Antes de conocernos, de Julian Barnes, es una novela escrita en 1982 que trata de una historia corriente sobre un tipo corriente: Graham Hendrick es un hombre aburrido, profesor de Historia, casado, con una hija en edad preadolescente. Si el argumento se quedase aquí, probablemente Julian Barnes no habría escrito esta novela. ¿Qué ocurrirá para que Graham Hendrick sea protagonista de Antes de conocernos? Eso es algo que el lector debe descubrir por sí mismo, actividad que debe recaer sobre todo lector como el descubrimiento de un tesoro.
Será un acontecimiento sin importancia, una salida tranquila, rutinaria, una reposición en un cine de una mala película que pasó sin pena ni gloria, la que romperá sus esquemas preestablecidos y centrará su vida en una obsesión que se alojará en su cabeza para no abandonarla nunca más. Antes de conocernos, es la historia de una obcecación que se pegará a su día a día como una mancha de engrudo que se lo va tragando todo: matrimonio, trabajo, amor, familia, y no necesariamente en ese orden.
Con la maestría de la escritura de Julian Barnes (autor de Arthur & George, de 2008, novela basada en hechos reales que el mismísimo Arthur Conan Doyle tuvo que investigar imitando las mañas de su personaje Sherlock Holmes para reparar una injusticia con tintes racistas; o Nada que temer, de 2008, excelente novela con partes de ensayo en la que el autor casi septuagenario reflexiona sobre la muerte, la vejez y el paso al podio de la inmortalidad de la mano de la fama),
Antes de conocernos pone en el punto de mira una de esas paradojas que nos asaltan desde cada rincón de la vida cotidiana: hay que temer los pequeños detalles —esos que deberíamos saber obviar, esos que nadie más da importancia pero que taladra la mente de sus víctimas hasta sorberles el cerebro—, porque en ellos se esconde el veneno que nos destruirá.
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