Y si algo aún me llama la atención en todo lo ocurrido en aquellos días de octubre es que para narrar mi encuentro con el hombre que pudo ser Pynchon y transcribir sus implacables últimas palabras y así hallarle un sustituto a la financiación de Van Gogh, haya tenido que poner en pie toda una época ya concluida; una época acabada, consumada, más gastada que la tendencia a ocultarse de Gran Bros. A veces, cuando veo que he tenido que escribir sobre un tiempo ya tan caducado, me pregunto si no será que a lo mejor, como dicen algunos, a la ficción le gusta el pasado y por eso tiende a correr el riesgo de no ser ya sino cosa del pasado, que es lo que solían decir los hegelianos hablando del arte en general y Borges hablando de la lluvia.
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto
patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.
Jorge Luis Borges
La lluvia
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