El que a una obra literaria le hayan concedido un premio no suele ser garantía de calidad… excepto en ciertos casos, tales como el Nacional Book Award, que se concede anualmente en EEUU. El libro ganó dicho galardón en 2007, en la categoría de ficción.
La guerra de Vietnam es el trasfondo utilizado para describirnos las vivencias de unos personajes demasiado humanos, envueltos en una marea de irracionalidad de la que es imposible salir indemne. Asistimos, turulatos, a escenas tan coherentes como absurdas, sabiendo que son perfectamente reales. Porque el realismo del libro es asombroso, tanto en los sucesos externos como en los internos. Estamos ante un escritor de gran nivel, de los que manejan con destreza tanto el desgarramiento del alma humana como los avatares, por nimios que parezcan, de cualquier existencia terrenal.
El aire acondicionado estaba en el dormitorio, y ellos se fueron a la cama e hicieron algo parecido a hacer el amor. Mientras lo hacían, él se sintió incómodo. No. Feo. En cuanto terminaron se quitó de encima las manos de ella, se vistió y regresó caminando al hotel con los remordimientos ennegreciéndole el cerebro y atascándoselo como grasa sucia. Una mujer recién enviudada, y encima el día en que había recibido la noticia… Ella, por otro lado, no había parecido avergonzada al acabar, ni tampoco muy borracha. Solamente furiosa con su marido por estar muerto.
Utiliza profusamente los diálogos, más que cualquier otro novelista que yo conozca (a veces durante muchas páginas seguidas), pero se leen con facilidad y fruicción. No sé por qué me recuerda a Faulkner.
– ¿Puedo preguntarte una cosa? –dijo él-. La primera vez que lo hicimos, ¿eras… ya sabes, virgen, o algo así? ¿Fue tu primera vez?
– ¿Lo dices en serio?
– – Eh… sí
– – ¿Estás bromeando?
– – Sí. O sea, no
– Pero ¿tú qué te has creído que soy yo?
– Sólo era una pregunta
– Sí, era virgen. Esto no es algo que una haga todos los días, o por lo menos yo no. ¿Qué te has creído que soy? –dijo ella- ¿Una pendona que va con moteros?
Tiene, por supuesto, como todos los grandes creadores del lenguaje y del pensamiento (vulgo novelistas), frases que te dejan un rato paralizado, necesitando un pequeño repaso para asimilar su impacto.
Con todos los respetos hacia su madre y con toda la esperanza por el destino de su alma, ese hombre es un condenado hijo de puta.
Su tratamiento de la guerra no desmerece en nada del de Rojo y Negro o del de Guerra y Paz: un caos inmenso y descontrolado donde tan sólo hay perdedores.
La lectura es muy ágil. Suceden cosas constantemente. Las ideas clave que quiere transmitir el autor se asimilan sin esfuerzo en la misma acción, en los ágiles diálogos, en los pequeños sucedidos… excitando tus sentidos mediante una sutil desazón placentera. Literatura en estado puro, palabras que impulsan la sensación y el pensamiento. Agotador. Glorioso.
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