¿Cuánto tiempo podrás sostener tu idealismo ante los inclementes golpes de la existencia?', me lo preguntaba un chalado lúcido en uno de los bares de Madrid, y estos días rumiaba la cuestión leyendo la novela de Juan Marsé, "Un día volveré". Jan Julivert Mon, antigua promesa del boxeo, policía cazador de quintacolumnistas en la guerra civil, rudo pistolero anarquista de la guerrilla urbana de Barcelona durante la posguerra, regresa a su barrio (Gracia, Plaza Rovira, Parque Güell, Ronda de Guinardó) tras cumplir una condena de trece años en las cárceles franquistas.
¿Encarna la némesis que acometerá el ajuste de cuentas por las ofensas recibidas? O es un hombre agotado, escaldado, juicioso, que sólo pretende rehacer su vida buscando un trabajo asalariado ajustado a la legalidad, una ocupación pagada acorde a la decencia que le permita calibrar a su sufrida cuñada Balbina la conveniencia de venderse en las labores sexuales del barrio Chino, una actividad remunerada que también pueda posibilitar una perspectiva de futuro, quizá en el vocacional mundo del boxeo, a su resentido sobrino Néstor...
"Y entonces, cuando el vecindario ya estaba sustituyendo su capacidad de asombro y de leyenda por la resignación y el olvido, y el asfalto ya había enterrado para siempre el castigado mapa de nuestros juegos de navaja en el arroyo de tierra apelmazada, y algunos coches en las aceras ya empezaban a desplazar a los mayores que se sentaban a tomar el fresco por la noche; cuando la indiferencia y el tedio amenazaban sepultar para siempre aquel rechinar de tranvías y de viejas aventis, y los hombres en la taberna no contaban ya sino vulgares historias de familia y de aburridos trabajos, cuando empezaba a flaquear en todos aquel mínimo de odio y de repulsa necesarios para seguir viviendo, regresaba por fin a su casa el hombre que, según el viejo Suau, más de uno en el barrio hubiese preferido mantener lejos, muerto o encerrado para siempre.
Volvería a discutirse en la barbería y en la taberna su ideal político y sus supuestas traiciones al grupo activista que había comandado, su pasión oculta por su cuñada y su última fechoría, pero a nosotros seguía interesándonos lo mismo que la primera vez que oímos su nombre: su truncada carrera de púgil, en qué peso o categoría había peleado o la marca de su pistola."
Volvería a discutirse en la barbería y en la taberna su ideal político y sus supuestas traiciones al grupo activista que había comandado, su pasión oculta por su cuñada y su última fechoría, pero a nosotros seguía interesándonos lo mismo que la primera vez que oímos su nombre: su truncada carrera de púgil, en qué peso o categoría había peleado o la marca de su pistola."
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