Más un ensayo que un relato, Henry Miller vuelve a conmosionar al lector con una prosa llena de virtudes como desencanto. Analiza y desentraña el pasado norteamericano a través de las rememoraciones que le traen el puente de Brooklyn. Miller se siente capaz de compararse con cualquier habitante de la ciudad porque siente que la ciudad es la expresión máxima del caos y el crimen.
Miller no entiende de conseciones y desmenuza las flagantes humillaciones que el hombre somete a otros hombres. Ese conjunto de hechos y sucesos macabros y rebeliones a la que llamamos historia. Pero Miller continúa más allá y se juzga a sí mismo como hombre y las convencionalidades y desastres que él mismo tuvo que soterrar de su ser para considerarse un nuevo hombre.
Un hombre libre lejos de las miserias que soterra la sociedad y sus habitantes. Miller es extraordinario a la hora de penetrar en sus emociones, maneja con maestría el uso de fuentes para develar desde su singular perspectiva el mal sobre el cual recaemos.
Un hombre libre lejos de las miserias que soterra la sociedad y sus habitantes. Miller es extraordinario a la hora de penetrar en sus emociones, maneja con maestría el uso de fuentes para develar desde su singular perspectiva el mal sobre el cual recaemos.
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