Modiano es un maestro de la novela policíaca. Aunque nada más escribir la palabra uno se pregunta: ¿es verdaderamente policíaca Domingos de agosto? Y es que también en los géneros Modiano se mueve en terrenos resbaladizos por más que en la contraportada se aluda a Simenon.
Podría ser considerada una extraña novela de amor escrita bajo la influencia del cine negro americano. Aparecen referencias a un actor muerto por una bala perdida, pero en realidad se tratan de referencias lejanas al cogollo argumental, aunque alguna pista nos dan sobre la procedencia de un diamante conocido como la Cruz del Sur, cuya posesión codician todos los personajes.
Lo que no cabe duda es que estamos ante una novela redonda o si se quiere circular que nos va arrastrando en medio de una atmósfera desangelada y fría.
Lo que no cabe duda es que estamos ante una novela redonda o si se quiere circular que nos va arrastrando en medio de una atmósfera desangelada y fría.
El narrador, un fotógrafo enamorado de Sylvia, se ve envuelto en una espiral de acontecimientos que lo van arrastrando, como a nosotros, los lectores, por callejones oscuros en medio de la grisura invernal por más que la historia cronológicamente comience en pleno agosto como refleja el título.
Pero no, lo característico, lo que deja una huella profunda en el lector es el invierno, la habitación desabrida en una pensión en Niza que obliga a la pareja a buscar refugios habitables en cafés heladores, en cines sórdidos, mientras esperan el acontecimiento definitivo que les libere y les lleve lejos, por ejemplo a Roma, una ciudad hospitalaria donde la pareja sueña una vida ajena a las preocupaciones mundanas. Pero, ah, las trampas, los engaños, las sutilezas de los hampones…
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