RAS: (...) Propongo que conversemos, ahora, sobre sus libros. Con respecto al único de ellos que pasa en Brasil, La Guerra del Fin del Mundo, usted ha declarado varias veces que es su mejor obra. ¿Todavía piensa así?
RAS: ¿Qué significó escribir ese libro? ¿Miedo del desafío y, simultáneamente, la disposición de vencerlo?
MVLL: Exactamente. Al principio yo tenía una gran inseguridad. En primer lugar, lo que tuve fue una especie de vértigo, porque tenía un material que era enorme. El primer borrador, lo que considero el magma del libro, es gigantesco, es una cosa enorme, el doble seguramente de lo que es la novela [que tiene más de 500 páginas en su versión final]. Yo sentía como un vértigo, porque decía: "¿Cómo voy a conectar, a enlazar todo este mundo de episodios, de pequeñas historias?" En los dos primeros años, trabajé con mucha inseguridad. A los dos años hice el viaje al Nordeste, recorrí todo el sertao [interior agreste de la región] y eso para mí fue muy importante.
RAS: ¿Es decir que cuando fue al Nordeste de Brasil, usted ya había iniciado el trabajo de texto, propiamente dicho?
MVLL: Sí, primero hice un borrador, antes de ir. Yo quería, a base exclusivamente de documentación, imaginar, fabular un poco la historia, y luego ir. Y fue muy importante el viaje porque me confirmó muchas cosas, me dio muchas ideas nuevas para otras. Fue una experiencia realmente muy importante. Mucha gente me ayudó.
RAS: ¿Cómo nació la idea de este libro?
MVLL: Surgió como un proyecto cinematográfico para el director [mozambiqueño-brasileño] Ruy Guerra. La Paramount de París estaba dirigida en ese tiempo por una persona a la que yo conocía. Un día recibí una llamada por teléfono en la que este señor me dijo: "La Paramount va a producir una película para Ruy Guerra. ¿Te gustaría escribir el guión?"
RAS: ¿Usted conocía a Ruy Guerra?
MVLL: Yo había visto una película de Ruy Guerra que me había gustado mucho, que se llamaba Dulces Cazadores. Entonces, fui a París, vi otra película de Ruy Guerra que allí me pasaron, que era Los Fusiles, y conocí a Ruy Guerra; él me explicó un poco lo que quería hacer, me dijo que tenía la idea de una historia que tuviera alguna vinculación con la Guerra de Canudos [la rebelión ocurrida en el Estado de Bahía, en Brasil, en los años 1896 y 1897]. No se podía hacer una película sobre Canudos, porque era una cosa demasiado grande, pero sí una historia que tuviera algún contacto con la guerra. Yo no sabía nada de la Guerra de Canudos, nunca había oído hablar del tema.
EL DESLUMBRAMIENTO CON "OS SERTOES"
RAS: Si así era, ¿qué hizo usted?
MVLL: Empecé a documentarme, a leer, y una de las primeras cosas que leí fue Os Sertoes, de Euclides da Cunha, en portugués. Y para mí fue una de las grandes experiencias de mi vida de lector. Yo tengo esa experiencia como lo que fue para mí leer de niño Los Tres Mosqueteros, o ya de grande La Guerra y la Paz, Madame Bovary o Moby Dick. Fue realmente el encuentro con un libro muy importante, como una experiencia fundamental. Quedé deslumbrado con el libro. Me pareció uno de los grandes libros que se han escrito en América Latina.
RAS: ¿Por qué?
MVLL: Creo que vale por muchas cosas, pero sobre todo porque es como un manual de latinoamericanismo; es decir, en este libro uno descubre primero lo que no es América Latina. América Latina no es todo aquello que hemos importado. No es tampoco Europa, no es el África, no es la América pre-hispánica o las comunidades indígenas, y al mismo tiempo es todo eso mezclado, conviviendo de una manera muy áspera, muy difícil, violenta a veces. Y de todo eso ha resultado algo que muy pocos libros antes de Os Sertoes lo habían mostrado con tanta inteligencia, con tanta brillantez literaria. Yo quedé deslumbrado. O sea, en verdad creo que la persona a la que le debo haber escrito La Guerra del Fin del Mundo es Euclides da Cunha.
RAS: ¿Además de Os Sertoes, qué leyó para escribir el guión?
MVLL: Leí muchas cosas. Creo haber leído prácticamente todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la Guerra de Canudos. Bueno, yo escribí primero un guión de cine, para una película que no se llegó a hacer por esas cosas que ocurren en el cine. El proyecto llegó a estar incluso muy adelantado, ya con una pre-producción avanzada, pero un buen día la Paramount decidió que no se hacia, y no se hizo la película. Para Ruy Guerra, supongo que fue una desgracia eso, pero para mí... Yo quedé con la posibilidad de seguir trabajando en algo que me apasionaba y que al final había resultado algo muy limitado, porque un guión es una cosa muy pequeñita. Entonces seguí trabajando y leyendo, documentándome, y me llegué a apasionar de una manera como pocas veces me ocurrió con un libro.
DE BAHÍA A WASHINGTON
RAS: ¿Qué tipo de material llegaba hasta usted?
MVLL: Creo haber leído prácticamente todo lo que se ha escrito sobre Canudos. Al principio, era muy difícil conseguir los materiales, pero tuve ayuda de gente que usted no se imagina. Uno de ellos fue Alfredo Machado [presidente de la editora brasileña Record], por ejemplo. Usted no sabe el trabajo que Alfredo Machado, que ni siquiera es mi editor, se tomó para ayudarme. Mandó hacer copiar centenares de páginas de artículos, a veces libros enteros, que solamente estaban en bibliotecas de Brasil, y me las hizo llegar.
También estoy inmensamente agradecido a una gran amiga mía brasileña, que es Nélida Piñon, quien también me ayudó de una manera extraordinaria. Y después, a algunos historiadores brasileños, como por ejemplo el profesor José Calazans, de Salvador, que probablemente es la persona viva que sabe más de Canudos, y quien podrá, quizá, escribir el libro definitivo sobre Canudos. Él también fue muy generoso conmigo cuando estuve en Bahía: me abrió su biblioteca. Bueno, a todo el mundo le expliqué que no estaba escribiendo una novela apegada a la historia, digamos, para mentir con conocimiento de causa [risas].
RAS: El mismo proceso que usted afirma haber utilizado en Historia de Mayta, ¿no es verdad?
MVLL: Así es, exactamente. Cuando estuve en Bahía, trabajé muchísimo en el Archivo Histórico, leyendo la prensa de la época; leí muchas tesis universitarias... Y finalmente, el último año de trabajo, lo pasé en Washington, en el Wilson Center, donde estuve como fellow, escribiendo La Guerra del Fin del Mundo. Y para mí la Biblioteca del Congreso, en Washington, fue algo importantísimo, porque allí conseguí cosas que no había encontrado en bibliotecas brasileñas. Recuerdo siempre un periódico que fue uno de los que influyó más en la opinión pública y la sociedad brasileña [contra Canudos], O Jacobino. Un periódico del que no encontré sino un ejemplar en Bahía. En la Biblioteca del Congreso tenían íntegra la colección y pude leerla en el Wilson Center en un microfilm, sin ningún problema. Es fantástica, realmente, la Biblioteca del Congreso.
EL VIAJE AL "SERTAO"
RAS: ¿Cómo fue su viaje al sertao brasileño? ¿Quién le hizo compañía?
MVLL: Tuve suerte de que Jorge Amado, que no estaba allí en ese momento, me recomendara a una persona que fue muy importante para mí: Renato Ferraz. Él había sido director del Museo de Bahía, había estudiado antropología, pero, cansado de la ciudad, se retiró al sertao y vivía en Esplanada, en Bahía, que es donde sigue viviendo aún. Renato fue para mí valiosísimo porque aceptó acompañarme en todo ese mes de viaje. Él conoce el sertao como la palma de su mano: pero, además, tenía el tipo de conocimientos que yo más necesitaba. Es un hombre que sabe el nombre de la última rama, arbusto, animalito, insecto del sertao. Y tiene una capacidad de comunicación extraordinaria con la gente del sertao. Así que fue muy fácil, a través de él, hablar con campesinos, con vaqueros, con párrocos, troveros ambulantes, agricultores...
RAS: ¿Habló usted con mucha gente?
MVLL: No sé con cuánta gente hablé, pero fueron decenas y decenas de personas. La verdad es que no hacíamos otra cosa que ir de pueblo en pueblo. Recorrimos los 25 pueblecitos donde se dice que estuvo el Consejero [líder místico de la rebelión de Canudos]. Y quizá para mí el día más emocionante de mi vida, creo que nunca he sentido tanta emoción, ha sido aquel en que llegué con Renato no a Canudos, porque Canudos, usted sabe que está en el fondo de una laguna, pero sí al monte que fue escenario de la gran batalla de la guerra, donde está la cruz que estuvo en la iglesia de Canudos y que se ha plantado allí y que está todavía llena de los impactos de las balas. Usted no sabe la emoción que me causó llegar allí. Yo llevaba dos años trabajando en eso y realmente era como si mi fantasía se estuviera materializando.
Fue el momento culminante del viaje. Hasta allí, el trabajo, para mí, había sido muy angustioso, pero desde ese momento hasta que terminé la novela, que fue dos años más tarde, me parece, trabajé con un entusiasmo enorme, dedicando a esto diez, doce horas al día. Como le digo, por esa razón para mí este libro es especial. Yo tenía, además, mucho temor de lo que podía ocurrir en Brasil. No sabía cómo recibirían el libro, tenía cierto temor de que en Brasil lo consideraran como una intrusión en un coto privado...
RAS: Porque el tema había sido tratado por un escritor clásico en Brasil, y podría parecer, quizá, intocable, ¿no?
MVLL: Claro. Pero, digamos, yo hice una cosa muy distinta, porque no se trataba de un ensayo, sino de una novela.
CRÍTICAS HOSTILES
RAS: ¿Advirtió usted rechazo entre personas de Brasil, por ser un extranjero escribiendo sobre un tema tan brasileño?
MVLL: Nada, absolutamente. Bueno, hubo algunas críticas hostiles al libro, por supuesto, pero en general la acogida fue de una generosidad y un entusiasmo que a mí me conmovieron. Y además, de parte del público, fue un libro que ha tenido en Brasil una enorme difusión. En ese sentido le diría que también me sentí recompensado por lo que me había costado escribir esta novela.
RAS: ¿Se acuerda usted de alguna de esas críticas más severas?
MVLL: La crítica más severa que leí fue de un señor que se llama Edmundo Moniz, autor de un libro sobre Canudos [A Historia Social de Canudos]. Su crítica es, más que una crítica literaria, una crítica política, que ataca ideológicamente a la novela, la que considera reaccionaria, antisocialista. Es una crítica muy tendenciosa. Pero el libro del señor Moniz a mí me fue muy útil.
RAS: ¿Por qué?
MVLL: No creo que sea un libro muy científico. La tesis de él, su interpretación de Canudos, en la que el Consejero aparece poco menos que como el Lenin del sertao, es una interpretación quizá más novelesca que la de mi propia novela... Pero el libro me sirvió porque hay en él una serie de elementos que son bastante irreales, pero al mismo tiempo resultaron muy estimulantes para un novelista. Él llega a decir en su libro cosas tan imaginativas como que Canudos vivía exportando, que Canudos exportaba lanas y cueros a Europa, que llegó a establecerse una especie de infraestructura que permitió a esa sociedad revolucionaria exportar cueros y tejidos a Europa. No existe ningún documento para probarlo.
Pero es interesante, porque cuando uno investiga a Canudos, descubre que el episodio de Canudos es como una piedra de toque en la que Brasil proyectaba sus fantasías, sus ambiciones, sus frustraciones políticas, culturales e históricas; de tal manera que la verdad histórica estricta sobre Canudos quizá no se pueda conocer nunca, porque la verdad está como enmascarada, superpuesta por interpretaciones que tienen que ver más con lo que ha sido la evolución de Brasil desde entonces que con el hecho histórico mismo.
RAS: ¿Cuál es su opinión sobre la sucesión de equívocos que fue Canudos, al que cada bando veía en la parte contraria alguna cosa que en realidad no existía? O sea, los partidarios de la República veían en el movimiento de los jaguncos [campesinos armados del Nordeste de Brasil] unidos alrededor de un líder mesiánico, el dedo de la monarquía recién derrocada y del imperialismo británico, y los seguidores del Consejero creían tener al Diablo, al Anticristo como adversario. ¿Existiría allí alguna metáfora sobre la ideología?
MVLL: Para mí, quizá eso es lo que tiene Canudos de ejemplar para un latinoamericano, porque eso, esa ceguera recíproca, a partir de la visión fanática de la realidad, de la que participan tanto republicanos como jaguncos, es la misma ceguera para admitir la crítica que la realidad hace a la visión teórica. Esa es la historia de América Latina. La tragedia de América Latina es que, en distintos momentos de nuestra historia, nosotros nos hemos visto divididos, enfrentados en guerras civiles, en represiones, y a veces en matanzas peores que la de Canudos, por cegueras recíprocas parecidas.
Quizá es una de las razones por las que Canudos me impresionó tanto, porque en Canudos eso se puede ver en pequeño, casi como en laboratorio. Pero el fenómeno es general: es el fenómeno del fanatismo, básicamente, de la intolerancia que pesa sobre nuestra historia. En algunos casos, eran rebeldes mesiánicos; en ocasiones eran rebeldes utópicos o socialistas; en otras eran las luchas entre conservadores y liberales. Y si no era la mano de Inglaterra, era la del imperialismo yanqui o la de los masones o la mano del Diablo. Nuestra historia está plagada de esa intolerancia, de esa capacidad de aceptar divergencias.
ENTENDIENDO AL CONSEJERO
RAS: Volviendo al libro y a su viaje: la crítica y el público recibieron la novela muy bien. ¿Y cómo recibió el sertao a ese peruano que venía a preguntar sobre cosas aparentemente ya tan distantes en el tiempo?
MVLL: En el sertao bahiano, Canudos y el Consejero no son algo remoto en el tiempo. Es el hecho más importante en la historia de la región, por lo tanto es algo que está muy vivo todavía en la memoria, en los mitos... La gente hablaba con gran facilidad, con una enorme naturalidad del asunto, porque era un tema que estaba muy cerca. No hay familia que no tenga algún abuelo, algún tío-abuelo, a veces un padre que estuvo vinculado a la historia. Por eso la historia de Canudos está, por supuesto, además de viva muy magnificada. Hay todavía canciones ambulantes donde se habla de Canudos. ¡A mí me impresionó mucho! Recuerdo que en un pueblecito, Nova Soure creo que fue, una viejecita no creía que el Consejero había muerto. Me dijo: "Él va a venir, estoy segura de que va a pasar por aquí otra vez".
RAS: ¿Qué fue lo que el sertao le enseñó o le hizo cambiar en su historia?
MVLL: Yo me preguntaba una cosa que no acababa de entender, era la siguiente: ¿qué les dio el Consejero a los sertaneros? Porque algo debía darles. ¿Por qué se hicieron matar por él de esa manera verdaderamente suicida? Llegó un momento en que, evidentemente, esa guerra ya estaba perdida, los jaguncos ya no tenían ninguna posibilidad de ganar o de resistir al cerco de las fuerzas del gobierno central, y sin embargo la gente aún trataba de romper el cerco, pero no para huir, sino para entrar a morir allí, en el reducto jagunco. Entonces, había un tipo de adhesión tal al Consejero que a mí me intrigaba. ¿Qué cosa había, realmente? Bueno, creo que en ese viaje logré entender lo que realmente les dio.
RAS: ¿Qué fue?
MVLL: El Consejero, evidentemente, no podía resolver el problema material de esas personas. Era un mundo que no tenía ninguna posibilidad de mejorar económicamente, socialmente; era un mundo que estaba en una situación de pobreza extrema, trágica, por las sequías, los bandoleros, además de la pobreza misma de la tierra, tan terrible. Pero creo que lo genial del Consejero fue que convirtió todo lo que era defecto en virtud. Lo que les dio fue la posibilidad de interpretar, de ver esa condición desamparada, trágica que ellos tenían, como algo que podía enorgullecerlos y dignificarlos. Es decir: el ser extremadamente pobre, gracias a la prédica del Consejero, se convirtió en ser un elegido, en una señal de elección. Ellos eran los más pobres porque habían sido elegidos. Eran los llamados, porque ser el más pobre era ser el más puro, de cierta forma. Era poder asumir de una manera más íntegra, más completa, la fe, la creencia en Dios.
Les dio además el orgullo de sus costumbres. ¿Por qué iban los bandidos a pelear contra los republicanos? Porque muchos bandidos no eran tan beatos. Iban porque ellos empezaron a sentirse orgullosos de su modo de vida, de su manera de vivir, gracias a la prédica del Consejero. Hubo como una reivindicación de una condición que da un orgullo y una dignidad a gentes que no tenían eso, que eran la escoria de la tierra. Ellos eran distintos, sí, pero eran los defensores de algo: defendían la fe. Defendían algo que no comprendían. La República no l la podía entender. ¿Cómo iban a comprender unas abstracciones positivistas esos seres primitivos? En cambio la fe, esa fe fanática que les habían inculcado desde hacía siglos los capuchinos, eso lo entendían perfectamente bien.
RAS: ¿Hasta aquel momento usted no tenía ese elemento?
MVLL: No, eso, para mí, fue resultado de ver y oír a la gente. Oír no solamente a campesinos y a vaqueros, sino oír de pronto a párrocos del sertao, a viejos párrocos sertaneros para los que el Consejero era una persona perfectamente defendible desde el punto de vista religioso. Recuerdo a Don Gumersindo, el párroco de Tucano: él defendió al Consejero, dijo que "la Iglesia de San Pedro, la auténtica Iglesia, no se casa con el Diablo, no acepta a los protestantes"... Era una cosa viva, era como oír realmente al Consejero.
RAS: ¿En qué sentido su viaje al sertao ha cambiado no éste o aquel detalle, sino el rumbo de su obra?
MVLL: Creo que me hizo mucho más comprensible el fenómeno del consejerismo. Y además el paisaje, para mí, fue muy importante, porque descubrir el paisaje del sertao fue también descubrir un poco una mentalidad y una idiosincrasia. Es decir: esa gran austeridad del sertanero está dada por un paisaje que no permite ni la sensualidad ni la exuberancia, porque es un paisaje de sequedad, ¿no es verdad? Uno entiende muy bien el ascetismo en un medio de ese tipo, la prédica de la austeridad, el ayuno, el sacrificio. Ese paisaje es esto: un paisaje donde ese tipo de ascetismo está como inscrito en la naturaleza. Y además el tipo físico del sertanero, tan distinto del mundo bahiano, de la costa, con la influencia de África, la sensualidad, la alegría. Tan diferente de esta gente tan seria, tan lacónica [imita con su cara]. A mí me fascinó, fue una experiencia fantástica.
LOS PERSONAJES Y SU ORIGEN
RAS: De los personajes que resultaron de esa experiencia, ¿cuál es el que más le gusta?
MVLL: El barón de Cañabrava. Él existía en mi versión anterior de la novela, incluso en el guión de cine. Pero en el sertao conocí la casa de un señor que había sido un gran latifundista, un gran hacendado. Una casa que estaba bastante bien conservada todavía, y a mí me hizo entender bien cómo podía haber sido la mentalidad de un señor feudal de la época. El personaje del barón de Cañabrava se me completó, se me enriqueció tremendamente desde la visita a esa propiedad.
RAS: ¿Y el León de Natuba, que era la persona que escribía, que tomaba notas?
MVLL: El León de Natuba es un personaje que nace de una referencia histórica totalmente tangencial. Hay un documento, del que ni siquiera se sabe muy bien qué validez puede tener, en el que se dice que junto al Consejero había un ser que era de Natuba, que aparentemente tenía alguna deformidad, y que escribía. Es una cosa de paso, pero a mí me dio la idea de que allí había un escriba, alguien al lado del Consejero. Entonces, por eso es quizá el personaje más inventado de la novela. Porque respecto a los otros personajes, de algunos existían nombres y yo les he dado una biografía; en otros casos he tomado unas biografías y se las he incorporado a un personaje inventado. Pero en el caso del León de Natuba fue una pequeña mención de la que resulta luego todo...
RAS: Quizá porque él era el hombre que trataba de hacer un relato...
MVLL: Era el que escribía, ¿no? Que allí, en ese mundo de seres analfabetos, hubiera alguien que escribiera...
RAS: Un colega suyo...
MVLL: Era un colega. Claro [risas]. Bueno, hay otro escribidor que es el periodista, que está inspirado un poco en Euclides da Cunha.
RAS: El Periodista Miope...
MVLL: El Periodista Miope, al que no le he puesto nombre, un poco porque, bueno, me parecía que no debía ponerle Euclides da Cunha porque no es él, pero al mismo tiempo es él también.
RAS: ¿Y Galileo Gall, el aventurero escocés? ¿Se inspiró usted en un francés que, como Gall, era adepto de la frenología y que estuvo en la región en aquella época?
MVLL: No, ese es un personaje que yo tenía desde mucho antes. Yo había leído en una historia de los anarquistas españoles que un grupo de anarquista catalanes había quedado deslumbrado con las teorías frenológicas, [según las cuales la conformación craneana condiciona la índole y las características psicológicas de una persona]. Y siempre me dio vueltas en la cabeza la idea de escribir una historia sobre un anarquista frenólogo. Lo que pasa es que yo no tenía dónde meterlo en mis novelas, porque mis novelas ocurrían en el Perú en nuestros días. Pero, en cambio, en la Guerra de Canudos un personaje así cabía perfectamente. Y además yo quería dar también [en el libro] una visión europea de la situación, porque Canudos es como una realidad que no se realiza, por culpa de distintas ideologías.
Los jaguncos poseen una visión religiosa que transforma la realidad en mito; los republicanos, una utopía política, pero que también transforma la realidad. Yo quería dar [en el libro] la irrealidad europea, la visión irreal de América Latina [existente] en Europa, a través de esa especie de fabulista inconsciente que es Galileo Gall.
RAS: ¿Y por qué un escocés? ¿Quizá un chiste suyo con la cuestión del imperialismo británico, que los jacobinos decían que estaba detrás de la rebelión de Canudos?
MVLL: No, la razón simplemente es que la frenología tuvo mucho arraigo en Escocia, y por una razón extraña. Cuando Franz-Josef Gall, el inventor de la frenología, fue a Edimburgo, tuvo un enorme éxito y se abrieron sociedades frenológicas en toda Escocia. Por eso, encajaba muy bien en el libro un escocés que fuera frenólogo. Ahora, curiosamente, usted sabe, hay un francés que estuvo en Canudos.
El profesor Calasanz lo ha descubierto. La viuda de ese francés escribió, mucho tiempo después del episodio, una carta en la que se menciona que él estuvo allí. O sea, que no era tan descabellado [en mi novela] que un forastero hubiera podido acercarse a Canudos.
RAS: ¿Cómo trabajó usted para evitar dificultades con los diálogos entre los jaguncos en un idioma que, evidentemente, no era el castellano?
MVLL: Lo que me costó más trabajo fue inventar un diálogo que diera, en español, la idea de que aquellos personajes no hablaban entre sí en castellano, sino en portugués, y además en distintos tipos de portugués. Esto es uno de los trabajos formales mayores que tuve para escribir el libro. Bueno, trabajé de distintas maneras: los jaguncos hablan casi nada directamente, el Consejero prácticamente no habla nunca, está visto desde lejos, porque me parecía que acercarme al Consejero era como romper el mito. En general, cuando el caso lo exigía, procuré narrar los diálogos y no escribirlos de forma directa.
RAS: ¿Fue la fórmula que usted encontró para ser más fiel?
MVLL: Para mí era bastante fácil hace hablar al coronel Moreira César o al barón de Cañabrava. Pero, en cambio, al hacer hablar a los jaguncos podía caer fácilmente o en la caricatura o en la irrealidad. Por eso ellos hablan indirectamente, a través de un narrador o de una narración. O, cuando lo hacen, hablan de una manera muy lacónica, muy breve. No quise extenderme mucho en esto porque era uno de los peligros que yo tenía desde el punto de vista estrictamente estilístico.
¿"LA GUERRA..." O "CONVERSACIÓN"?
RAS: Usted escribió una vez, en relación a este libro, que ninguna otra historia suya se aproximó tanto a un ideal quimérico de novela. ¿Qué quiso decir con esto?
MVLL: Creo que en la novela, como género, hay una vocación hacia la desmesura. El género novelesco tiende a proliferar, una historia tiende a ampliarse de una manera cancerosa. Si uno sigue todos los hilos de una novela, ésta se convierte en una verdadera selva, en una jungla. Creo que está en la vocación de la novela. Porque la novela es algo que ocurre en el tiempo, y el tiempo es infinito. Entonces creo que hay en la ambición de la novela esta idea de totalidad.
Yo siempre sentí, al escribir, que en un momento dado hay que matar la historia, porque si no la historia continuaría indefinidamente. Y al mismo tiempo creo que toda historia trata de llegar a esa especie de ideal que es la novela total. Donde yo creo que he llegado más lejos en eso es en La Guerra del Fin del Mundo, sin ninguna duda. Es una novela que ocurre en muchos planos, hay personajes de muy distintos medios. En un sentido estrictamente numérico, la sociedad que aparece es mucho más diversa y compleja que en cualquiera de mis otras novelas.
RAS: Pero Conversación en La Catedral también es vista como una novela de este tipo (de ideal quimérico de novela), una especie de catedral, misma.
MVLL: También es una novela donde hay muchos personajes, donde también hay una gran colectividad.
RAS: Los críticos quedaron impresionados con la técnica que usted utilizó en ese libro, siendo todavía un escritor tan joven en aquella época [1969].
MVLL: Después de La Guerra del Fin del Mundo quizá el libro que más trabajo me dio fue Conversación en La Catedral.
RAS: No debe haber sido fácil su técnica de diálogos, que empiezan en una época con una persona y terminan con otra persona, en otra época, en otra situación.
MVLL: Fue un poco para centrar esa especie de gran caos [de la historia], porque ocurren muchas cosas y hay mucha gente en épocas tan distintas. Entonces surgió la idea de esa conversación, que ya no tendría limitación de tiempo y de lugar, y en la cual podrían entrar y salir libremente personajes y episodios de distintas épocas y distintos lugares.
RAS: A pesar de eso, ¿considera usted que La Guerra del Fin del Mundo fue todavía más compleja y variada?
MVLL: Creo que sí. Para mí, entre las dos novelas, me quedaría con La Guerra del Fin del Mundo si tuviera que quedarme con una sola.
RAS: ¿Se sintió usted extranjero en el sertao?
MVLL: No más extranjero de lo que me siento cuando voy a la selva peruana, a una comunidad indígena en la sierra. Es decir, hay una distancia cultural que tiene que ver con el idioma, con la mentalidad. Pero al mismo tiempo también hay una simpatía, un tipo de identificación profunda. Sí, hay una distancia, pero no creo que sea mayor que la que puede sentir en Brasil un paulista [habitante del estado de Sao Paulo, en Brasil] yendo al sertao o a la selva amazónica. Así son nuestras sociedades, ¿no? ¡Son mundos a veces tan diferentes dentro del mismo país! En América Latina en general, yo siento unas distancias, pero extranjero no me llego a sentir ni en Brasil, ni en Honduras, ni en Nicaragua.
RAS: ¿Cuál sería, en su obra, un ejemplo de personaje que cambió de naturaleza en relación a lo que usted había imaginado para él?
MVLL: El caso del barón de Cañabrava fue muy interesante para mí en La Guerra del Fin del Mundo, porque era un personaje que había nacido un poco de una interpretación esquemática: él debía representar las fuerzas más retrógradas de la sociedad. Era un personaje cargado de negatividad. Sin embargo, yo creo que, al final, se descubre que es uno de los personajes más positivos de la novela, por lo menos en el sentido de que él cambia con la historia. Es decir, la historia para él, es motivo de una profunda revisión interior, de todo su concepto de la sociedad, del mundo, de su propia manera de ser.
Se produce una revisión extraordinaria. Es uno de los personajes que entienden, además, que allí [en Canudos] ha ocurrido algo muy importante, que pone en tela de juicio a su propio mundo. Es un personaje que se carga de un elemento muy positivo, y él no estaba concebido así en absoluto. Estaba concebido como uno de los malos de la historia.
RAS: De sus libros, ¿cuántos escribió en el Perú y cuántos en el exterior?
MVLL: (...) La Guerra del Fin del Mundo lo escribí en Lima, partes en Bahía, partes en Londres y la terminé en Washington.
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