17.1.19

Carlos Zanón "Problemas de identidad" 2019

Pepe Carvalho, quizá el más popular de todos los detectives patrios, ha resucitado. Más delgado, seriamente enfermo casi seguro, sin comer ya las excelencias que guisa, un punto lastimero para consigo mismo y amargado, sin duda más escéptico con brotes de cinismo; también más violento y mujeriego.La clave para resolver su resurrección se la proporcionó el mismo Vázquez Montalbán: publicadas ya las dos primeras entregas, en sus artículos para Interviú el escritor se hacía pasar por un personaje que visitaba a unos vecinos que eran un detective y su ayudante. Ahí comían, bebían y hablaban del tema motivo del artículo.
“Me gustó la idea de jugar con que existiera el Carvalho de verdad y luego hacerlo en primera persona, para saber qué pensaba directamente, sin la voz de su creador, algo que ya me había planteado como lector”, asegura Zanón.

Carvalho original era un derrotado moral y ahora lo es también físico y casi psíquico, que siente mucha conmiseración de sí mismo, claramente. Parece disfrutar chapoteando en su hundimiento moral, sintiendo “la maravillosa liberación de la derrota total”, como dice en la novela. “Es más torturado porque también habla en primera persona, pero es que he hecho un libro con Carvalho, con el mío, no un libro de Vázquez Montalbán; aun así, creo haber preservado sus rasgos esenciales: el humor, la ternura con los suyos, el odio al abusón, al matón, al poderoso, cierta conciencia de clase…”, recita. Pero, sobre todo, ha respetado “esa mezcla de conocimiento y decepción, de que la verdad siempre es decepcionante: te hace más sabio, pero no te sana”.

También es menos nostálgico el nuevo Carvalho, le duele menos la transformación de la ciudad como metáfora de la mutación de su propio mundo emocional. “Excepto su domicilio en Vallvidrera y su despacho en La Rambla, que es como si Sherlock Holmes no estuviera en Baker Street, el resto del mapa de la ciudad de Carvalho ha cambiado. Yo no tengo esa mirada global que tenía Vázquez Montalbán sobre Barcelona, esos paseos que hacía por las calles con las llaves para entender la situación sociopolítica”.

En cambio, ha usado como tramas y subtramas detectivescas casos reales ocurridos en la capital, pero distorsionados: una muerte turbia de un mantero a manos de un guardia urbano; un robo en un piso del Eixample barcelonés que acabó en carnicería; prostitutas asesinadas en la ladera oscura de Montjuïc (que ya quiso usar en su novela Taxi), la inmigración ilegal con pisos patera —“con restos de serie de siete nacionalidades distintas del Cirque du Soleil”—, un asomo del drama de los narcopisos en Ciutat Vella, un bullying a un adolescente… “Es una manera de denunciar que Barcelona no solo es la del Mobile Congress y una postal turística, de que a nuestras espaldas también hay en Montjuïc chicas que se alquilan por cinco euros”

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