El mago de Viena puede entenderse parcialmente como texto autobiográfico, donde literatura, experiencias personales, lecturas, análisis de ciertos autores, estética y ensayo se confunde en una rica amalgama. Su periplo vital, tan distinto de la mayoría de los hispanoamericanos, coincide en el hecho de que su obra se realiza, en gran medida, fuera de su país natal, donde ahora reside, tras una amplia carrera diplomática en países antes calificados del Este. En este libro, como en otros de no ficción, podemos adentrarnos en el mundo personal de Pitol que veremos reflejado en sus relatos y novelas.
El mago de Viena es un texto tan espléndido como raro, en el que podemos descubrir las preferencias del autor y hasta las nuestras. Está forjado con lecturas y admiraciones. La más evidente es la deBorges, así como la de los escritores eslavos, en particular Gogol, Chéjov y Tolstoi, por no citar a algunos polacos y rusos que frecuentó personalmente; a Nabokov, a Henry James, a Conrad, pero también a Darío Jaramillo.
Pitol establece una significativa diferencia entre los escritores de la vanguardia y los “excéntricos”, inclinándose por estos últimos, entre los cuales deberíamos mencionar al Nobel Gao Xingjian. Su estancia barcelonesa le dejó cierta huella, cuando Pitol se dedicaba casi por entero a la traducción. Una visita a La Habana le traerá a la memoria la de su juventud primera, cuando escribía un primer libro de poemas dadaístas que no llegó a ver la luz. Pronto se inclinaría por el relato breve y en las páginas 246 y 263, entre otras, descubriremos su teoría del cuento. De sus relaciones con autores españoles menciona la de María Zambrano en su exilio romano y la muy entrañable de Vila-Matas, con quien comparte curiosas anécdotas. Será Vila-Matas quien abrirá con un relato-prólogo la selección Los mejores cuentos.
Interesa particularmente este texto de Vila-Matas, porque revela una declaración de amistad y magisterio entre dos escritores cuya geografía es literaria. Las observaciones de Sergio Pitol son certeras: “La prosa de Vila-Matas se lee con facilidad. Su construcción, en cambio, es el resultado de un taller riguroso […] Su mundo no se aleja de la literatura: Kafka, Beckett, Gombrowicz, Melville, Walser”. Son también los suyos. Pero el prólogo-relato nos permite observar una doble y significativa perspectiva.
Resulta un ejercicio atractivo para entender mejor la relación existente entre algunos escritores latinoamericanos y los españoles. Pitol asegura que Vila-Matas fue apreciado en México antes que en España. En este cuento con variantes e introducción a sus mejores relatos confiesa el doble magisterio, vital y literario, que Pitol ha ejercido sobre él, desde aquellos lejanos días de Varsovia. Pitol lo presenta en alguna ocasión como el hijo que vive en Barcelona.
Vila-Matas alude a su “magisterio genial”. En las últimas páginas el mexicano revela el tratamiento del que ha sido objeto en un hospital de La Habana, donde sigue reflexionando sobre el cuento (pág. 263), aunque después enumere: “son esos cinco cuentos los que me han proporcionado la mayor felicidad al escribirlos. A veces pienso que no he intentado hacer otros, porque serían inferiores a estos, y por eso he derivado a la novela y el ensayo” (pág. 269).
Algunos los descubrirá el lector en la breve antología. “Victorio Ferri cuenta un cuento” pasa por ser el primero y ya impecable relato de Pitol, pero también forma parte del libro “Vals de Mefisto”, que tuvo antes otro título, o “Nocturno de Buja-ra”, que según Vila-Matas constituye una obra maestra.
Es excelente, como “La pantera” o “El oscuro hermano gemelo”. Ninguno de los catorce relatos es prescindible. En ellos, las tramas parecen intrincarse, quedar en suspenso, intentando alejarse de un final cerrado; porque en cada una de las historias se encierran otras varias.
Tal vez sea Gogol su dios literario, pero la atención que manifiesta hacia el detalle podría calificarse de chejoviana. Con Vila-Matas, observando a una pareja sentada junto a ellos, elaboran no uno sino varios relatos. Los relatos de Pitol están trazados con la paciencia del dibujante que atiende a la precisión de los detalles. Pero no siempre lo que parece a primera vista resulta verdadero. Si no se conociera, la obra de Sergio Pitol, debe iniciarse con El mago de Viena, no perderse el prólogo/cuento de Vila-Matas y seguir con esta selección de relatos.
Va a matar una bandada entera de pájaros de un solo tiro o disfrutará de las cien flores que Mao prometió antes de que la terrible “revolución cultural”, que él mismo propició, las agostara.
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