Simon Axler, eminente actor de teatro, pierde la capacidad de concentrarse y actuar. Está en la curva de bajada de la vida y se siente fracasado e inútil. Como en todos los últimos títulos de Philip Roth (Newark, 1933), “La humillación” (“The Humbling”, 2009) es una seca reflexión sin anestesia sobre el declive físico y la soledad espiritual, sobre los enigmas del sexo y la amistad, sobre la inevitabilidad de la muerte y lo absurdo de la vida. El firmante de “Goodbye, Columbus” (1959) sostiene firme el escalpelo de cirujano del alma y disecciona su propio crepúsculo sin sentimentalismos, in cold blood.
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