21.1.20

Enrique Vila-Matas "Locura de bolsillo" James Boswell - Vida de Samuel Johnson 1791

Empecemos por Boswell. Vivió en Inglaterra en el siglo dieciocho y, cómo dice Fernando Savater, fue el inventor del periodismo cultural y desde luego el inventor de ese género literario tan apasionante, superfluo e inexacto: la entrevista.
Sigamos por Samuel Johnson. De origen humilde, su formación universitaria como su vida posterior estuvieron llenas de dificultades económicas. Johnson fue un auténtico militante de las letras y aún hoy es uno de los escritores ingleses más populares. Su amigo Boswell dejó una biografía sobre él en la que, aparte de inventar el género de la entrevista, logró llevar a cabo uno de los mejores libros de la historia de la  literatura universal: La vida del doctor Samuel Johnson.

Yo admiro mucho ese libro de Boswell, leído y releído. Pero lo curioso es que no había leído nada del doctor Johnson, el biografiado. Ayer, en una colección de ensayistas ingleses –con prólogo de Bioy Cesares-, encontré un breve ensayo de Johnson, que leí y que me llamó la atención por la elegancia en la elección y tratamiento del raro tema. El texto se titula La queja del erudito por su propia timidez y en él Johnson se dedica a contar cómo, después de haberse dedicado durante años a estudiar y prepararse para la actividad intelectual, es invitado en Londres a una reunión muy mundana en la que espera tener una oportunidad  para desplegar sus conocimientos ante tan numerosa concurrencia.

Sin embargo, pronto la reunión nota que su timidez le juega una mala pasada y a esto hay que añadir que la gente de aquella reunión habla de cosas que no están en los libros. Lo grave del caso, para Johnson, no es que hable de banalidades o estupideces, sino que se ríen de él, pues le lanzan varias indirectas sobre la inutilidad de las universidades, la tontera del saber aprendido en los libros y la torpeza de los eruditos. Se refugia entonces en un grupo de damas tratando de huir de “la algarabía y el insulto”, pero allí todo es también muy horrendo, más o menos- para entendernos- como un programa de cualquier cadena de televisión de cualquier país del mundo. Medita entonces Johnson sobre su conflicto de timidez y se pregunta si no será que se ha pasado la vida estudiando sólo para convertirse en el hazmerreír del ignorante. Y se pregunta si no será que se ha privado de todos los goces corrientes de la juventud para recoger ideas que deben dormir en el silencio y formarse opiniones que no debe divulgar.

En realidad, lo que le sucede a Johnson es el mismo conflicto de timidez al que se ven sometidos hoy en día muchos lectores, estudiosos del mundo y pensadores. Habría que recomendarles, sin embargo, que dejaran a un lado su conflicto de timidez y no se reprimieran a la hora de divulgar lo que Tabucchi llama “nuestra locura de bolsillo”, esa locura individual con la que todos podemos luchar contra el fascismo generalizado del mundo actual. Debemos hacerlo, aunque traten de ridiculizarnos todos esos ignorantes que han hallado en la fórmula de reírse de quien piensa distinto una manera de aplastar aquella “furia de la inteligencia contra las piezas gastadas” de la que hablaba Mallarmé, esas “bombas contra el sentido común” de las que hablaba Nabokov. Pero angustia pensar que hayan pasado Mallarmé, Navokov y tantos otros, y que esta inteligencia no haya podido sembrar una labor eficaz en el terreno de la historia. Y es que tal vez la historia se hecho siempre sobre la base de la negación de una cierta intensidad de inteligencia.  

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