18.12.19

Enrique Vila-Matas"Dublinesca " 2010 José María Pozuelo Yvancos,La novela de su vida

Ironiza repetidas veces Samuel Riba, el personaje protagonista de Dublinesca, con el salto que esta novela da hacia el inglés, que dice desconocer, pero que empapa la mayor parte de sus referencias. No en vano la más importante de ellas es la centralidad que ocupa el Bloomsday, ese 16 de junio que reúne en Dublín todos los años a los fervientes admiradores de Joyce, porque ese día coincide con la fecha en la cual la novela del irlandés saca a Leopold Bloom de casa y realiza el recorrido que se convierte en el más famoso paseo de la modernidad literaria.
Dublinesca origina un cambio notable respecto a la literatura anterior de Enrique Vila-Matas, tanto por el registro como por la estructura. El registro predominante es ahora el paródico, con una saludable introducción del humor. Y la estructura también se modifica, puesto que los antiguos comentarios literarios hechos sobre la base de fragmentos se sustituyen por los que ahora se enhebran en torno a una trama narrativa de corte más clásico, que se ofrece en tres tiempos, los tres meses, mayo, junio y julio, que coinciden con los preparativos del viaje a Dublín, el propio viaje y estancia allí, con enterramiento de la literatura incluida, y un episodio onírico postmortem que cierra brillantemente el libro.

Lo que no ha cambiado, por fortuna, es la insustituible voz narrativa creada por Vila-Matas, que conviene no confundir ni con la persona gramatical, puesto que ahora escribe en tercera persona, ni tampoco con la persona biográfica, porque los acontecimientos narrados, muchos de visible raigambre autobiográfica, le suceden a Samuel Riba, un editor arruinado tras cuarenta años de sostenimiento de una editorial de prestigio literario y que no ha podido sobrevivir a la era internet.

Esta nueva figuración de su voz tiene, no obstante, cuidado en sostener momentos concordantes con episodios autobiográficos, incluidos en sus otras novelas, en especial las referencias al patio de la casa de la calle Aribau, donde jugaba al fútbol y se imaginaba a sí mismo en Nueva York, o lo que los amigos le reprochan respecto a las filiaciones francófonas, etc.

Con todo, la voz inconfundible creada por su literatura anterior permanece en Dublinesca, si bien la metamorfosea en relación con la parodia-homenaje que realiza tanto del Ulises de Joyce, en el capítulo segundo, como de la producción de Samuel Beckett, en el capítulo de cierre. Si nos fijamos, el propio nombre, Samuel Riba, que tiene madre judía, remite, por un lado, a Beckett, pero, por otro, al poeta catalán Carles Riba, que fue el traductor de la Odisea de Homero.

Y hablo de un poeta para dar cuenta de otra novedad de esta novela: junto al humorístico, hay un gran registro que la obra de Enrique Vila-Matas había ofrecido hasta ahora en breves calas y que aquí se desarrolla: el lírico. La poesía aparece como referencia (Yeats, Wallace Stevens, Hölderlin, Gil de Biedma), pero también como signo, en la interminable lluvia, y las imágenes elegíacas de estilo especialmente inspirado.

Hay un detalle, que es la cita de los versos finales («Llego a mi centro // a mi álgebra y mi clave // a mi espejo») del «Elogio de la sombra» de Borges, en que, sin embargo, el narrador elide el último verso, el conocido «Pronto sabré quien soy».

Dublinesca es en sí misma una epifanía de la literatura como opción vital, como condena que lleva su muerte, pero también como salvación última. Porque Vila-Matas ha tenido el acierto de no caer en la Apocalipsis de la era postinternet, sino en dramatizar con felicidad precisamente su salto hacia el futuro, a través de ese personaje, Macintosh, que aparece levemente en el capítulo VI del Ulises de Joyce y que, curiosamente, dio nombre a los conocidos ordenadores.

Los tres capítulos de la novela se cierran con igual frase: «-No, si ya se sabe. Siempre aparece alguien que no te esperas para nada». Ese alguien es precisamente la figuración del autor, el escritor, esa criatura que seguirá viviendo el sueño de que, finalmente, Google no diga nada. La muerte del nuevo dios tendrá un invitado que nadie espera, y que ni siquiera había sido llamado para ir a la fiesta de su entierro. Una trama, hilarante, divertida y profunda y, como le ocurre a la de Joyce, cómico-seria, entregada a decirnos que la muerte de la literatura es asunto que, paradójicamente, narrará la literatura del futuro, como lo hace ya esta espléndida historia, con la que creo que Enrique Vila-Matas ha dado la novela de su vida.


Suplemento ABCD de las Artes y las Letras. 1 de abril 2010. Número 943



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