El protagonista de la novela, Miguel del Solar, es historiador y busca desentrañar un crimen ocurrido treinta años atrás en el edificio Minerva, el cual está relacionado con su infancia. En medio de la investigación de las relaciones internacionales de México durante la Segunda Guerra Mundial, encuentra documentos sobre el asesinato y comienza a recorrer interrogando a los actores involucrados para buscar “algunos de verdadera significación” en torno al crimen y a la época. Raymond Chandler afirma: “La narración policíaca debe ser efectuada con verosimilitud tanto en lo que concierne a la situación original como al desenlace
Debe consistir de acciones verosímiles de gente verosímil en circunstancias verosímiles, sin dejar de tener presente que la verosimilitud es en gran medida una cuestión de estilo.” (Chandler 1949: 69). Sin embargo, en contraste con la técnica de la novela policíaca que permite seguir los indicios para acercarse a la verdad, el protagonista -que paradójicamente es también historiador- va perdiendo el camino debido a la multiplicidad de versiones provenientes de las voces de los personajes relacionados: Eduviges Briones, Pedro Balmorán, Derny Goenaga, Emma Werfel y hasta la de Delfina Uribe, la anfitriona de la fiesta donde sucedieron los disparos. Estas voces que resuenan a partir del segundo capítulo abruman a tal grado al investigador que lo convierten, según señala Fabienne Bradú, en “el gran oído de todos. Un oído que recibe indiscriminadamente toda clase de historias, fantasías, paranoias, pretensiones, mentiras y confesiones” (Bradú 1985: 41).
En términos de estructura, la novela policíaca o detectivesca -dependiendo del sujeto que resuelve el enigma- considera: 1) el estudio de criminales astutos, 2) la reconstrucción de crímenes ingeniosos, y 3) el tema de la huida y la persecución (Roucek y Müller 1961: 556-557). El investigador debe resolver el problema recolectando los datos relacionados, entrevistando a las personas ligadas, analizándolo todo para descubrir la verdad.
Este proceso debe permitir al lector seguir el itinerario detectivesco, para que al descifrar la intriga se produzca una catarsis y el investigador se convierta en héroe. En El desfile del amor, Miguel del Solar elige investigar sobre el asesinato a través de las entrevistas que hace a los que participaron en la fiesta. Pero a medida que se avanza en los diálogos, las palabras de los interlocutores van adquiriendo carácter de monólogos que sólo dan vueltas alrededor del crimen y que ofrecen distintos enfoques y descripciones de los hechos. El historiador pierde, entonces, la posición privilegiada del sujeto que resuelve el enigma y se ahoga en el caos de las voces donde se desvanece la razón y la verdad. El mismo Miguel del Solar confiesa: “Me doy muy bien cuenta del elemento grotesco de esta parodia de investigación policíaca que realizo” (p. 140).
No hay comentarios:
Publicar un comentario