25.4.20

Sylvia Molloy,Vila-Matas [escribir] París 2012


Así como Borges sostenía que la ausencia de camellos en el Corán alcanzaba para demostrar que el libro sagrado del Islam era árabe, podemos afirmar que la ausencia física de la Torre Eiffel en [escribir] París prueba que Sylvia Molloy y Enrique Vila-Matas no son simples turistas, sino dos escritores que en la capital francesa juegan de locales.
La convivencia de relatos de Molloy (Buenos Aires, 1938) y Vila-Matas (Barcelona, 1948) en un mismo libro no es fortuita; es parte de una colección: Destinos Cruzados. En ella el único requisito es que dos autores -hombre y mujer de distintas nacionalidades- escriban sobre un mismo país o ciudad, que no sean los propios. Si bien esta premisa resulta demasiado amplia como para compararla con las restricciones formales que los miembros del grupo Oulipo le imponían a sus textos, la idea de reunir dos miradas extranjeras sobre un mismo punto del planeta recuerda de algún modo el espíritu lúdico de aquellos maestros de límites y fronteras.

El París de Molloy se lee en dos tiempos: "Primer París", su viaje bautismal realizado en 1958, y "París después", que incluye sus estadías posteriores. Desde el primer encontronazo con la ciudad, cuando Molloy era una estudiante que cursaba en la Sorbona, despunta en ella el afán de asimilarse a los nativos: "Yo quería ser estudiante francesa, no extranjera, y me inscribí en una licenciatura de letras modernas con estudiantes de veras franceses". 

El París de Molloy es el París de un agente secreto. Quiere confundirse con el resto, haciéndose pasar por algo que no es. Esta misión autoimpuesta es un voto que renueva en cada viaje: "Paraba en el hotel La Trémoille, que aplicadamente había yo aprendido a pronunciar tremuy y no tremoay, no fuera que me consideraran extranjera o, lo que es peor, provinciana". Ser como los parisinos es el mejor modo de mirar sin ser visto. Ser el espectador privilegiado de ese espectáculo que es París. Está claro que para Molloy, como para Nadja, la estudiante de letras yugoslava de un cortometraje de Éric Rohmer de 1964, la ciudad es tanto o más importante que los libros.

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