y desordenado. En lo relativo a la composición lírica, Reed recelaba de esos días de vino y rosas que con tanto ahínco preconizaban los hippies y cantautores como Bob Dylan. El ideal de un mundo equitativo era algo que a él, básicamente le traía sin cuidado.
Sus letras reflejaban básicamente el ambiente y la Nueva York que él mismo recorría: lóbrega, agreste, deshumanizada, enraizada con ese ambiente decadente y oscuro de los relatos dede la novela policíaca de mediados del siglo XXA García Lorca y el surrealismo dolorido de éste. Al mismo tiempo, esa faceta lírica, de querer captar el ambiente de una ciudad en la que no era todo lo que relucía, quedaba plasmada en atrayentes, sicalípticas y mazorrales historias sobre toxicómanos, traficantes, prostitutas, travestis, transexuales, suicidas y gente amante del sexo con violencia, que se contraponían con esa Arcadia o Edén pretérito que tanto gustaba en la costa Oeste de Estados Unidos.
La figura de Andy Warhol fue fundamental desde un primer momento, adoptando el papel del Papa Julio II respecto a Miguel Ángel, lo llevó a la práctica con Lou y sus muchachos, erigiéndose en su mecenas y líder comercial y artístico. El norteamericano era un artista ecléctico y multidisciplinar, como bien lo demuestran sus inquietudes artísticas como la serigrafía, la pintura, el cine vanguardista y la literatura. El icono del pop-art se fijó en la banda durante una actuación en los bajos neoyorquinos, impresionado por esa arrogancia e imagen oscura de la que hacían gala. Logró contactar con ellos, convirtiéndolos en el atanor de su proyecto The Exploding Plastic Inevitable, que era una mezcla entre música, baile, películas y actuaciones grabadas en varios cortos.
Resulta curioso cómo dos figuras tan distintas como Reed y Warhol llegaron a trabajar juntos. Uno era meticuloso, megalómano y con una querencia por el glamour exacerbado; el otro sólo se preocupaba por tocar, encontrar droga, y, cuando el tiempo se lo permitía, calmar sus ansias literarias.
Dos personas en principio antagónicas, protagonizaron una de las más exiguas y fructíferas uniones de la historia del Rock y de la música en sí. Así las cosas, la música de los neoyorquinos alcanzó una dimensión mediática y artística que, sin el mecenazgo de éste, habría sido muy difícil lograr. Andy quiso hacer de aquellos altivos y toscos muchachos en algo grande. Para ello, financió el primer disco de la banda, y puso como condición que la teutona Nico, modelo y sanctasantorum de la Factory fuera activo permanente de la formación.
Nico era el fiel reflejo del caprichoso y voluble carácter que suele caracterizar a muchas modelos. De piel blanca como el alabastro, cabello dorado que brillaba como el sol poniente y esos labios perfectamente trazados, sensuales, como si de una Mesalina del siglo XX se tratase, se convirtió en uno de los principales reclamos no sólo publicitarios de la banda, sino también ejerció a la perfección su papel de nexo de unión entre elegancia y aspereza.
Precisamente la relación entre Nico y Lou Reed sirvió –ironías del destino- para que éste compusiera canciones que hoy día son mitos musicales. Nico admiraba a Lou, su capacidad para transformar lo simple en algo valioso, su altanería aderezada de un sórdido sentido del humor y esas dotes de mando que le conferían a Lou el jefe de una centuria romana en vez de un músico. Reed, en cambio, detestaba a la germana; pensaba que para que su banda fuese grande, no era necesario recurrir a la voluptuosidad y superficialidad de una modelo que atrajera fans.
Consideraba que la música era música, y que el teatro, el cine y la moda eran disciplinas totalmente diferentes. Al mismo tiempo, no soportaba esa actitud de gata engreída, esa sonrisa sardónica y arrogante de la que hacen gala muchas mujeres conscientes de su poderío físico y que se traslada al ámbito psicológico. Esta lucha de egos, esta especie de guerra fría entre ambos, lejos de dinamitar o fagocitar un posible cisma, sirvió para que la creatividad musical fluyera. Ambos se dieron cuenta de que, al menos en ese momento, se necesitaban el uno al otro.
¿Qué es lo que hace especial el debut de la Velvet? Fácil. En primer lugar, la actitud. Mientras que coetáneos de la Velvet asumían un concierto y un disco como un compromiso con los fans y un determinado movimiento social o política, ellos hicieron de la desidia su estandarte, enarbolándola en el estudio y en directo. Por otra parte, las letras. Las composiciones líricas de los neoyorquinos no eran sino la expresión o sublimación de un estilo de vida decadente y grotesco.
Siempre se ha dibujado a la Velvet como el reverso tenebroso, la antítesis de lo que se estaba gestando en Londres y en la costa Oeste de Estados Unidos, como se aludía en anteriores párrafos. Si el leitmotiv de la contracultura era el consumo de opiáceos y de LSD, que facilitaba un estado de felicidad y la asunción de una entelequía donde la felicidad era no sólo la premisa, sino también un objetivo primordial, los neoyorquinos eran el fiel reflejo de una Nueva York virulenta a la que idealizaban, potenciando su imagen de vertedero espiritual a través del consumo de la heroína y las anfetaminas.
Si Morrison, Joplin, Slick o Hendrix preconizaban el concepto de sexo como una manifestación de la libertad y la unión de almas; los de Nueva York hablaban del sexo de forma impúdica, descarnada, donde la inhibición quedaba totalmente postergada en detrimento del sadomasoquismo más exacerbado al puro estilo Marqués de Sade en la figura de personas que no eran sino las almas que Lou y John se encontraban en el Upper West Side o en Greenwich Village: rostros macilentos, enjutos y hampones de medio pelo que anhelaban medrar por la vía rápida.
Por otro lado estaba la Factory de Warhol, símbolo de frivolidad, decadencia aderezada de histrionismo y de poetastros y demás sucedáneos de artistas, que, al igual que sucedió en los años veinte con la Belle Epoque en Europa, no era sino el cenáculo de perdedores y fracasados, de gente cuyas pretensiones artísticas se contraponían a su talento y que nunca llegaron a habitar el cielo de las mitologías. Aquél que sólo estaba reservado para unos cuántos.
Otro acierto de la banda fue la de mostrar un mensaje, tanto musical como lírico de honestidad, abandonando un ficticio mundo de evasión, el quinteto apostó desde un primer momento por retomar los orígenes del rock contando historias que eran las que glosaban las crónicas de sucesos de los diarios de la ciudad. Mediante este ejercicio de periodismo freelance, Lou y John, -especialmente el primero- novelaban al más puro estilo Truman Capote la crónica de una sociedad que besaba y se arrobaba con la oscuridad que se adueñaba de sus corazones, reconociéndola como propia.
Se asumía, sin remilgos y prejuicios de ninguna naturaleza la existencia de un mundo donde el barroquismo y los claroscuros que Lou y Cale trazaban mediante las letras y su música, la asunción de un trazo certero sobre Nueva York y la otra parte no descubierta de los sesenta norteamericanos que ellos pretendían descubrir sin necesidad de escenificarlo con tanto boato publicitario. Si Morrison o Dylan se habían convertidos en heraldos y poetas de un progreso que nunca llegó, al menos en esa época, Reed asumió la parte mefistofélica. Desde un primer momento se dedicó a salir, entrevistarse con gente de procedencia dispar para ir moldeando lo que sería el esqueleto musical de su disco debut.
Sumergirse en este disco sin antes cerrar los ojos y visualizar al travesti marginado por los convencionalismos sociales, el yonqui desmadejado que sabe que está arruinando su vida pero sabe que aquello es ya un laberinto sin salida o las lóbregas prostitutas que laceran su alma a cambio de un puñado de dólares y las relaciones sexuales disfuncionales, donde cualquier elemento romántico se diluye entre sadismo como catarsis emocional respecto a los problemas diarios y a la marginalidad acuciante es muy complicado.
¿Cómo es el debut de la Velvet Underground en el ámbito musical? Cualquier etiqueta no sirve, desde luego, y, al mismo tiempo, servirían muchas. Muchos califican esta ópera prima de los neoyorquinos como Pop, etiqueta que es aplicable a algunas canciones, como por ejemplo la deliciosa Sunday Morning y All Tomorrow Parties. Muchos –y yo entre ellos- piensan que éste es un trabajo de rock alternativo. De hecho, tal etiqueta nace y debe morir siempre con este disco. ¿He escuchado Punk?
Sin duda aúna esos elementos que los propios punks asumirían como una ceremonia eucarística tanto en su modo de vivir como en su música e ideología. Al mismo tiempo, es difícil concebir el debut de Iggy y los Stooges y Fun House sin este primer disco, ya que en palabras del propio Iggy, supuso un cisma con lo establecido, un nuevo mundo se abría y diferentes formas de encarar tanto la música como los problemas sociales se presentaban a los músicos.
Etiquetas aparte, la Velvet es ante todo rock n roll con mayúsculas, incendiaria a su modo, con un sonido perceptible y cognoscible por y para todos. No tiene esa energía incendiaria y gamberra de Ac/Dc, ni del virtuosismo de Purple, la grandilocuencia de los Who o el marcado aire a sur de los Estados Unidos del que se valieron los Stones y Zeppelin para crear sus grandes obras, pero, aún así, pese a su marcado aire minimalista, estamos ante un grupo de rock con mayúsculas.
Entrando en las canciones, ¿cómo no conmoverse ante la dulzura de Sunday Morning? Sí que es verdad que abrir un disco de rock con una balada, medio tiempo, canción lenta o llámenlo como quieran, fue un pequeño desacierto, puesto que no logra meterlo a uno de inmediato en trance. Aun así, no se puede negar que es una de las grandes canciones de la banda.
Auspiciado por esos bellos y dulces tonos de teclado que dejan entrever esa característica campana de los juegos de cuna que se les pone a los bebés, la canción avanza solemne y marcial, manteniendo ese tono condescendiente y melífluo que acerca a los neoyorquinos al pop más tradicional, demostrando así que no sólo eran esos chicos malos y estridentes que se pasaban las horas muertas rumiando su desencanto hacia todo y todos.
La estructura de la canción es perfecta, y contiene una de las mejores interpretaciones de un Reed que se muestra evocador, desbaratándose esa imagen de enfant terrible que siempre le ha acompañado y secundado por un solo de guitarra sencillo y efectista hecho por él y tocando siempre el mínimo número de notas posibles para que luego, John Cale lo acompañe con unos acertados arreglos de viola y Nico apunte su peculiar tono de voz en forma de coros. Canción redonda y que le sirvió a Lou para vengarse, de forma más o menos elegante, de la presencia de la imponente teutona, quien en un principio iba a cantar el tema, pero, finalmente, se decidió que fuese Lou quien se encargase de ello.
Enardecido por esta pequeña victoria, Mr. Rock n Roll Machine cantó la canción imitando –o, al menos intentándolo- el tono frío y ligeramente asexuado de Nico, demostrándole que su presencia en la banda no era más que una mera imposición de Warhol.
La temática de la canción es sencilla: Sunday Morning, domingo por la mañana, residuos de lo que, seguramente fue una noche de desenfreno. Seguramente hubo chicas a las que requebraste o te ignoraron; o también puede que esa noche triunfaras y te fueras a tu casa con un alegre sabor de boca, carmín en los labios y el sudor que desprenden dos cuerpos cuando se entrelazan y se unen entre sí. Caminas por la calle y sientes cómo tus vecinos te miran como un réprobo, un díscolo, pero… ¿Acaso es mejor su forma de vivir? En absoluto lo es, pero Lou quiere que te des cuenta, porque no sólo era su canción, sino también la tuya, la mía y la de todos.
I´m Waiting For The Man? dudo mucho que tenga que ser descubierta por alguien a estas alturas; cualquiera ha escuchado ese riff potente y veloz lleno de gancho, y, sin apenas cambios en su estructura. Un claro ejemplo del minimalismo que siempre buscaron tanto Lou Reed como Warhol: el mantra de que el arte no debía ser enrevesado para considerarse como tal. La guitarra luce desenfadada y monocorde, cuyas dos notas son el tótem sobre el que gira la melodía, prácticamente.
No es muy difícil averiguar sobre qué habla el tema, pero lo que sugiere es ante todo ansiedad. Ansiedad producida por el síndrome de abstinencia que atenazaba a un Lou que necesitaba su dosis de heroína, a su camello de confianza. Una canción vehemente, enfurecida, con un tempo llevado perfectamente por Tucker y Morrison reflejando ese estado de ansiedad: la desazón del drogadicto que sabe que sin su ración diaria se siente más que nunca en un mundo de extraños.
Como curiosiad, añadir que Bowie, nada más escucharla –estamos hablando de Bowie en el 67, cuando aún no era, ni mucho menos, en el coloso en el que se convertiría pocos años después- la incorporó raudo y veloz al repertorio de su banda en aquel momento, The Riot Squad. Al mismo tiempo, también inspiró a Johnny Rotten para montar los Sex Pistols.
Femme Fatale? supone la primera incursión de Nico como cantante. Fría y distante, dulce a la par que altiva, Nico aparentaba fortaleza cuando en realidad eso era un subterfugio. Ya tenía todos los trazos para convertirse en una estrella estrellada, y eso se nota en su tono de voz, impasible, indolente, propensa al cinismo y escapismo como motor de su vida. De todos modos, la germana realiza una interpretación sobria, aséptica, manteniéndose en el contexto de la canción. Los coros son geniales, y la melodía, que mantiene esa estructura monolítica propia de los neoyorquinos, se perpetúa acompañada por el sonido de una pandereta y con un coro un tanto extraño por parte de Cale y Reed.
La canción fue una imposición de Warhol a la banda. El artista pensaba que con la presencia de aquel ángel germano, esa banda de chicos duros, empecinados en su papel de antihéroes y heroinómanos de medio pelo, podía ganar glamour; incluso Warhol encargó a Paul Morrisey, su mano derecha que intentase, por todos los medios, que Nico asumiese el papel de frontwoman, algo que ni Lou Reed ni John Cale iban a permitir.
Sin embargo, la disputa se quedó en tablas: Nico no cantaría todo el disco, pero sí unas cuantas. La temática, según cuentan algunos periodistas, hace referencia a la actriz Edie Sedgwick, una de las innumerables musas que el artista ha tenido. Sin embargo, es correcta la interpretación de que no sólo hace referencia a la citada actriz, sino que viene a ser, como así decirlo, una especie de canto a esas mujeres cuya locura, belleza y arrogancia nos vuelve locos.
Sabemos que no hemos de caer en sus redes ya que acabaremos metidos en algún lío o con el corazón roto o desmadejado, pero aun así, como Ulises por las sirenas, nos dejamos llevar por su peligroso y bello canto.
La presencia del Marqués de Sade, Bukowski o Fante afloran en otra delicia musical como Venus in Furs, la canción por antonomasia del sadomasoquismo y el bondage, confirmando a los neoyorquinos como unos revolucionarios dentro de una generación plagada de revolucionarios, con la salvedad de que ellos nunca habían tratado el sexo como la unión de dos cuerpos y dos almas en una, sino en una concepción de éste alejado de cualquier mística, donde la iracundia, el furor y el salvajismo se dan cita en un tema que proviene de un libro que la banda encontró y cuya autoría corresponde a Michael Leigh llamada como la canción y que también trata esta perversa práctica sexual.
Musicalmente destaco la melodía que pergeña Cale con la viola, de clara reminiscencia oriental. El aura del tema es especialmente desasosegador por la presencia de esos cascabeles que parecen tintinear a lo largo de la canción; los coros alcanzan aquí su máxima expresión, tanto por ejecución como por propuesta. Una canción que fue censurada en su época debido al virulento lenguaje que la Velvet empleaba en esta canción.
Run Run Run nos propone otro viaje a los bajos fondos de la ciudad.
Miríadas de personas huyen despavoridas junto a sus camellos ya que la policía acecha y la fiesta se acaba. En términos musicales no vamos a negar que es uno de los más flojos del disco, pero es que no todo el monte es orégano, e incluso los grandes discos tienen sus momentos de flaqueza. Quizás salvaría el pegajoso y elástico estribillo y los suaves ramalazos guitarreros de Morrison en forma de zumbidos.
¿Cómo introduce uno un himno como Heroin? Se ha convertido, con todo el merecimiento del mundo, en un himno no sólo de la banda, sino también de una juventud desarraigada, coetánea a la suya y que veía en los neoyorquinos a una especie de símbolos a los que aferrarse como si les fueran propios. Sus casi siete minutos de duración constituyen un auténtico viaje astral sobre las consecuencias y efectos del exacerbado consumo de heroína.
El áspero viaje que Lou nos propone por los vericuetos de su alma, usando esta droga como una experiencia que trasciende del mero placer físico para meternos de lleno en una experiencia extrasensorial. Lou, cuando se pincha se siente como el heredero de Jesucristo en el planeta Tierra –When I´m rushing on my run and I feel just like Jesus son and I guess that I just don´t know- al mismo tiempo que sublima un mensaje de autodestructivo, donde una vida futura es una quimera y el propio futuro un desecho de nuestros pensamientos.
La música es sencillamente hipnótica, traduciendo a la perfección ese embelesamiento a través de una melodía cadenciosa donde dos notas se hacen con el control de la canción, manejando a la perfección el equilibrio de la canción y, sobre todo, esos ritmos in crescendo para luego volver al estado en el que se encontraba la canción al empezar.
Las guitarras de Lou, Morrison y la viola de Cale, unidos al inconfundible batir de Tucker a la batería pretenden crear una situación de trance, es decir: representar, de algún modo las subidas y las bajadas que produce la heroína en el bombeo del corazón y en la actividad del sistema nervioso. A partir del minuto cinco, la canción abandona su estado natural para ir trazando una melodía chirriante equivalente a la subida de tensión y al estado enajenatorio del adicto a esta sustancia. Excelente demostración de sonido noise, sin duda.
Con She Goes Again volvemos a la Velvet más desenfadada y dinámica, demostrando una vez más que no sólo eran una panda de ácratas malhumorados, sino que, si había que jugar a las reglas poperas establecidas por los británicos, se jugaba y no había más. Para este tipo de lides, la voz de Nico es la más indicada. La alemana, cobijada por una muralla sonora donde esa perfecta intro y ese sonido desenfadado inundan la canción de un deje a lo The Mamas and The Papas encantador.
Curiosamente, esa música que, por momentos, parece celestial –al menos al lado de la decadencia que suscita Heroine- vuelve a establecer el prototipo de la mujer cínica y mentirosa que no tiene ningún dilema moral a la hora de estar con dos hombres al mismo tiempo, sabiendo que, pese a quedar como una golfa, ella disfruta con esa condición, haciéndote ver que tú caerás de nuevo y tendrás ganas de hacerle daño, difuminando la barrera entre víctima y victimario. ¿En realidad quién daña a quién? ¿Quiénes son, en una relación sexual o sentimental, los vencedores y vencidos? El amor deja cicatrices y heridas, y con ello, sabores amargos para ambas partes. De eso también quiere Lou que seas partícipe.
Ya que hablamos de amor, I´ll be your mirror sigue con esa tónica distendida en la que abre la posibilidad de que, evidentemente el amor y el mundo puedan ser una trampa hostil pero habitable al mismo tiempo. La interpretación vocal de Nico es deliciosa pero distante; es por así decirlo como un consolador: placentero en el acabado, pero fría en la ejecución. Aun así, se valora la intención de Lou de olvidar por un instante ese magma de pensamientos ríspidos y ejecutar una delicada composición cuya destinataria no es otra que Nico; y es que por muy duro que Reed fuera, ante todo es hombre y humano. Él también experimentaba la congoja y torpeza que muchos hombres sentimos cuando son los ojos de una mujer los que se fijan en nosotros.
El cierre del disco podría haber sido mejor, la verdad, pero a un disco que apenas contiene fisuras, pocos alegatos en su contra se pueden hacer. Black Angel Son intentó ser un experimento vanguardista, una manifestación de art-rock mediante una maraña de sonidos noise que, lejos de atraer al oyente, lo alejan. European Son y sus sonidos entrecruzados tomando como referente un riff de guitarra bastante reiterativo tampoco ayudan a que el cierre sea antológico, lo cual es una pena, porque si se hubiesen obviado, estaríamos hablando de un disco prácticamente perfecto de principio a fin, pero, desgraciadamente, no se puede alcanzar la perfección.
¿Qué sucedió después del disco? Pues que Lou Reed se deshizo de Warhol como mánager y aprovechó, también, para deshacerse de Nico, ya que la relación entre el heroinómano adusto, el artista megalómano y la Mesalina alemana se hizo prácticamente insostenible, unido a un disco que pasó sin pena ni gloria en su momento; y es que, en pleno efluvio de la contracultura, un disco que reflejase el lado más cruel, soez, descarnado de una generación que sólo buscaba evadirse y fraguar en su imaginación el ideal de un mundo perfecto era prácticamente imposible. El debut de la Velvet inició una larga lista de álbumes que, en su momento, fueron considerados como ‘malditos’, pero que luego alcanzaron una gloria que les fue negada en su día.
Los siguientes discos de la Velvet mantuvieron también un nivel altísimo, demostrando que Reed y Cale no necesitaban de una amazona como Nico para conseguir adeptos. ¿Qué fue de ésta? Debutó en solitario, demostrando con su música que era un espíritu desangelado reflejado en el hermetismo desarrollado en sus canciones. Pocas artistas de la época supieron aunar los conceptos de belleza y tristeza, inteligencia y puerilidad como ella.
Su imagen, unida a la polémica –historias turbulentas con estrellas de cine, abortos clandestinos, y, sobre todo, contactos con bandas terroristas como Baader Meinhoff- menoscabaron su imagen, deteriorándola hasta morir en los años ochenta en Ibiza mientras paseaba en bicicleta. La vida muchas veces gasta ese tipo de bromas macabras, ya ven. Respecto a los demás, siguieron en la música con desigual éxito: mientras que Lou Reed disfrutó de fama y reconocimiento en solitario, la otra cara de la moneda la personificaba Cale, cuyo estilo barroco tuvo una influencia comercial bastante discreta, aun así, su trabajo como productor fue celebrado y alabado por todos.
La Velvet Underground And Nico es uno de esos discos que trascienden el ámbito del rock para situarse en una atalaya de superioridad: ésa que te otorga el hecho de haber roto los esquemas y que, por momentos seas tú quien marque las reglas del juego, credo asumido por toda toda una estirpe de grandes bandas que nacieron cobijados por ellos, y lo que es más importante: la aparición del llamado Do it yourself –hazlo tú mismo- en el ámbito musical, o si no, que le pregunten a bandas olvidadas de los noventa como Fugazi, Neurosis o Helmet o a uno de los padres del Grunge: Husker Du.
El debut de esta banda es tan imprescindible como un Sticky Fingers de los Stones, un White Album de los Beatles o un The Wall de Pink Floyd. No importa que no te guste el rock, este trabajo es una obra maestra innegociable. Un nueve le otorgo, y que habría sido un diez de no ser por las dos últimas canciones.
Como curiosidad, añadir que Brian Eno, músico de Roxy Music y afamado productor –él elevó a los altares a Bowie con su trilogía de Berlín a su vez que hizo de U2 una banda descomunal, comentó que es posible que a la banda la escuchase poca gente, pero todos los que lo hicieron, formaron una banda. Una auténtica máster piece.
1. Sunday Morning
2.I´m waiting for the man
3.Femme Fatale
4. Venus In Furs
5. Run Run Run
6. All Tomorrow´s Parties
7. Heroin
8. There She Goes Again Lyrics
9. I'll Be Your Mirror Lyrics
10. The Black Angel's Death Song Lyrics
11. European Son
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