El relato se enmarca en la época del reinado del monarca español Carlos II, conocido como “El Hechizado”. Hijo de Felipe IV y Mariana de Austria. Nació en Madrid, en 1661 y a los cuatro años debió suceder a su padre. Por su escasa edad, debió ejercer la regencia su madre hasta 1875. Por la escasa experiencia en la vida y no menor nivel formativo, no pudo ejercer labores de gobierno de forma acertada, si bien tuvo el acierto (¿él o su madre?) de apoyarse en gentes preparadas para acometer las difíciles tareas de gobernanza. Murió, en Madrid en 1700, cuando contaba con 39 años.
De su aspecto personal podemos hacernos idea a través de las pinturas al óleo que le hicieran Juan Carreño (1685) y Luca Giordano (1693), donde se aprecia su aspecto débil y casi enfermizo.
El relato:
Es uno de los siete que, publicados en 1949, se agrupan con el título de “Los usurpadores”
El indio González Lobo hizo “un trabajoso y dilatado viaje” a Madrid, sede de la Corte española, “hacia finales de 1679”. El objetivo obsesivo era el de entrevistarse con el monarca Carlos II. Tras un largo tiempo “perdido en la maraña de la Corte”, soportándolo de forma paciente en antesalas con entrevistas con funcionarios segundones (“sería recibido por el quinto oficial de la Tercera Secretaría, competente para escuchar mi asunto”), decidió saltar todos esos obstáculos buscando adecuado atajo.
Lo consiguió a través de la mujer de un jardinero, que era “enana del rey”. Todo para conocer la benevolencia real, que le dió a besar su mano, entre “un fuerte hedor a orines” y la visión de “su pecho humedecido por las babas infatigables”. Sin duda una fuerte crítica a un monarca, del siglo XVII, de la familia de los Austrias.
¿Por qué y para qué esa obsesión de llegar hasta el monarca?. Nada indica Ayala, de forma concreta, aunque advierte que “diríase que es un relato del desengaño de unas pretensiones”….. para nada, concluiríamos desde aquí. De cualquier forma representa una dura crítica a la innecesaria burocracia del absurdo. Esa burocracia (¿o “burrocracia”?, suelo plantearme) que en 1833 relataría Mariano José de Larra en su “Vuelva usted mañana”. O más bien como escribe Ayala: “El poder de los magnates se mide por el número de los pretendientes que tocan a sus puertas y ahí, todo el patio de la casa era antesala”. Circunstancias de ayer y que hoy no se han relajado ni mucho menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario