3.11.15

Patrick Modiano "La hierba de las noches"

La hierba de las noches (publicada en Francia en 2012), ve la luz en nuestro país en este mismo año en el que recibe, no sin cierta sorpresa para propios y extraños, el Premio Nobel de literatura. Sonaban otros nombres, pero no cabe duda de que el francés Modiano ha sabido construir, durante casi medio siglo y con una veintena de títulos a sus espaldas, una de las obras más personales y coherentes de la narrativa europea actual, volviendo una y otra vez, de manera obsesiva, sobre el tema de la memoria y la identidad escurridizas.
En esta ocasión regresa con la forma (y adelanto, sólo la forma) de una novela negra, como ya hiciera por ejemplo en la Calle de las tiendas oscuras, creando una atmósfera de intranquilidad e inquietud (palabras que se repiten a menudo en el libro), falsas identidades, conversaciones a media voz y cortinas corridas, en torno a “un asunto muy feo” del que el protagonista Jean (alter ego de Patrick, personaje ya conocido para sus lectores asiduos) fue más o menos testigo indirecto en su juventud y cuya verdadera naturaleza intenta escrutar ahora, pasado el tiempo.

Pero, ¿acaso podemos conocer realmente aquello que vivimos? «Es curiosa la forma en que algunos detalles de la existencia que no vemos al momento, los descubrimos veinte años después», anota Modiano; y en otro momento, repite: «qué impresión tan rara notamos siempre cuando nos llegan aclaraciones, veinte años después, acerca de personas con las que nos cruzamos…

Por fin desciframos, gracias a un código secreto, lo que vivimos equivocados, sin entenderlo bien…». Y es que el pasado es, según dos bellas metáforas equiparables que aparecen en el libro (motivos de la novela que se repiten una y otra vez, como en una sinfonía).

Algo inasible, un tren que pasa demasiado rápido por una estación cuyo cartel no nos da tiempo a leer, por lo que apenas retenemos algunos detalles periféricos como el campanario de una iglesia o una vaca que pasta bajo un árbol, y es igualmente como «un trayecto en coche, de noche, sin faros, y por más que pegábamos la frente a la ventanilla no dábamos con ningún punto de referencia (…).

Veinte años después va uno por la misma carretera, de día, y por fin puede ver todos los detalles del paisaje. Pero ¿para qué?».

[Versión Kindle]

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