El último libro de Emma Olsen es una falsa autobiografía. Su supuesta autora, Emma Olsen, es una escritora que, en el mundo paralelo en el que se desarrolla esta historia, ha visto su carrera literaria colmada con un Premio Pulitzer y ahora, sin haber cumplido los cuarenta años, se enfrenta a un cáncer terminal. En las últimas semanas de vida que le quedan, decide regresar a Faith, el pueblo del Midwest americano en el que creció, para escribir lo que el falso editor llama unas “memorias urgentes”. Y es que Emma Olsen tiene una historia que no quiere dejar sin contar
Me dijo una vez el señor Montana que la cualidad de todas las grandes historias es que podrían haber ocurrido en cualquier lugar del mundo. Yo creo que la mía sólo pertenece a Faith y que fuera de Faith sería como una gota de lejía en medio del océano. Tal vez porque no es una gran historia. Pero es la mía, la nuestra, y aquí nos hiere como si la gota de lejía cayese en medio de la pupila, como si atravesase todo lo importante de lado a lado.
Se trata, pues, de un libro nacido como una decisión tomada cuando se sabe que se va a morir. El mundo literario y audiovisual está lleno de historias de gente que toma decisiones cuando sabe que la muerte está próxima, pero esta novela huye de todos los tópicos asociados a este género. De hecho, Olsen apenas para a reflexionar sobre su muerte. Lo que busca es redimirse de una culpa con la que carga desde hace demasiado tiempo, una redención que solo puede encontrar como mejor sabe: escribiendo. Y lo que escribe es la historia de sus últimos años de adolescencia, de un amor secreto, tan secreto que ni sus mismas protagonistas sabían que lo estaban viviendo.
Recuerdo su traje de baño color amarillo, y las gotas de agua clorada que resbalaban por aquel tejido flojo y tibio aún una hora después de sumergirnos en la piscina, atravesándole los muslos hasta caer por fin rendidas en la toalla de florecitas rosas. Nos colocábamos la una junto a la otra y nos dejábamos secar por el sol del verano, ocupando el tiempo en acompasar nuestras respiraciones mientras construíamos aquel catálogo de maneras de matarse. Parecían días felices. Cuando una mano rozaba por aparente casualidad el cuerpo de la otra fingíamos que no había motivo para apartarla de su trayectoria, como tampoco para dejarla ahí. Y así, aquellos encuentros acallados, casi furtivos, acababan por convertirse en prolongadas expediciones a lo largo de la piel, viajes fortuitos que daban sentido a la tarde y, tal vez, también a los días.
La referencia a la muerte que aparece en este extracto como de casualidad, casi de pasada, no es baladí. La muerte está presente de forma constante en la novela, lo que confiere a la narración un toque siniestro innegable, pese a ser también íntima y emotiva. La muerte, como decía, aparece por doquier, pero no como una excusa para la sensiblería, sino como un elemento de huida, como un punto de inflexión, o como la ocasión perfecta para llamar la atención de forma definitiva. Y es que es así como la muerte es vista a menudo desde los ojos adolescentes.
Esta época de la vida se presenta en el libro, no como un período de banalidad y felices flirteos, como suelen retratarla las (malas) películas americanas, sino como una época de confusión, de ganas de huir, de búsqueda de la propia identidad (sexual, profesional…), una época en que todo se vive con una intensidad inusitada y destructora; en la que las decisiones que tomamos o dejamos de tomar nos marcan para siempre.
El último libro de Emma Olsen, con sus 106 páginas, se podría leer en una tarde, pero invita a ser leído más despacio, deteniéndose en la poética narración y la profundidad de las reflexiones que la pueblan. Es un relato que conmueve de forma extraña. No provoca el llanto, pero se queda ahí, martilleando, negándose a que dejes de pensar en él.
No quiero quedarme sin mencionar dos potenciales limitaciones que podrían haber afectado al libro y que la autora ha sabido sortear a la perfección. Por un lado, Dávila es muy joven, apenas tiene 28 años, y no deja de ser difícil, cuando no se han cumplido los 30, retratar los pensamientos de una mujer al final de su vida (aunque esta haya sido corta). No obstante, Dávila demuestra muchísima madurez y sabiduría, hasta el punto de que su voz se diluye por completo y crees realmente estar escuchando (o leyendo) esta historia de la boca (de la pluma) de Olsen. Incluso la narración tiene cierto regustillo anglosajón que hace que realmente (y no sé cómo) parezca una traducción del inglés.
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