En 1975 Salter publicó Años luz, una novela que recrea la decadencia de un matrimonio norteamericano, cuya vida transcurre plácidamente en una casa de campo situada a las afueras de Nueva York. La casa no es una simple vivienda, sino la encarnación de una utopía. Situada a orillas del río Hudson, es una espaciosa mansión victoriana inundada por la luz del este. Está rodeada por otras casas similares y por árboles altos y frondosos. Los pájaros y las gaviotas sobrevuelan un paisaje que reproduce las telas intimistas de la pintura holandesa y las fantasías oníricas de Turner y Gainsborough.
En ese mundo idílico, viven Viri, un joven arquitecto judío, y su esposa Nedra, una mujer esbelta, elegante, desinhibida y con la belleza de una modelo de Christian Dior. Son los padres de Franca y Danny, dos niñas que identifican su infancia con el paraíso, pues su rutina no discurre entre rascacielos, sino en compañía de animales domésticos: un perro, un conejo, un poni, una tortuga.
Sin embargo, ese paraíso es un espejismo. Lo deforme y lo injusto también anidan en el Edén. La hija de unos vecinos sufre la amputación de una pierna y, meses más tarde, muere de una infección. La existencia es un corto vuelo que esconde “una aterradora insignificancia”.
Viri y Nedra parecen la pareja perfecta, pero ni siquiera se tocan los pies en la cama. Ambos mantienen relaciones extraconyugales e intentan no pensar demasiado en su matrimonio. Viri considera que hay dos clases de vida: la que se muestra públicamente y la que discurre de forma secreta y clandestina. No son peripecias paralelas, sino fuerzas que conspiran mutuamente, hasta producirse la inevitable colisión que destruirá las apariencias y los convencionalismos sociales.
Sin embargo, ese paraíso es un espejismo. Lo deforme y lo injusto también anidan en el Edén. La hija de unos vecinos sufre la amputación de una pierna y, meses más tarde, muere de una infección. La existencia es un corto vuelo que esconde “una aterradora insignificancia”.
Viri y Nedra parecen la pareja perfecta, pero ni siquiera se tocan los pies en la cama. Ambos mantienen relaciones extraconyugales e intentan no pensar demasiado en su matrimonio. Viri considera que hay dos clases de vida: la que se muestra públicamente y la que discurre de forma secreta y clandestina. No son peripecias paralelas, sino fuerzas que conspiran mutuamente, hasta producirse la inevitable colisión que destruirá las apariencias y los convencionalismos sociales.
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