18.1.20

Rodrigo Fresán "La velocidad de las cosas" 1998

«Pocas novelas tan apasionantes he leído en los últimos años. Con Mantra es con la que más me he reído, la que me ha parecido más virtuosa y al mismo tiempo más gamberra; su carga de melancolía es inagotable, pero siempre está asociada al fenómeno estético, nunca a la cursilería ni al sentimentalismo siempre en boga en la literatura en lengua española. Es una novela sobre México pero, en realidad, como toda gran novela, de lo que verdaderamente trata es sobre el paso del tiempo, sobre la posibilidad e imposibilidad de los sueños. Y también trata, en un plano casi secreto, sobre el arte de hacer literatura, aunque muy pocos se den cuenta de ello.» Roberto Bolaño «Presumo de ser quien más veces ha releído La velocidad de las cosas , un libro escrito en clave infinita y en el que Rodrigo Fresán noveliza su vida, pero también nos cuenta lo que pudo haber pasado, lo que no pasó, y lo que ocurre cuando no se sabe si algo ocurrió alguna vez.» Enrique Vila-Matas.
La velocidad de las cosas es una recopilación de relatos escritos por Rodrigo Fresán en torno a ciertos temas recurrentes, de modo que todos estos relatos independientes entre sí quedan entrelazados tan íntimamente que es imposible desligarlos. Así, clasificar La velocidad de las cosas es una tarea en principio absurda. Según Fresán La velocidad de las cosas “se ocupa de la manera en que los vivos intuyen a los muertos”, es decir de la memoria como forma de subsistencia, muchas veces distorsionada, de lo que desaparece, o lo que es lo mismo de lo inexistente como tema de la literatura.
Y el caso es que esta, me atreveré a llamarla, “novela” de Fresán nada tiene que ver ni con la realidad, la base de la memoria, ni con la literatura, el fruto de la memoria; La velocidad de las cosas bebe fuertemente de esas dos fuentes, pues son las fuentes de todo escritor, pero explora el terreno impreciso de la metaliteratura.

Y lo hace de forma continua: desde su primera edición en 1998, el contenido de La velocidad de las cosas ha ido creciendo.

Relatos de la primera edición:
Apuntes para una teoría del lector
Pruebas irrefutables de vida inteligente en otros planetas
Señales captadas en el corazón de una fiesta
Ultima visita al cementerio de los elefantes
Monólogo para el hijo de puta con ballenas y hermanitas fantasma
Pequeño manual de etiqueta funeraria
Postales escritas en el país de los hoteles
Chivas Gonsalves Chivas, o el fino arte de escribir necrológicas
Apuntes para una teoría del escritor

Relatos añadidos en la “Edición aumentada y corregida por el autor”(2002):
Sin título. Nuevas disquisiciones sobre la vocación literaria
Apuntes para una teoría del cuento
Los amantes del arte: una memoir amnésica
La chica que cayó en la piscina aquella noche
Relatos añadidos en la edición de 2006:
Historia con monstruos
Respecto a los textos añadidos en la edición de 2002 Fresán dice:

Los cuatro están claramente contaminados por el influjo de un tema que se negaba a abandonarme y cuya sombra se proyectó sobre la sombra de Mantra, mi siguiente novela. En este sentido –descubro ahora, me gusta pensar que es así-, mientras Mantra relata el modo en que los muertos contemplan a los vivos, La velocidad de las cosas se ocupa de la manera en que los vivos intuyen a los muertos
(R. Fresán; Nota a la edición 2002)

También justifica la adición de Historia con monstruos en 2006 diciendo que “por tema y tono y forma y deformidad, no pude sino haber surgido del mismo movimiento en suspenso y en trance que maraca a La velocidad de las cosas” (R, Fresán; Nota a la edición de 2006)

El tema recurrente que según Fresán es el motor de La velocidad de las cosas, “la manera en que los vivos intuyen a los muertos”, apela de forma clara a las ausencias, tanto la ausencia de seres humanos como de lugares y hechos históricos, una ausencia pues de un pasado real. Por otra parte la conexión entre todos los relatos del libro, dejando aparte que esos hilos que unen no sean concluyentes o queden en ocasiones narrativamente sueltos, le dan a éste una apariencia de conjunto que hacen de La velocidad de las cosas una especie de experimento muy interesante literariamente: Si la narrativa moderna debe ser otra cosa, La velocidad de las cosas apunta en la dirección en la que esta narrativa debe desarrollarse; una especie de narración laberíntica que se retuerce sobre sí misma, que hacen de la escritura, del acto de escribir, parte fundamental de la narración, construido a base de fragmentos independientes pero tan enlazados a otros fragmentos que su lectura individual ofrece tan sólo una visión sesgada del conjunto.

Sin embargo, a pesar de la expectación que crea en el lector el interesantísimo entramado narrativo que plantea Fresán ( o quizás a causa de esa expectación) La velocidad de las cosas no acaba de convertirse en la obra más que destacable que podría haber sido. Y esa conversión no ocurre debido principalmente a la monocorde voz que domina la narración. El efecto de las múltiples focalizaciones narrativas de La velocidad de las cosas queda ahogado bajo la redundante primera persona que dirige indistinguible todos los relatos. 

El narrador, que no es un narrador único, que cambia en cada relato, dispersa tanto la narración abriendo tantos caminos de posibilidades, que mediada la novela comprendemos que no van a ser desarrollados, que en algunos momentos se hace espesa y farragosa. Es en ese punto de inflexión, el largo relato que es el centro de la novela, Monólogo para el hijo de puta con ballenas y hermanitas fantasma, donde los caminos deberían empezar a cerrarse sobre sí mismos, no porque como lectores necesitemos una conclusión satisfactoria para cada uno de los caminos abiertos, sino porque al no cerrarse comprendemos que todavía queda un largo camino de innecesarias repeticiones, que, finalmente, 
La velocidad de las cosas se va a convertir después del relato central en un inmenso mantra, compuesto de aforismos y repeticiones, de efectos adversos para el lector.

Pero sería injusto concluir diciendo que La velocidad de las cosas es una obra tediosa: sus posibilidades narrativas son tantas que sería innoble despacharla tan abruptamente. Hay grandes momentos en La velocidad de las cosas y lo que Fresán promete hace de él un autor a tener muy en cuenta.

La última frase es una tontería tan grande como la siguiente que pienso decir. Me voy a atrever a proponer una guía para leer La velocidad de las cosas:

1.- Léase La velocidad de las cosas
2.-Reléase La velocidad de las cosas. Con calma. Un relato cada semana.
3.-Anótese todos aquellos fragmentos que llamen a otros relatos de La velocidad de las cosas
4.- Trácese un mapa que vaya de Canciones Tristes (¿por qué pienso que está en la Patagonia?) hasta Sad Songs, Iowa, que incluya todos los hoteles y los puertos.
5.- Incluya en el mapa las piscinas y las películas, los fantasmas de los autores reales y de los imaginarios.
6.- Sobre el mapa, en el firmamento, ubique la estrella alrededor de la cual orbita Urkh 24
7.-Observe el mapa, dóblelo, compruebe las coincidencias de los dobleces.
8.- Lea otras novelas de Fresán.

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