21.1.20

Jordi Valls - Vagina Dentata Organ

¿Imaginan la existencia de una persona que fuera testigo en Londres del inicio de la fiebre por los Stones, que además hubiese estado presente en los primeros conciertos del punk y encima tuviera la oportunidad de prestar su voz en alguno de los temas de la banda de industrial más importante de la historia? Pues si se han preguntado alguna vez por la identidad de alguien que hubiera vivido semejante hazaña, que sepan que esa persona existe y es catalana. Se llama Jordi Valls y pese a ser una de las personas que más de cerca ha vivido los años más trascendentes de la música urbana en la sociedad occidental, los que van de mediados de los 60 a la mitad de los 80, se puede asegurar sin ambages es un auténtico desconocido entre los de su tierra natal. Para los barceloneses que rondan los 40 años es como mucho, un ente difuso.
A muchos aficionados profesionales de la música, tal vez les suene algo más el nombre de su broma que acabó en proyecto para muy coleccionistas: Vagina Dentata Organ. Puede que recuerden de manera borrosa (y sin echar mano de Youtube) de su primera y única actuación televisiva en el programa de Paloma Chamorro. Un periodista con muchos kilómetros en las piernas como Kiko Amat decidió editar la friolera de hasta doce páginas de su fanzine para dar cabida a una entrevista con la que introducirnos en la vida y milagros de un Valls que tardó meses en devolver por correo electrónico. 

Un blog con alma de fanzine curioso como aquel añorado 40putes le dedicó hace unos años un post en el que se intentaba desentrañar de dónde salía exactamente este artista con el alias castrador por montera que se declara catalán ya desde el título: “No soy inglés, soy catalán”. Aunque a decir verdad, Jordi Valls ha vivido más años en Londres que en Barcelona. 38 años de su vida los pasó en la capital de la Europa más moderna. Y vaya años. Mientras Barcelona seguía teñida de gris que es el color de los grises, él vivía Londres montado en su coche. Arrellenados en los asientos de su auto, la plana mayor de Throbbing Gristle yendo de Londres a Manchester, en un viaje de ida y vuelta en una sola noche, para cumplir con un concierto en el que no quedó en pie ni un solo instrumento, ni musical, ni de lo otro. Aún hoy, ya plenamente instalado en Barcelona, se excita cuando unas dos veces al año, aterriza en Londres, saca la tarjeta Oyster del metro y entonces exclama para sus adentros que ya está en casa.

Jordi Valls es una nebulosa.

“La primera vez que vi a los Sex Pistols, a los Buzzcoks y a los The Clash fue en un cine de barrio, cuando aún no habían sacado discos. Quedé tan impresionado que pensé que la siguiente vez que actuarán en directo los iría a ver con una grabadora colgada del cuello. Aquello era una gozada. Conciertos valían 50 peniques”, nos comenta Valls en la segunda reunión que tenemos en menos de un mes. El primer encuentro, poco antes de las Navidades, sirvió para acercar posiciones. El segundo lo realizamos en la galería del barrio de Gràcia, Tienda Derecha. Como en esta segunda cita no hemos quedado en un bar decide traer una botella de vino tinto con unos vasos. No es hasta que nos sirve los vasos que se decide a soltar un “Bueno, esto ya es otra cosa”: “Y la siguiente vez que tuve oportunidad de verlos fue en el festival punk que se celebró en el 100 club de Oxford Street en septiembre del 76. Al lado tenía a Vivienne Westwood que por entonces era la mujer de Malcom McLaren, famoso por ser el representante de los Sex Pistols, y que recuerdo no paraba de insultar a Johnny Rotten… porque se querían mucho. “Hijo de puta… Bastardo”, le decía mientras cantaba”.

Llegó por primera vez a Londres con 17 años y con el objetivo de aprender todo el inglés que pudiera en una estancia de seis meses. “Me gustó tanto que al final me quedé un año entero. Coincidí en una época en la que los Stones - nunca los Rolling, como mucho los Rolling Stones- estaban empezando, eran todavía unos críos. Claro, yo en aquella primera etapa pensaba que esa efervescencia musical y cultural siempre era había sido igual en Londres. Yo venía de una Barcelona gris y franquista donde no quería quedarme a vivir ni loco. Compara todo aquello con los mods del Soho con los que también coincidí”. 

Un 4 de noviembre, día que los londinenses celebran con fuegos artificiales, siendo todavía estudiante le dio por tirarse a las fuentes de Trafalgar Square imbuído por el sentir festivo general. Acabó en un calabozo y siendo portada de la prensa conservadora del día siguiente en una foto en la que se le podía ver subido a la fuente de la famosa plaza, a modo de ilustración de lo loca que estaba la juventud. Y ahí tenía al punk. Al lado, sólo había que estirar el brazo. 

Llega el 76 y Valls ya tiene la grabadora colgada al cuello para grabar conciertos que después reviviría en casa, una vez de vuelta, a las tantas de la madrugada. A Valls el punk le pilla con 30 años que es una edad como otra cualquiera para descubrir el punk. “Toda aquella energía significó un cambio brutal en una época en la que predominaban los clones de Mike Oldfield y su Tubular Bells. 

A mí lo que más interesa, más que la música, es la actitud, la provocación”, se encargará de repetir nuestro protagonista durante toda la tarde. También gusta de desmentir que los miembros de los grupos de punk de aquella época no fueran músicos de verdad. “Los The Damned por ejemplo. Si escuchas bien aquellas grabaciones, es que tocan de manera impresionante. Por no hablar de los Sex Pistols”. Ay los Pistols...

En nuestro país parece que no están por la labor de contar con sus performances que sí requieren en antros como el Centre Pompidou o en la Tate Gallery (“me invitan, eh”). Le falta el MoMa. ¿Y el Reina Sofía? … “Ni me me había pasado por la cabeza”. “En el Pompidou antes de salir con un bate de béisbol al escenario, me preguntaron cuánto de fuerte iba a picar. Yo les respondi que normal. Y me lo preguntan justo antes de salir, cuando ya les había explicado de qué iba a ir la actuación que llevaba preparando unos seis meses. Total que aquella pregunta me hizo golpear todos los objetos que encontraba a mi paso con más fuerza”, comenta con una sonrisa que le quita muchos años de encima. 

Entre las últimas performances, más o menos recientes, que se le recuerden en Barcelona, sólo una en el festival LEM de 2007 y porque su amigo Víctor Nubla claro que se acuerda de él. De hecho es uno de los artistas citados en su libro Las Nuevas Músicas que dio de mamar a muchos entusiastas de la música menos acomodada de a partir los 80 (y que Nubla firmó con el seudónimo Adolfo Marín). 

El año pasado aprovechó todas aquellas cintas que revelaban la simiente del punk en vivo y descarnado, grabadas hace cuarenta años, para montar una especie de retrospectiva sobre los inicios del movimiento en el Arts Santa Mònica. “Con seis Marshall dispuestos en línea como si fuera un club de Londres para que se escucharan bien las grabaciones de la época ya digitalizadas”, y entonces abre mucho los brazos para que nos demos cuenta de la extensión que ocupan seis altavoces de la marca Marshall.

“El azúcar se ha acabado”.

Su cuota mediática en este país llegó con su aparición en La Edad de Oro. “En un tiempo en el que en España sólo se podían ver dos canales”. Me llamaron de Televisión Española Londres porque escucharon mi voz en en catalán en un tema de Psychic TV. Resulta que Genesis (Gen para los amigos y principal cebo para que esta entrevista haya cristalizado en estas letras a partir de la entrevista que le dedicamos hace unos meses) estaba muy cansado esa noche en el estudio y me dijo una vez había acabado la base del track que tenía entre manos: “Jordi, pon tu la voz que son las tres de la mañana y ya no puedo más”. 

Porque hay que decir que Gen siempre está muy cansado… Muy apresurado, se me ocurrió escribir sobre las sensaciones que tuve a raíz de un accidente de coche que había sufrido hacía pocos días (concretamente el 23 de diciembre cerca de Vilafranca del Penedés). Total que ese disco llegó a Paloma Chamorro que tiró del hilo porque para descubrir quién era el catalán del disco de Psychic TV y acabó dando conmigo. Eso debía ser en el 84. Para la época estaba muy bien informaba. 

Querían hacer un documental sobre el grupo y yo les dije que el director sería Derek Jarman y entonces ya sí que me ofrecieron todo lo que les pedí para la producción como llevar un coche que tenía en el desguace en Tarragona hasta la puerta de la casa del Dalí que es donde está grabado el clip. Para la actuación de La Edad de Oro ya en los estudios de TVE pedí que me trajeran doce perros lobo y se propagó el rumor que les daría la comunión. Tenía las doce ostias guardadas en el bolsillo trasero del pantalón. Lo bueno es que se originó toda una polémica en torno a mi actuación pero en realidad se me olvidó sacar las ostias”

En su periplo vital en Londres se hace coleguilla de dos bandas enfrentadas, por un lado la facción Psychic TV y Throbbing Gristle y por otro lado Whitehouse. “Enfrentadas por tonterías típicas en las bandas de música. Por ejemplo, William Bennett de Whitehouse publicó un vinilo en el que se podía leer en la portada una reseña escrita a máquina firmada por Genesis P Orridge en las que hablaba de las bondades de la banda y del disco, pero que en realidad eran inventadas. Entonces Genesis, que no se lo tomó muy bien, formó un nuevo proyecto que se llamaba Coum, como esperma, y al poco Bennett le emuló con otro proyecto nuevo que se llamaba Come Organization, que según como también tiene que ver con correrse. Bueno, eran como líneas enfrentadas pero que en realidad corrían en paralelo. 

Lo bueno es que el padre de Bennett era fan reconocido de Throbbing Gristle”. A Valls no le tenían por el exótico, ni como el catalán de la banda. “Los londinenses ‘van per feina’, no están por puñetas”. De hecho Valls es el único de los dos corrillos que tenía un trabajo estable. Y coche. Tenía coche para los desplazamientos a aquellos tugurios de Londres y de más allá. Preparó una actuación de Throbbing Gristle en el centro ibérico de Londres, con anarquistas, algún etarra, comunistas y anarquistas que se odiaban entre ellos (“y espías del gobierno pero a esos ya los conocíamos”). 

Al poco le dio por montar otra de Whitehouse que tuvo que justificar ante una comisión anarquista la razón por la que esa banda con fama de fascistas que eran Whitehouse tenía que tocar en el centro ibérico, en realidad una escuela squatter ubicada en Notting Hill pero autogestionada por reductos izquierdosos. Ahí fue donde conoció a su amigo Eliseu Huertas que se compró una Harley que fue vital en la grabación de uno de los álbumes de Vagina Dentata Organ. “Son minutos en los que sólo se escucha el motor de una Harley”.

Porque antes de saber qué haría por la música ya se había sacado de la manga el concepto Vagina Dentata Organ. Bueno, el concepto de la vagina castradora ya existía, pero Valls aún no había pensado con qué tipo de música rellenaría el proyecto."Tenía tantas ganas de hacer alguna cosa relacionada con la música pero como no era capaz de ponerme a tocar ningún instrumento, tampoco sé cantar, pensé primero en cómo me podría llamar”. Total que ahora se encuentra con plataformas de venta de música de segunda mano que vende sus discos a precios prohibitivos. Él lo achaca a que no reedita nunca. Tiene un disco de 1984 titulado The Last Supper que consiste básicamente en dejar sonar la grabación con la que el reverendo Jim Jones se despedía del mundo desde la Guyana, con otros novecientos fieles, en el que se conoce como el suicidio colectivo, algo forzado seguramente, más populoso de la historia reciente. Especialmente valiosa es la serie en la que decidió introducir de su propia sangre en cada copia.

En contraste con su vida nocturna en la que interactuaba con células que eran lo más en creación de todo el mundo en aquel momento, Valls trabajó durante 37 años en una organización internacional que trataba con un producto que es negro como el petróleo, no tan valioso, pero negro como el oro negro, en la que entró para una sustitución de tres días y se quedó casi cuatro décadas. Un curro que le daba para disfrutar de la ciudad y para venir a España hasta tres veces al año. “Siempre he llevado doble vida”. Por cuestiones de aranceles y burocracias varias, tiene que verse con gente que tenía mucho que decir o que tendrían mucho que decir en el futuro. Como Juan Manuel Santos actual presidente de Colombia. “Siempre tenían la radio puesta para camuflar el sonido machacón que emitía el tapón de las botellas, creo que era Radio Caroline. Casi caigo al suelo cuando escuché por primera vez I wanna be your man de los Stones… y eso que es un tema original de los Beatles”. De hecho, se jacta de ser uno de los primeros en aterrizar con un disco de los Stones bajo el brazo en nuestro país, en primavera del 64 se encontró en la calle con Mike Jagger y le preguntó cuando salía el primer álbum de los Stones.

A él porque no le interesaba demasiado, pero la muerte del jazz también le pilló a Valls en Londres. Tanto le dió, él ya estaba sólo para los Stones. El día que llegó a Londres para instalarse con su mujer de entonces se conoció el asesinato de Sharon Tate. El 9 de agosto de 1969. Ese mismo día se estaba tomando la foto del álbum Abbey Road de The Beatles, apunta mi compañero Enrique Doza, responsable de la galería donde tiene lugar el encuentro. Valls gusta de relacionar un evento importante de su vida con un suceso que trascendió en la historia. Se apunta a las efemérides haciendo notar que menos de un mes antes había muerto en una piscina el teclista de los Stones, Brian Jones al que a Valls le dio tiempo a ver en acción sus satánicas majestades. Y eso también cuenta. Aunque en realidad sus ídolos, lo que se dice ídolos, son aquellos maquis urbanos que actuaban en la Barcelona de la época del pistolerismo, en primera mitad del siglo pasado, como Josep Lluis Facerias o Francesc Sabaté.

No le gusta ni la salsa ni la bossa (“Lo siento, eh”).

Reconoce que no cree en la magia tanto como Genesis P Orridge. Pero una vez quiso "eliminar" a una persona porque le hacía la vida imposible. A todos nos ha pasado alguna vez. “Tenía la biblia satánica de Anton Szandor LaVey y entonces empecé a leerla y dije, este tío piensa igual que yo. Total que hice lo que proponía el libro para sacármelo de encima y oye, dicho y hecho. A los pocos días le diagnosticaron un cáncer y se murió. Yo estoy convencido que era una coincidencia. Pero lo que es cierto es que se murió”. 

Por lo demás, la soledad la lleva muy bien. “Solo puedo escuchar música con detenimiento cuando estoy solo. Tengo un disco de Nurse with Wound que está dedicado al barco Mary Celeste, que surcaba los mares del mundo sin tripulación. Es un disco que dura una hora en la que se van escuchando los ruidos del barco, el crujir de las maderas, el oleaje que impacta en el casco. Le dije al artista que es el disco que me hubiera gustado hacer a mí. 

Es que me cuesta mucho llegar a la idea de lo que quiero hacer. Ahora estoy a punto de sacar un nuevo álbum, Irene’s count, inspirado en un libro del poeta y novelista francés Luís Aragón adscrito al surrealismo que escribió una obra titulada Le Con d’Irène”. De todas maneras reconoce que sus discos no son para escuchar. “Como mucho una vez. Son fetiches. Y aún así los compra”. Me comenta que cuantos más accidentes en la grabación de un disco mejor. Que somos producto de un accidente. De un accidente violento. “Somos producto de la violencia”. Tiene tinnitus pero dice que no le molestan. 

“A veces el akufen para y entonces es cuando me molesta”. Por lo demás, la salud bien. Reconoce que no necesita dormir mucho. “Cinco horas. Es que me gusta mucho vivir. Tengo muchas cosas que hacer”. Acompaña a las siete de la mañana a su mujer que aún trabaja en una escuela y después se va a las ocho de la mañana a la carretera de les Aigües para andar casi diez kilómetros con Barcelona de fondo. Eso entre semana, porque los findes los pasa en Cadaqués. Ya en casa escucha la radio, tiene hasta tres transistores repartidos por otras tantas dependencias. Dice que escucha Rac1 como todo el mundo en Catalunya, y se ríe. “Soy normal”, dice.


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