19.1.20

Chris Marker "La Jetée" 1962

La Jetée (1962), de Chris Marker, es una película francesa de ciencia ficción de 28 minutos filmada en blanco y negro. En ella, se relata la historia de un experimento de viaje en el tiempo llevado a cabo tras una guerra atómica. Si bien es una película, el director la define como una fotonovela, pues se realizó filmando una serie de fotografías que dan contexto a la narración que las acompaña y apenas cuenta con una breve secuencia de imágenes en movimiento.  12 monos (1995), de Terry Gilliam, se inspiró en La Jetée. David Bowie también se inspiró en esta película para el videoclip de la canción Jump, They Say (1993), dirigido por Mark Romanek.
La película empieza narrando la historia de un hombre que quedó marcado desde la niñez por haber visto morir a un sujeto en el aeropuerto. Años más tarde de este suceso se produce una Tercera Guerra Mundial, y una de las ciudades más devastadas es París. Los habitantes deben refugiarse bajo tierra debido a la radiación que impregna la superficie. Entre estas personas se encuentra el mismo hombre, ya adulto.
  
En las bases subterráneas se llevan a cabo experimentos con los prisioneros de guerra, aparentemente beneficiosos para los que los hacían. Por fin eligien al protagonista para un nuevo experimento: el viaje en el tiempo, con el propósito de conseguir comida, medicina, fuentes de energía, etc.
  
El hombre vuelve al pasado y conoce a la mujer que se encontraba presente en el momento de la tragedia del aeropuerto. Entabla una relación amistosa y pasa el tiempo disfrutando del pasado con ella, pero siempre termina volviendo al futuro, y un tiempo después vuelve al pasado, apareciendo y desapareciendo, aunque ella no se ve sorprendida. Tras varias misiones, el protagonista es enviado al futuro, donde los seres humanos más avanzados lo rechazan, pero le entregan una fuente de energía suficiente para reconstruir la industria humana.

Cuando vuelve, es trasladado a otro sector del campamento, pero recibe mensajes de los seres del futuro, que le ofrecen vivir con su civilización pacificada. Sin embargo, él decide volver al pasado, donde está la mujer que ama, y la encuentra en el aeropuerto. Se da cuenta de que su yo más joven estaba allí, pero cuando la ve a ella al final del embarcadero, va hacia donde está. A pesar de esto, reconoce al hombre que lo había seguido desde el refugio subterráneo. Entiende entonces que no puede eludir el tiempo, y el hombre misterioso termina sacando un arma y disparándole. Entonces, se deja claro que el hombre que había muerto en el aeropuerto y que había marcado la niñez del protagonista, era él mismo.

La jetée vs. 12 monos

Imágenes en movimiento. Tres palabras que encierran de manera bastante llana -pero práctica- el punto medular del concepto cine. Si nos atenemos a esta magra definición, La Jetée, cortometraje dirigido por Chris Marker en 1962, no es cine; sin embargo, sí es una película. 12 Monos, filme realizado en 1995 por Terry Gilliam se basa, casi se roba, el argumento de La Jetée pero, no obstante, no se trata de un remake.

La Jetée se ha convertido en un clásico del cine de ciencia ficción, pero ¿cómo lo hizo, si ya dijimos que no es cine? Expliquemos. Chris Marker, realizador radicalmente experimental, crea una fantasía futurista a partir de una obsesión personal: la memoria como escaparate y bastión del tiempo. En este cortometraje conocemos la historia de un hombre que tiene un sueño recurrente en imágenes fragmentadas: un rostro de mujer, un aeropuerto, un niño.

La fragmentación del tiempo es algo recurrente en los trabajos de Chris Marker, de la misma forma que lo es su conceptualización de memoria, que de hecho ya deviene como fragmentaria per se y así lo explican diversos estudios –aceptándolo, también, cineastas como Oliver Stone y Agnès Varda– e inclusive así es entendido por el razonamiento propio: los recuerdos nunca acceden a nuestro cerebro de manera lineal, sino como saltos temporales.

De ahí parte la premisa de La Jetée y posteriormente la que utilizaría Gilliam para su docena de changos y, aunque arrancan desde un mismo punto, ambos realizadores se sitúan en las antípodas para su ejecución. Marker opta por un recurso de fotografía fija en blanco y negro para la elaboración de una historia claustrofóbica –y por qué no decirlo, hasta horrorífica- a la que él mismo gustó de llamar foto-novela.

Francia (y el mundo entero) ha sucumbido después de una guerra nuclear. El escaso número de sobrevivientes debió internarse en el subsuelo para vivir. Experimentos científicos han logrado enviar a personas en viajes temporales hacia el pasado, sin embargo, los “voluntarios” mueren o enloquecen a causa del impacto mental de convergencia de tiempos. Nuestro hombre –del que jamás sabemos su nombre– ha sido seleccionado por tener una fijación fuera de lo común con una imagen del pasado.

El director recurre a una narración en off de todo lo que nuestro hombre logra y observa a través de sus viajes, mientras que en pantalla la sucesión de fotografías da cuenta de ello. Exposiciones en claroscuros de marcado realce poético tanto en rostros como en momentos o de lugares cotidianos. Situaciones y objetos que escapan de la conciencia del hombre: aves, panteones, niños, sol, luz, aire… ella, la mujer de sus sueños.

En La Jetée se desarrolla una aparente relación afectiva entre estos dos personajes, hombre y mujer que paradigmáticamente carecen de un nombre propio, porque son ellos la representación de una humanidad en decadencia. Para Marker el ejercico cognitivo tiene su raíz en la memoria, más en su facultad escolástica (como potencia del alma) que en la mera concatenación de hechos pasados.

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