5.1.20

Elena Hevia -Las oscuras pasiones de Emily Brontë "Cumbres borrascosas" (Rodrigo Fresán)

Es muy difícil hablar de la verdadera Emily Brontë,porque con su carácter retraído y enigmático suele mostrarse más bien borrosa en el cuadro familiar. Y eso que en ese cuadro, todo vida interior, no brillaba especialmente la sociabilidad. Así que para hablar de ella hay que mencionar a su padre, el muy retorcido y autoritario vicario Patrick Brontë, a la hermana mayor, Charlotte, la autora de ‘Jane Eyre’,  kilómetro cero de la novela feminista, y a Branwell, el único hermano, en el que estaban puestas todas las esperanzas familiares que él machacó a base de falta de talento, alcohol y drogas. La hermana menor, Anne, también escritora y también desdibujada, no pasa de ser una autora estimable.
Como retrata la biógrafa Winifred Gérin, Emily no tenía amigas. Era intolerante, malhumorada pero también responsable y trabajadora. Pocos podían imaginarla creando los cataclismos sentimentales que trasladó  a su única novela ‘C’, una obra tan extrema e inclasificable como pudiera serlo ‘Moby Dick’ (la comparación es de Borges), una extravagancia “de mal gusto” que fue tan rechazada y mal comprendida en su momento (y eso que, publicada bajo un seudónimo masculino) como perdurable es hoy.

La pregunta es si realmente conocemos bien ‘Cumbres borrascosas’, el libro. Y quizá sí, con algún pero: detalles que, si el conocimiento es vía Hollywood, nos parecerán del todo extraños. Esta extraordinaria novela, lo sabe casi todo el mundo, tiene en su núcleo central una historia de amor situada en los páramos de Yorkshire, como reflejo arisco de esa pasión. Aunque llamar amor a lo que sienten Catherine y Heathcliff, la muchacha rica y el chico con aspecto agitanado recogido en las calles de Liverpool, no sea exacto.

Hay, desde luego, una diferencia social, luego solventada cuando Heathcliff se haga rico, sin que sepamos bien cómo (ese es un enigma que ha provocado miles de teorías, algunas apuntan a la trata de esclavos), y regrese al lugar tres años después para vengarse no solo en aquellos que lo rebajaron sino también en sus descendientes.

Es probable que el lector, agobiado por tanta intensidad, se pregunte: ¿Por qué narices los amantes no decidieron huir y marcharse juntos? No es tan sencillo, porque lo que de verdad une a los protagonistas es más bien un feroz sentimiento sadomasoquista, que no aspira exactamente al bien del otro. Y aviso para románticas empedernidas: es necesario contemplar a Heathcliff como un maltratador.

Historia de vampiros
Lo dice Rodrigo Fresán, gran admirador de ‘Cumbres borrascosas’, que suele releer una vez al año: “Da la sensación de que todos los personajes sean víctimas de una posesión vampírica olvidada desde hace mucho”. Así que es fácil establecer un paralelismo entre la llegada de Jonathan Harker al castillo del conde Drácula, mito que por cierto nacería 50 años más tarde, y los primeros capítulos de la novela, relatados por Lockwood, un viajero bastante anodino y algo tontorrón que llega a la mansión de Cumbres borrascosas, cuando Catherine ya ha fallecido y Heathcliff se encuentra en su apogeo vengativo vejando y manipulando a todos los que en el pasado le trataron mal.

Pasión necrófila
El pintor y poeta decimonónico Dante Gabriel Rossetti, en un rapto romántico, quiso sepultar buena parte de sus poemas inéditos junto al cadáver de su amor y modelo, la suicida Elisabeth Siddal. Pero ocho años más tarde se arrepintió y decidió desenterrarlos. Él fue quien dijo de 'Cumbres borrascosas', obra en la que la necrofilia tiene un papel fundamental, que “la acción ocurre en el infierno, solo que los lugares y los personajes llevan nombres ingleses”. La pulsión necrófila es la culminación del sentimiento destructor de los amantes, el amor más allá de la muerte. De ahí que Heathcliff pida que abran el ataúd para contemplar a su amada por última vez, que eliminen los tablones laterales de la caja y hagan lo mismo con la suya cuando lo entierren para que así los restos de uno y otro puedan entremezclarse.

¿Emily tenía Asperger?

Hoy es un síndrome especialmente apreciado por la literatura y los ‘thrillers’ nórdicos y aunque es cierto que Emily tenía muchos problemas de sociabilidad, tanto que alguna biografía la diagnostica como tal, cuesta pensar que un personaje como Nelly Dean, la compasiva ama de llaves que realmente narra la historia, haya salido de una mente autista. Ahí no se acaban los misterios de Emily. La crítica se ha preguntado innumerables veces cómo es posible que una muchacha de 28 años, sin contacto apenas con el exterior –tan solo la experiencia de dos internados y una temporada en Bruselas-, pudiera imaginar tanto horror y violencia. Y por lo que respecta a su carácter formal, la compleja estructura como de muñecas rusas de la novela y el hecho de que se divida en dos partes, reflejo una de la otra, la convierten en una rareza. 'Cumbres borrascosas' no se parece a nada de lo que se escribía en su momento.

La sexualidad oscura
¿Qué bullía en el interior de Brontë? El escritor Somerset Maugham, que fue un gay encubierto, creía que Emily también pudiera serlo. A ella no le gustaban los hombres y la gente que se acercaba a Haworth, la casa parroquial de los Brontë, solía decir que parecía “más un chico que una chica”. Iracunda, era capaz de tumbar de un puñetazo a su perro más querido por desobediente. Así que al imaginar a unos amantes destructivos con una poderosa libido pero, sorprendentemente, sin llegar a culminar sexualmente esa pasión, se puede pensar en la propia autora cuando la enfervorecida Catherine, en uno de los momentos más memorables de la novela, le confiesa a Nelly Dean: “Yo soy Heathcliff”. 

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