A lo largo de su carrera, Stanley Kubrick dio muestras más que fehacientes sobre su carácter perfeccionista, obsesivo y, a veces, cruel. Cuatro décadas después del estreno de El Resplandor (1980), uno de los mejores filmes de terror psicológico de la historia del cine, aún colean anécdotas que hacen palidecer al público.
Al igual que solía hacer su colega Alfred Hitchcock, el realizador se cebó a lo grande con la actriz protagonista, Shelley Duvall (Wendy). ¡De la que se libró Jessica Lange! Para que su personaje fuera verosímil obligó a todo el equipo a que no le dirigiera la palabra, sufrió un aislamiento total, hablaba mal de ella durante las tomas, jamás alabó su trabajo y le hizo repetir la escena del bate de béisbol en 127 ocasiones, que supuso su inclusión en el Libro Guinness de los Records como la escena con diálogo más repetida en la historia. Aquello provocó que la actriz llorase tan desconsoladamente que bebía continuamente agua para mantenerse hidratada.
Al final, la presión hizo que se le cayera el pelo y que sufriera depresión durante años. En la actualidad, la actriz tiene graves problemas mentales, su aspecto físico está terriblemente deteriorado y se niega a recibir ayuda por parte de amigos y familiares. Su situación recuerda a la de la fallecida Margot Kidder, que pasó a la historia como Lois Lane, la novia de Clark Kent/Superman, interpretado por Christopher Reeve, fallecido hace 16 años.
Kubrick tampoco se llevó demasiado bien con el escritor Stephen King, autor de la novela homónima. A día de hoy, el autor reniega de la adaptación al considerarla muy alejada de su libro y nunca aceptó a Jack Nicholson (Jack Torrence) como protagonista. Unos años después logró recomprar los derechos de su propia obra para hacer su versión para una miniserie que pasó desapercibida en 1997. Por si fuera poco, Kubrick solía llamarle de madrugada para hacerle preguntas filosóficas, lo que irritaba considerablemente a King.
Debido a que Kubrick también era una persona complicada e interesada por la psique humana, durante la elaboración del guión leyó diversas obras de los psicólogos Sigmund Freud y Bruno Bettelheim, así como cuentos cuyo trasfondo era bastante psicoanalítico, como Caperucita roja o La bella y la bestia.
Por contra, la relación del director con Jack Nicholson fue fluida, aunque la estrella de Hollywood, que actualmente está retirado debido al Alzheimer, odiaba que el director reescribiera el guión continuamente. Así que dejó de leer los borradores y solo se memorizada las frases antes de salir a rodar.
El actor fue desde el principio una elección personal de Kubrick, pero hubo otros intérpretes que también recibieron el guión, como Robin Williams, Robert de Niro o Harrison Ford. A este respecto, el novelista intentó convencer para que el rol se lo dieran a Martin Sheen, Jack Palance o Jon Voight.
Otra de las extravagancias del rodaje la protagonizó Danny Lloyd, (Danny Torrance), hijo de los protagonistas. En una escena llegó a pronunciar más de 40 veces la palabra Redrum, que significa Murder (leída al revés) o Red Room, el cuarto rojo donde se rodó una de las escenas. El niño rodó dos películas más y se retiró del mundo del cine con 9 añitos. En la actualidad es profesor de biología en la universidad.
De vez en cuando, la tensión generada durante la filmación se paliaba con juegos de mesa. Uno de los intérpretes se las ingenió para traer un tablero de ajedrez ya que a Kubrick le apasionaba este pasatiempo en el que la concentración y la táctica son fundamentales. Hasta tal punto llegó su fijación por el juego que llegó a cancelar un día de rodaje para jugar durante horas. Obviamente, ganó todas las partidas.
Sin embargo, no pudo hacer frente al público y los críticos feroces que consideraron la película de baja calidad. Tardó siete años en volver a rodar otro filme, La chaqueta metálica y, en 1999, dirigiría su último largometraje, Eyes Wide Shut, una locura narrativa en la que se fundían los sueños y la realidad interpretada por el entonces matrimonio Tom Cruise y Nicole Kidman. El director falleció poco antes del estreno.
Tras su muerte, Kubrick sigue siendo una figura de culto gracias a algunas de sus películas que están consideradas como obras de arte, entre ellas, Espartaco (1960), Una odisea del espacio (1968) o La naranja mecánica (1971). Su viuda, Christiane, con la que estuvo casado algo más de cuatro décadas, es la encargada de viajar por el mundo para perpetuar y que no se desvirtúe el legado de su marido.
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