Nadie como la perversa Alicia para iluminar nuestras pesadillas. Fundido de manera definitiva con los reptiles que le acompañaban sobre sus hombros en escena, nos invitaba a entrar en su mundo con la piel verdosa, penetrante mirada y su diabólica sonrisa en la portada de su segundo disco en solitario.
Aquí Alicia repite producción de Bob Ezrin, personaje omnipresente a lo largo de su carrera, y le acompaña una banda de lujo, con dos killers del área a la guitarra como Dick Wagner y Steve Hunter, el increíble bajista Tony Levin, habitual en discos de Bowie, Peter Gabriel, King Crimson, o los músicos de Dream Theater ya en nuestros días, y un batería llamado Jim Gordon, que trabajó con tipos como Eric Clapton, George Harrison, los Beach Boys, Lennon y Yoko Ono… si bien se le se recuerda sobre todo porque en 1983 mató a su madre de un martillazo y la despedazó con un cuchillo de carnicero. Mola. Compañero ideal de gira, toda una inspiración sin duda para los gags escénicos de Alice Cooper.
El humor macabro y fanfarrón preside gran parte de los surcos de este álbum, que aportó dos nuevos clásicos para la posteridad, la balada “I Never Cry”, donde Alice sabe ponerse tierno como un gatito y hacer que le perdonemos todos sus desmanes, y la canción titular, una maravilla a la altura de sus mejores creaciones, con un riff atronador, a medio camino entre el Doom y el Black Metal que aún no habían nacido, y una letra inolvidable, tremendamente sarcástica, en la que el divo nos confiesa sus crímenes, y acepta la culpa, el destino final para su alma, condenada a arder eternamente entre las llamas del Infierno.
Ese es Alice, relatando las terribles fechorías cometidas a lo largo de su disoluta vida: Comportarse como un mocoso que se niega a actuar conforme a su edad, protagonizar actos de extrema violencia sobre el escenario, y enrabietar a los ciudadanos decentes. Por todo ello debe ir al Infierno, si, por todo ello, y por actos que nunca ha cometido, pero también se incluyen en la sentencia con un humor desternillante: Envenenar al perro de un ciego y robarle el bastón, forzar a un diabético a ingerir una barra de caramelo, y el mejor de todos: Envolver a un leproso y enviárselo por correo a su tía Jane. Alice Cooper se ríe del mundo con esa mención, pues durante años se difundió la leyenda de que su carácter y la temática de sus canciones procedían de un trauma que había sufrido de pequeñito, cuando presenció como un hacha colgada sobre la chimenea caía accidentalmente y decapitaba a su tía. Una historia falsa que alimentó la promoción y la imagen del genio como monarca supremo del terror en el Rock & Roll.
El resto del disco muestra al Cooper versátil de siempre, que brilla tanto en las baladas orquestadas (“Wake me Gently”) como en el rockabilly (“Give the Kid a Break”, no olvidemos que Elvis, y otros autores de los 50 como Little Richard, Gene Vincent o Eddie Cochran son algunas de sus principales influencias), la música disco, muy de moda en la época que nos ocupa (“You Gotta Dance”), el Hard Rock (“Wish you Were Here”, ojo a esas guitarras sangrantes al final, “Guilty”, que podría estar firmada por Paul Stanley y Gene Simmons, “Didn´t we Meet”, con un fantástico cambio de tiempo), los vaciles chulescos marca de la casa (“I´m the Coolest”, vaya si lo era), o los habituales momentos cinematográficos y de music hall (“I´m Always Chasing Rainbows”, con un guiño a la popular sintonía del Mago de Oz). Soberbia la forma en que este último tema se funde con la crepuscular “Going Home”, que cierra otro gran álbum del genuino Príncipe de las Tinieblas.
1. Go to Hell
2. You Gotta Dance
3. I´m the Coolest
4. Didn´t we Meet
5. I Never Cry
6. Give the Kid a Break
7. Guilty
8. Wake me Gently
9. Wish you Were Here
10. I´m Always Chasing Rainbows
11. Going Home
Alice Cooper - voz
Dick Wagner - guitarra acústica y eléctrica, voz
Steve Hunter - guitarra
Bob Ezrin - teclados
Tony Levin - bajo
Allan Schwartzberg - batería
Personal adicional
Bob Babbitt - bajo
Jimmy Maelen - percusión
Jim Gordon - batería
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