Dominique Gonzalez-Foerster
Soy consciente de que Marienbad eléctrico se puede ver como un libro adjunto a Kassel no invita a la lógica, pero no fue ni siquiera idea mía escribirlo. La idea fue de Dominique Bourgois, mi editora francesa. Cuando ella supo que este septiembre el Pompidou había programado una Retrospectiva de mi amiga Dominique Gonzalez-Foerster, me encargó que escribiera algo sobre la relación artística entre Gonzalez-Foerster y yo, que hablara de la curiosa energía creativa que había generado nuestra amistad. Para mí fue importante hace ocho años conocer a Gonzalez-Foerster, entre otras cosas porque entré en contacto con una generación de artistas franceses que se negaron a replegarse en sí mismos y situaron su trabajo en una intersección de disciplinas y de intercambio de ideas con las demás artes.
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