21.10.18

Enrique Vila-Matas: Néstor Sánchez "Nosotros dos" 1971 "Siberia Blues" 1967

¿Será verdad que en el fondo la mejor literatura es aquella que mueve a crear? Sea como fuere, Nosotros dos fue un libro decisivo para mí; tenía la cadencia del tango y de hecho resultaba muy parecido a un tango, del mismo modo que Siberia blues (1967), la siguiente novela de Sánchez, no era un libro sobre el jazz, sino lo más parecido que ha existido nunca al jazz. Vila-Matas
Durante mucho tiempo, por la década de los ochenta, se creyó que el escritor argentino Néstor Sánchez (1935-2003) había muerto sin dejar rastro. Como sumido en un abismo sin retorno. Incluso se le rindieron sentidos homenajes. Pero un día hizo su aparición. Sus seguidores, perplejos, fueron sabiendo poco a poco qué le había ocurrido durante tantos años sin saberse nada de él. Antes de morir, ahora ya definitivamente en 2003, había publicado un libro de relatos, La condición efímera. Dentro de este libro había también un breve texto sobre su estadía en Estados Unidos, Diario de Manhattan.

Néstor Sánchez introdujo en la novela argentina de los sesenta del siglo pasado algunas dudas programáticas en torno al realismo. Su primera novela, Nosotros dos (1966, y reeditada en España en 1971), llamó la atención de Julio Cortázar, que no reparó en elogios. En Diario de Manhattan, su autor registra su experiencia de empecinado homeless por la famosa Manzana. Al margen del estado clínico que lo pudo conducir a ese insólito territorio, lo cierto es que Néstor Sánchez (al que, por cierto, Enrique Vila-Matas agradece, en un libro suyo, haber leído Nosotros dos, gracias al cual inicia la escritura de sus primeros títulos) se convierte en una especie de infatigable flâneur.

La primera exigencia que se inflige es transitar por las calles de Manhattan sin emitir ninguna queja, escribir con la mano izquierda y observar en los rostros de los neoyorquinos los signos de la decadencia americana, su falta de empatía, su compulsiva pulsión al consumo y con ello su depredación del planeta.

El escritor estuvo en la época más dura de Nueva York. Camina por sus calles, pasea su voluntaria indigencia, se nutre de Cesare Pavese y George Gurdjieff; en medio de la nieve, el gélido frío, que su gastado abrigo apenas neutraliza, hace mella en su carne de clochard desamparado. Leo este libro (con un muy interesante epílogo de Osvaldo Baigorria), lleno de soberbia superviviente y desafío a una sociedad que “usa el sexo para aniquilar la emoción”, y me acuerdo de ese personaje de Paul Auster, tan rabiosamente contemporáneo de Néstor Sánchez, cuando exclama: “He venido a Nueva York porque es el más desolado de los lugares, el más abyecto”. Este libro es oportunísimo para comprender la poética narrativa de Néstor Sánchez. Y esa herida existencial que arrastró tan enigmáticamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario