Uno de los rasgos distintivos del estilo de Màrius Carol (Barcelona, 1953) es el empleo de citas. Siendo cierto que no hace precisamente un uso moderado de las mismas, también es verdad que éste no puede considerarse de ninguna manera irresponsable. Sus referencias literarias se nutren de sus muchas lecturas, pero también de esa curiosidad insaciable que en su etapa de director le llevaba a acercarse a las mesas de sus periodistas para echar un vistazo a las últimas novedades editoriales llegadas a la redacción
Así que hay que prestar atención a las citas cuando se aborda el último libro de Carol, El camarote del capitán (Destino), la crónica de sus años en la dirección de La Vanguardia , de 2013 a 2020, que coinciden con el periodo álgido del conflicto político catalán. Hay una, en concreto, que define a la perfección la época y las circunstancias en las que le tocó pilotar el buque insignia del Grupo Godó. Es una cita de Italo Calvino: “Toda historia no es otra cosa que una infinita catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible”. Y a eso se entregó, en pluma y alma.
Recuerda el autor que en su mandato le tocó lidiar con la abdicación de un rey; con un relevo por moción de censura en la jefatura del Gobierno; con tres cambios de presidente en Catalunya; con una declaración unilateral de independencia; con dos consultas no autorizadas; con la suspensión de la autonomía; con el juicio, encarcelamiento y expatriación de líderes independentistas; con el yo confieso de Pujol y con un atentado en la Rambla, entre otras calamidades. Incluso asistió a los primeros embates del coronavirus, aunque haya sido su sucesor, Jordi Juan, quien ha tenido que dirigir el diario en estas circunstancias terribles y sin precedentes.
En el libro aflora ese dejarse sorprender que constituye la fuente principal del entusiasmo de Carol por su profesión
La narración de estos acontecimientos excepcionales desde el mirador privilegiado del camarote del capitán Carol confiere un interés indudable al libro. No solo por el calado de lo que se cuenta, sino por estar contado por alguien que, por su condición de director de un diario de referencia, es también un actor de la trama. A veces, con más protagonismo del que el propio interesado hubiera deseado tener.
La manera en que Màrius Carol se aproxima a esos hechos es uno de los aspectos más remarcables de este libro. Pese a su larga experiencia profesional, pese a su conocimiento de los temas que aborda, el protagonista-director no deja nunca de manifestar su sorpresa cuando la realidad da un giro inesperado. Esto no es muy habitual en este tipo de relatos autobiográficos, que demasiado a menudo incurren en la fórmula tal como dije o tal como ya había publicado para poner en valor la estatura periodística del autor; es decir, para dar rienda suelta a la vanidad consustancial al periodismo. En lugar de ello, Carol traza un implícito elogio de la duda, de ese dejarse sorprender que constituye la fuente principal de su entusiasmo por la profesión.
El Camarote del capitán (ese despacho en la planta 7 abierto de par en par) tiene muchas lecturas posibles. Es el testimonio de un período político convulso en el que el director de La Vanguardia intentó crear espacios de encuentro y evitar el temido choque de trenes... ¿hasta el último momento? No, justo hasta el momento en que acaba el trabajo del periodista comprometido con la sociedad en la que vive y en que empieza el del político que debe tomar sus decisiones.
El libro es también un suculento anecdotario servido con un estilo ágil y certero, con ese registro que permite decir sin que parezca que se dice. Es un exhaustivo recorrido gastronómico por las mejores cocinas de la ciudad. Y una lúcida reflexión sobre la evolución del periodismo de calidad escrita al amparo de maestros como Talese, Capote, Bernstein, Pla, Wolfe o Mailer.
Pero también es un ejercicio inusual de franqueza. El autor deja aflorar siempre su lado más humano. Una mañana de diciembre de 2018, Màrius Carol entró en el consejo de dirección donde le esperaba su equipo para debatir las prioridades informativas del día. Antes de empezar, el director hizo una confesión que dejó preocupados a sus colaboradores más cercanos:
–Creo que en la radio acabo de decir una cosa sobre Vic que no tendría que haber dicho.
La continuación, en el libro.
Multilateralismo frente a equidistancia
El relato del procés vivido desde el despacho del director muestra a un personaje que intenta en todo momento comprender y ser comprendido. En lugar de instalarse en la tribuna de la tan denostada equidistancia, el Carol de El camarote del capitán se desplaza a todas las trincheras para entrevistarse con los actores principales. Sin preocuparse en exceso de cómo se interpretarán estos encuentros, el autor se esforzó –y así lo narra en el libro– en conocer de primera mano las motivaciones de Rajoy y Puigdemont, de Sáenz de Santamaría y Sánchez, de Junqueras y García-Margallo. Sin vocación de mantener una ortopédica equidistancia, sino ejerciendo más bien el multilateralismo de sus admirados políticos demócratas de EE.UU., como ese John F. Kennedy cuyo retrato presidía su camarote junto a otro de Marilyn Monroe.
Es así como se aproxima desde el cariño a los presos independentistas a quienes acude a visitar a la cárcel de Lledoners, pese a no compartir las decisiones que tomaron durante el procés.
Siempre desde la distancia que impone la profesión: “Soy periodista, no político; los políticos son los que me dan trabajo”, reza una cita de la película El hombre que mató a Liberty Valance que Carol ha incluido en su libro.
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