"....el toro con la cabeza en las nubes y corneando a la luna mientras nos miraba de hito en hito ,nosotros ofrediéndole impasibles nuestros cuerpos desnudos bañados por la luna, !!quietos!!,haced el Tancredo, permanecimos como si fuéramos estatuas de mármol...".
Y en el atardecer de la segunda jornada, tras un concienzudo análisis de la persona y la obra del periodista sevillano, que había iniciado el día anterior María Isabel Cintas, su biógrafa y editora de su producción periodística y literaria, surgió la pregunta.
“¿Estaríamos hablando de Belmonte si Manuel Chaves Nogales no hubiera escrito su biografía?”
Y la respuesta fue unánime: “No”.
Y se sucedieron los comentarios: “Belmonte debe su trascendencia a Chaves”; “Al torero le tocó la lotería”; “El libro es maravilloso y está por encima de los cánones de la literatura taurina tradicional”.
En 1992, con motivo de cumplirse el centenario del nacimiento del torero, José Ortega Spottorno escribía en este periódico que “sin el libro, Belmonte hubiera quedado en la leyenda, pero no es la historia”.
Juan Belmonte, matador de toros. Su vida y sus hazañas se publicó por primera vez en 1935; después, fue pasto de intencionado olvido durante el franquismo, y hoy se le reconoce “como la mejor biografía que se haya escrito nunca en España”, en palabras de Eslava Galán. “Está a la altura de las mejores que se hayan editado en cualquier idioma, y solo por ella habría que calificar a su autor como un escritor fantástico”, añade.
“No es solo la historia de un torero”, prosigue; “es la biografía de una época, de una ciudad (Sevilla), del mundo de los toros, del alma humana…, y esa es su grandeza”.
“Es uno de los mejores libros que he leído en mi vida”, reconoció Díaz Yanes. “Conocemos al maestro por Chaves Nogales”, afirmó Morante. Y Marco Cicala concluyó: “Es una obra maestra, divertida y profunda; en ella todo es placer porque entremezcla registros diferentes con gran sabiduría”.
¿Qué vio Chaves Nogales en Belmonte? ¿Era el periodista aficionado a los toros?
Todos coinciden en que el escritor no era especialmente taurino, y de la misma opinión es Ortega Spottorno, quien en 1992 señaló que “Chaves Nogales descubrió en Juan Belmonte que la inteligencia no se refugia solo ni siempre en los intelectuales”.
“Yo creo que a Chaves le sedujo la modernidad de Belmonte”, afirma Pérez Reverte; “Los dos eran vanguardistas, -añade-, y el periodista se vio fascinado por el héroe del pueblo”.
“Chaves no era taurófilo ni un aficionado de los que enloquecen en una plaza de toros, pero se interesó por esa pasión nacional, típicamente española en aquel momento, y encarnada por la figura de Belmonte”, apostilla Eslava Galán.
¿Qué opinó Juan Belmonte sobre el libro?
No hay constancia alguna sobre este extremo. Los tertulianos coinciden en que al estar abominado Chaves Nogales por el franquismo, cualquier comentario del torero quedaría en su entorno más íntimo.
Pero, ¿quién era Manuel Chaves Nogales?
Pilar Chaves, su hija mayor, que también asistió a las jornadas, donde lució unos lozanos 97 años, lo dibuja así: “Gran fumador, cariñoso, ligero, alto, activo, guapo, de ojos azules, de buena presencia y nada presumido. Trabajaba muchísimo y lo veíamos poco”.
Por su parte, Pérez Reverte lo tiene claro: “El mejor periodista español del siglo XX”.
Y entre las interesantes aportaciones de su biógrafa, María Isabel Cintas, y los vértices apuntados por el resto de los tertulianos, el retrato podría ser, más o menos, así:
Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897), nace en la calle Dueñas, hijo y sobrino de periodistas, comparte los estudios de Filosofía y Letras con el Periodismo, busca la verdad desde sus inicios, y se convierte en un pequeño burgués liberal, antifascista y antirrevolucionario, que se ganaba la vida confeccionando periódicos, y con méritos suficientes para haber sido fusilado por unos y por otros.
En 1917 -en el contexto de un continente convulso por la primera guerra mundial y la revolución rusa- abandona su ciudad natal; viaja, primero, a Córdoba, donde edita La Voz, y, después, a Madrid. Allí ejerce como redactor jefe del diario Heraldo, y es nombrado director de Ahora en los albores de la II República.
Es un periodista de raza que viaja donde estalla el conflicto. “El mundo está en ebullición, y él tiene que estar en la vorágine”, dice su biógrafa.
Se siente subyugado por el avión, y recorre diez mil kilómetros por Europa hasta llegar a Rusia. Condena a Lenin, Stalin, Hitler y Mussolini antes que nadie.
Era un liberal, partidario de la república, pero, sobre todo, de la razón. Es un periodista incómodo para los dos bandos porque cuenta la verdad -las miserias- de ambos.
Por eso, tuvo que exiliarse; primero, en París, y, después, en Londres, donde, apartado de su familia, falleció de una peritorinitis en mayo de 1944. Sus restos mortales descansan en el cementerio de Fulham, cerca de la capital inglesa. Allí fue enterrado el 11 de mayo de 1944 en una tumba sin lápida, que aparece registrada en los documentos del camposanto con el código CR19.
Una semana después de su muerte, el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo lo condenó a doce años de cárcel, y a la inhabilitación absoluta y perpetua. Sus trabajos fueron olvidados, y su figura laminada. “A Chaves Nogales lo fusilaron con el olvido”, resaltó Marco Cicala.
“Su obra no ha envejecido”, subraya Eslava Galán. “Parece que está escrita ayer mismo, y esa frescura es la que convierte a Chaves Nogales en un escritor clásico”.
Durante las jornadas se planteó si existiría la posibilidad de que los restos mortales del periodista descansen algún día en Sevilla. A su hija Pilar y a su nieto Antony Jones no les pareció una mala idea, pero dejaron claro que ese era un asunto de la familia, y que su mayor deseo es que se conozca y difunda la obra del escritor.
María Isabel Cintas, la catedrática de Lengua y Literatura que en 1990 aceptó el encargo que otros rehusaron para bucear en la figura del periodista y elaborar una tesis doctoral, dejó claro que, con motivo de estas jornadas, “Chaves Nogales ha vuelto a Sevilla un siglo después”.
A fin de cuentas, si Belmonte tuvo quien le escribiera una biografía y lo colocara en la historia, Chaves Nogales ha tenido en María Isabel una descubridora que ha desempolvado su figura y la ha mostrado al mundo.
¿Estaríamos hablando de Chaves Nogales si María Isabel Cintas no hubiera escrito su tesis doctoral?
Posiblemente, no. Al periodista sevillano, como al torero, dos genios, le tocó la lotería…
ANTONIO LORCA
El País 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario