Joseph Conrad fue marino antes que escritor. El mar recorrió su obra y le imprimió carácter. Cuando l noche del 14 al 15 de abril de 1912 el Titanic se hundió en poco más de dos horas, el hombre de mar y gran moralista que fue Conrad no pudo permanecer ajeno al drama y reflejó su visión del asunto en los dos textos que aquí se recogen y que cuestionan la labor de las comisiones de investigación cuyos trabajos fundamentaron una sentencia final sospechosamente favorable a los armadores.
Ambos textos son inestimables por su calidad literaria, por su lucidez en medio de la confusión y por su dimensión moral. Entre consideraciones técnicas sumamente atinadas, Conrad cuestiona la soberbia del armador, de la prensa, de los investigadores comisionados y de la sociedad toda que generó tan infladas y poco fundadas expectativas alrededor del Titanic, con tan dramáticos resultados.
El Titanic fue, por voluntad de sus propietarios, todo un símbolo, y el símbolo se volvió contra quienes lo concibieron.
El Titanic fue, por voluntad de sus propietarios, todo un símbolo, y el símbolo se volvió contra quienes lo concibieron.
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