26.9.20

Pandora y el holandés errante,"Pandora and the Flying Dutchman".La Gavina.Tossa de mar.S´Agaró,Ava Gardner

Donde el patriarca Ensesa veía una punta árida y agreste, su heredero Josep Ensesa Gubert, imaginó una ciudad jardín de estilo novecentista, con un toque aristocrático anglosajón y bautizó su utopía como S´Agaró, como el riachuelo que discurre cerca. Pero los inicios fueron un fiasco. En los albores de los años 20 de siglo pasado, viajar era una odisea y a pesar de contar con el arquitecto Rafael Masó para diseñar su sueño, nadie quería ir a vivir en aquel erial.


Ensesa aplicó entonces la máxima del emprendedor. Si tienes limones, haz limonada, y conectó dos chalets para convertirlos en un hostal de 11 habitaciones donde alojar a los escasos ciudadanos que tomaban baños de sol. Fue el origen de la Gavina, un establecimiento que aún hoy mantiene el apelativo de hostal con el que se inauguró en 1932, a pesar sus 5 estrellas gran lujo. La historia de la Gavina es la de sus huéspedes. 

Este verano, una discreta exposición de fotografías en blanco y negro recuerda algunos de los nombres ilustres que descansaron, durmieron, amaron, engañaron, escandalizaron, lloraron o se emborracharon en sus aposentos. Cole Porter tocando el clarinete, Sean Connery obsesionado por los revestimientos de madera, Orson Welles cantando nanas, Liz Taylor y sus desafiantes ojos violetas, Xavier Cugat con su cuarta esposa la bella Abbe Lane, el intrigante Jack Nicholson, el eterno malo Lee Van Cleef, Luis Miguel Dominguín estoque en ristre, Josep Pla y su sopa de menta o Salvador Dalí montado en un remolque, son una incompleta relación donde abundan los políticos, miembros de la realeza y la sociedad civil con posibles.

Pero en este paraíso del mitómano, la reina es Ava Gardner. Nadie como el animal más bello transgredió las normas hasta hacer temblar los cimientos del venerable hostal. Corría 1950 cuando Albert Lewin eligió Tossa de Mar como escenario de su film Pandora y el holandés Errante, y la Gavina como cuartel general del equipo. 

El papel de Pandora Reynolds, fue para Ava Gardner una actriz de belleza arrebatadora que se bebía la vida. El atormentado errante Hendrick Van der Zee, lo protagonizó James Mason y el toque hispano lo puso Mario Cabré un actor, torero y poeta muy popular en la España franquista. Cuentan las crónicas de la época que la mecha de la pasión prendió entre Gardner y Cabré y tal fue el desmelene que la noticia atravesó el Atlántico, llegando a oídos de Frank Sinatra, a la sazón marido de la diva. 

El crooner olisqueo el peligro y se plantó en S’Agaro armado con el garbanzo más brillante de Tiffany’s, una tentación para Ava tan irresistible como el bourbon. Así que después de una campanuda discusión en el bar de la Gavina con bofetada a lo Gilda incluida, la Gardner despachó el romance local con un desdeñoso “fue un polvo de una noche” y volvió al regazo de la Voz. El despechado Mario Cabré siguió escribiéndole encendidos poemas, un ejercicio de riesgo por el vínculo de Sinatra con la mafia y porque como es sabido, para esta gente lo de los cuernos es sagrado.

El escándalo y el posterior estreno de la película proyectó la Costa Brava a todo el mundo, consolidando el fenómeno del turismo y a S’Agaro como un rincón privilegiado donde poco a poco se asentaron familias principales. Hoy el complejo residencial que soñó Ensesa mantiene el sabor, la discreción y la distinción, aunque la burguesía catalana ha cedido espacio a los vástagos de los petrodólares rusos. El hostal de la Gavina asiste impertérrito a los cambios como aquel que ya lo ha visto todo y nada le inquieta.

A sus pies, el camino de ronda arranca en los históricos baños de Sant Pol y serpentea entre mansiones, jardines, buhardillas y miradores hasta Sa Conca, ofreciendo un espectáculo de una belleza sobrecogedora. A tiro de piedra se esconde Platja d´Aro donde en los años 60 nació la exitosa campaña de promoción turística internacional, el Amor se Cita en Playa de Aro que cada año invitaba a un centenar de parejas a pasar las vacaciones. Cuna también de las discotecas, entonces boites, y de una especie afortunadamente extinguida, els rossegadors, que atesoraba toda la zafiedad del macho hispano. Toscos imitadores de Ava y Mario y, en definitiva, de la evanescencia de los amores de verano.

Nadie como el animal más bello transgredió las normas hasta hacer temblar los cimientos del venerable hostal

Ramon Rovira

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