5.2.20

Stanley kubrik "2001: A Space Odyssey" Un salto evolutivo del arte cinematográfico -Emilio de Gorgot

Muy probablemente la cúspide de la ciencia ficción  cinematográfica,  un  momento  de  gloria  que  difícilmente  será  replicado  en  el  futuro.  Recordemos  que a mediados de los años sesenta, cuando fue estrenada, el género era apenas respetado como expresión artística genuinamente adulta. Al contrario de lo que había  empezado  a  suceder  con  su  vertiente  literaria,  incluso las películas de ciencia ficción con una aproximación más seria eran consideradas productos ligeros para el consumo infantil y juvenil. 
Era costumbre que los ejecutivos de los estudios obligasen a los guionistas  y  directores  a  efectuar  concesiones  al  público  de  menor edad, ya fuese simplificando los argumentos u ofreciendo dosis de acción incluso cuando resultaban innecesarias. Así estaban las cosas... hasta que Stanley Kubrick decidió dar un golpe en la mesa. Por  entonces,  el  director  estadounidense  estaba  ya  pugnando  para  ejercer  el  máximo  control  artístico sobre su obra. 

Con 2001 decidió romper los convencionalismos  y  demostrar  al  mundo  no  solamente que la ciencia ficción cinematográfica era verdaderamente  digna  del  público  adulto,  sino  incluso  que podía ser el vehículo mediante el que revolucionar los parámetros del séptimo arte. Buscó la colaboración de uno de los más reputados escritores del género, Ar-thur  C.  Clarke,  y  entre  ambos  escribieron  un  guion  que  combinaba  la  característica  épica  filosófico  in-terestelar  de  Clarke  con  la  visión  revolucionaria  que  Kubrick concibió para trascender el lenguaje cinema-tográfico convencional. 

Quería que el argumento y el mensaje  de  la  película  apenas  fuesen  explicados  con  palabras, pero tampoco con los resortes habituales del cine  mudo.  La  forma  y  el  fondo  debían  confundirse  en un experimento donde el continente formaría parte del contenido: la música, la longitud o brevedad de las  secuencias,  el  manejo  de  los  tiempos...  casi  todos  los  aspectos  puramente  formales  iban  a  servir  como  transmisores, y no solamente moduladores, del mensaje principal. Dicho y hecho: trabajando con su obsesivo perfeccionismo —casi no hubo un aspecto de la producción del que no se ocupara personalmente— y valiéndose  de  aquella  aproximación  cinematográfica  inédita,  Stanley  Kubrick  realizó  la  película  que  para  muchos es su obra maestra y que en todo caso suele ocupar la cabecera en las listas de mejores largometra-jes de ciencia ficción de todos los tiempos. 

Nadie niega que 2001 es una película difícil. Su argumento —una intervención alienígena sobre la evolución pasada y futura de la raza humana, ejecuta-da mediante unos misteriosos monolitos negros está bien estructurado y prácticamente todos sus conceptos tienen explicación, pero el inusual modo de contárselo al espectador deja invariablemente perplejos a quienes la ven por primera vez y de hecho resulta harto difícil entenderla en su totalidad hasta poder verla más veces . 

Cuando se estrenó, de hecho, estuvo a punto de ser un fracaso en taquilla. Casi nadie entendía nada. Se suele atribuir su tardía remontada comercial a un boca a boca inicia-do  por  los  consumidores  de  drogas  psicodélicas,  que  encontraban  en  esta  película  un  marco  absorbente  e  intenso para sus «viajes»: no resulta extraño, por ejemplo, que el metraje sobrante de una de sus secuencias, un viaje cósmico a través de una «puerta espacial», fuese  usado  por  los  Beatles  en  su  película  Magical  Mys-tery Tour. De todos modos, quien haya visto 2001 en pantalla grande ya sabe que, pese a que resulta difícil entenderla, es estéticamente abrumadora. Rompió  muchísimos  moldes  técnicos  y  estéticos,  revolucionando  el  mundo  de  los  efectos  especiales:  prácticamente  no  ha  habido  una  película  espacial  posterior  que  no  beba  directamente  de  ella  (aunque en este aspecto Kubrick también había recibido influencias externas, como Camino a las estrellas del ruso Pavel Klushantsev). 

Pero como decíamos, su principal  aportación  al  cine  fue  la  de  quebrantar  las  leyes de la narrativa tradicional, por ejemplo dilatando y  contrayendo  el  ritmo  temporal  para  expresar  con-ceptos como las grandes distancias del sistema solar y el cosmos. Un recurso que no era originalmente suyo y que, como algunas otras cosas —el montaje, la manera de enfocar los paisajes, el uso de los silencios— Kubrick  había  podido  aprender  en  películas  como  Lawrence de Arabia de David Lean. 

Kubrick,  sin  embargo,  lo  llevó  todo  al  extremo,  renunciando  voluntariamente  a  una  regla  supuestamente  sagrada  en  el  cine:  conseguir  que  la  historia  sea  inmediatamente  comprensible  para  el  espectador. Él mismo decía que no quería que el público de las salas entendiese la película, sino que la asimilara y disfrutara como una experiencia puramente audiovisual. 

El uso de metáforas, de hecho, iba más allá incluso de lo meramente visual y hasta el uso de la música y del sonido estaba concebido para encerrar algún tipo de información argumental, pero siempre sin  descuidar  el  que  la  experiencia  estética  pudiese  disfrutarse como un todo. En ese sentido, 2001: Una odisea del espacio es lo más parecido al «arte total» que preconizaba Richard Wagner (uno de cuyos discípulos,  por  cierto,  es  el  autor  de  la  famosa  música  del  «Amanecer» que tan magistralmente usó Kubrick en esta película). En todo caso, una obra repleta de atractivos  estéticos  y  abstractos  que  fascinan  a  algunos  y  mortifican  a  otros,  pero  a  la  que  siempre  merece  la  pena darle una oportunidad más, porque se convierte en imprescindible para quien consigue finalmente penetrar en su fascinante mundo. 




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