3.11.16

Roberto Bolaño "Los profetas desnudos: Poemario inspirado en Rimbaud"

En Los Profetas Desnudos Roberto Bolaño hace un homenaje a Arthur Rimbaud. La obra se escribió en su juventud. El deseo del autor fue que se publicara de manera póstuma. La estética de los versos, la limpieza del lenguaje, la irreverencia propia del contexto y la contundencia del lenguaje logran un asombroso monólogo del poeta francés, quizá el mejor que se haya escrito en español sobre Arthur Rimbaud, que en este libro frecuenta el Parnaso para llenar de iluminaciones el lenguaje y el pensamiento.
Borrachas de noche:
la ciudad y la diosa
y la infinidad y la luna,
borrachas de vida.
Y alcanzar en un beso la lengua de la diosa.
De la diosa más brillante que el sol.



En el prólogo el autor define este libro de la siguiente forma.

“Este poemario es una ola, un huracán, una mariposa de fuego blanco, una corriente, un barco ebrio… sumido en el azul infinito del tiempo y la palabra.

Es un barco al interior de una botella; una botella arrojada en las Iluminaciones del mar donde surge la poesía. Es una canción irreverente, acaso una ecuación furtiva, brotando como dinamita de las páginas de Una temporada en el infierno.

Es una apología a Rimbaud, el ángel subversivo y vidente, el gran visionario de Los profetas desnudos, el poeta real, aquel que se difumina cual una luz en la semilla primitiva de las letras: repartiendo las fotosíntesis del verbo.

Es un himno clandestino, escrito en México en el año de 1976; mi deseo es que se publique como obra póstuma”.

Así, nos enfrentamos no sólo a la mejor obra poética de Roberto Bolaño, sino también a un poemario que alcanza una cumbre insólita en el género de la poesía castellana.

[Fragmento]
LOS PROFETAS DESNUDOS

Y ser el ladrón de fuego, el profeta de los locos,
el profeta del vino, el profeta del semen,
levitando entre detectives perdidos
en una ciudad siempre nocturna,
borracha de luna, la ciudad.

Y embriagar el amor. Hurtar su ropa,
bajo una cúpula iluminada
por refrescantes rayos de lujuria, ah,
refrescantes rayos de lujuria.

Y beber con Dios una noche: ser un Dios.
Contemplar mi sexo tibio
desplegado como arma secreta
sobre el pecho abierto de una diosa.

Y ser el profeta de los locos, el profeta del vino.
Y besar todas las diosas, todas las embriagueces.

Y alcanzar en un beso el árbol transparente
y el pájaro invisible y la desnudez volátil.

Y leer los poemas del cuerpo
en libros con páginas de cristal
a través de la larga noche.

Y danzar con los profetas desnudos,
danzar, danzar,
bajo la lumbre de un acantilado
construido por una mujer rubia;
danzar, danzar.

Y volar sobre la piel del viento,
como un pétalo suave y sonoro
sostenido por el cielo.
Volar, volar, entre diosas lascivas;
mis manos abiertas como copas de vino
abiertas mis manos
sobre los senos de la noche.

Y robar a Apolo su luz
para hacer collares de relámpagos.

Y arrebatar la sensualidad
a Artemisa (Diosa del parto)
para regar la virginidad por el mundo
como semila.

Y alcanzar en un beso el alma de una diosa.
En una ciudad siempre nocturna,
borracha de espacio
en un erial de olvido.

Borrachas de noche:
la ciudad y la diosa
y la infinidad y la luna,
borrachas de vida.

Y alcanzar en un beso la lengua de la diosa.
De la diosa más brillante que el sol.

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