Quiero expresar mi agradecimiento a la Editorial Sexto Piso y al propio Enrique Vila-Matas por haberme metido en el embrollo de presentar su libro, El viento ligero en Parma. “Embrollo”, “lío”, “enredo” o “laberinto enmarañado” son justo las palabras que mejor definen lo que pasa en las conferencias y presentaciones de Vila-Matas; en las reales, como ésta, y en las ficticias, como las que a menudo aparecen en sus obras. Y quiero agradecer también a la Librería La Central que nos haya acogido hoy, en esta tarde de viento ligero en Madrid. No pretendo extenderme demasiado, pues estoy convencida de que queréis escuchar a Vila-Matas. Por otro lado, sería muy poco vila-matiano hacer una presentación interminable, extensa y pesada. De hecho, tratándose de él, lo lógico sería hacer una presentación abreviada o, mejor, no hacer ninguna presentación.
Reconocer que prefiero no hacerlo; entregaros un folio en blanco y añadir entre todos algunas notas a pie de página. Más vila-matiano todavía sería saludaros, mirar mis papeles muy concentrada, quedarme en silencio un par de minutos y, finalmente, confesaros con angustia que he perdido la presentación que había preparado sobre Vila-Matas y que, por tanto, me veo obligada a improvisar. En fin, lo que sería tan vila-matiano que se acercaría peligrosamente a la locura sería no presentarle en absoluto, usurpar su lugar y presentarme a mí misma como lo que en realidad soy: un personaje de Vila-Matas.
Entre este abanico de posibilidades enmarañadas, he encontrado una solución intermedia. En 1938, con motivo de la Exposición Internacional del Surrealismo, André Breton y Paul Eluard escribieron un texto, titulado Dictionnarie abrégé du surréalisme, en el que repasaban por orden alfabético los conceptos e ideas fundamentales del arte surrealista. El objetivo era orientar al espectador respecto a lo que iba a encontrarse en la Exposición, pero también supuso una buena oportunidad para presentar de forma abreviada las bases de la poética surrealista, su modo de hacer y entender el arte. Aunque todos vosotros conocéis perfectamente a Vila-Matas y no necesitáis un diccionario para entenderle, me propongo presentarle, a él y a su libro El viento ligero en Parma, de forma abreviada y por orden alfabético. Es decir, me propongo hacer un Diccionario vila-matiano abreviado que me ayude a desenmarañar el lío en el que me han metido o, quién sabe, que me lleve a embrollarme aún más en él.
Antonioni
En el segundo ensayo de El viento ligero en Parma, titulado “Mastroianni-sur-Mer”, leemos que Vila-Matas decidió que quería ser escritor porque vio a Marcello Mastroianni en La notte, la película de Antonioni. En una de las primeras secuencias del film, Mastroianni revelaba ser un escritor, llamado Giovanni Pontano, que acababa de publicar un libro, titulado La Estación, que iba a presentarse la tarde de ese mismo día en su ciudad: Milán. ¿Por qué, podemos preguntarnos, le sedujo tanto a Vila-Matas el tipo de personaje que interpretaba Mastroianni, tanto como para que su vocación literaria se decidiera precisamente en ese momento? Lo cuenta él mismo en el ensayo: porque Mastroianni tenía a su lado una mujer irrepetible, Jeanne Moreau, a quien podía decirle frases como ésta: «Lo único que nos faltaba hoy era la pesadez de la presentación del libro» (p. 25).
Barthes
En El Viento ligero en Parma leemos otro ensayo, titulado “Nunca se logra hablar de lo que se ama”, en el que Vila-Matas nos cuenta la verdadera historia del último viaje que hizo Roland Barthes y del último ensayo que escribió. Barthes viaja a Italia, y su ensayo trata sobre el amor y la escritura. Escribir, nos dice Vila-Matas, es recorrer una distancia: la que media entre el mero acto de escribir y el arte de la escritura (p. 91).
Cine
El Viento ligero en Parma es uno de los libros de Vila-Matas donde mejor se expresa su pasión por el cine. En él no sólo aparece La notte, también rememora la partida de tenis sin pelotas que vemos al final de Blow-up, otra película de Antonioni, una de las partidas de tenis más famosas de la historia del cine: los jugadores golpean con sus raquetas inexistentes una pelota imaginaria (p. 29).
Distancia
En efecto, escribir es recorrer una distancia: la que media entre el mero acto de escribir y el arte de la escritura. Distancia imposible, pues Nunca se logra hablar de lo que se ama. Quizá por eso sitúa Vila-Matas a Roberto Bolaño en la distancia, en un ensayo que lleva este título (p. 79), para recuperarlo páginas después en otro texto, “Un plato fuerte de la China destruida”. En este último reconoce emocionado que durante años se ha obligado a sí mismo a se exigente a la hora de escribir, pues tenía el temor, y también la secreta esperanza, de que podía leerle Bolaño, ese calígrafo del sueño. Roberto Bolaño, quien, como nos dice Vila-Matas, «vivía la vida de tal forma que nos enseñaba a escribir, como si estuviera diciéndonos que jamás hay que perder de vista que vivir y escribir no admite bromas, aunque uno sonría» (p. 180).
Ensayar
El viento ligero en Parma es un libro de ensayos, género inacabado por naturaleza, el que más se parece a la mágica tarea de pasar y pasear. Por eso es el género en el que Vila-Matas se siente más cómodo. Pasando, paseando, ensayando.
Fitzgerald
Vila-Matas decidió que quería ser escritor porque vio a Marcello Mastroianni en La notte, la película de Antonioni. Por su parte, añade Vila-Matas en el ensayo, Mastroianni decidió que quería ser Pereira después de interpretar a este personaje de Tabucchi en la película de Roberto Faenza. Pero es que, además, prosigue Vila-Matas, los personajes de Tabucchi quieren ser como Gatsby o Dick Diver: quieren ser personajes de Scott Fitzgerald (p. 47).
Hablar
Parece que a Vila-Matas le inquieta profundamente hablar en público. Así lo cuenta en otro ensayo, “Sobre la angustia de hablar en público” (p. 53). En él recuerda tres remedios que ha encontrado a lo largo del tiempo: tomar un calmante, repasar mentalmente anécdotas humorísticas y pensar que no hay público.
Intertextualidad
«Quiero ser Pereira», decía Mastroinanni. Tabucchi es de mi familia literaria, digo yo ahora mientras recuerdo que quise ser Mastroianni y éste quiso ser Pereira y que Pereira visita a Tabucchi y que Tabucchi quiso ser la sombra de Pessoa y que yo, en otro tiempo, quise ser la sombra de Tabucchi para poder ser la sombra de la sombra y que Pessoa quiso ser «el pirata resumen de toda la piratería en su auge» y vivió en una especie de delirio de ser otro, de ser todo lo otro para ser así no la voz de un individuo sino un mundo entero de voces de pronóstico grave (p. 40-41).
Kafka
Una vez más, El viento ligero en Parma es un homenaje a Kafka y a su literatura minúscula. En esta ocasión, Vila-Matas nos descubre la opinión que éste tenía sobre el cine:
«Es cierto que es un juguete extraordinario, pero yo no lo resisto, tal vez porque tengo una predisposición demasiado óptica. No es la mirada la que se apodera de las imágenes, sino que son éstas las que se apoderan de la mirada» (p. 27). Al Kafka de Vila-Matas le sucede entonces algo semejante a lo que le ocurría al fotógrafo de Blow-up: creyendo que se apoderaba de la realidad a través de las imágenes, eran las imágenes las que se apoderaban de él.
Literatura
Digámoslo claramente: el verdadero personaje de este libro de ensayos es la Literatura. Pero, ¿por qué la literatura es la protagonista no sólo de esta obra, sino de la mayoría de las que ha escrito Vila-Matas? Respondamos vila-matianamente a esta pregunta, con una cita de Fitzgerald que a él le gusta especialmente: porque no somos de aquí y sólo la literatura se hace cargo de nuestro desamparo.
Metaficción
Si la literatura es la protagonista de sus obras, se trata entonces de literatura sobre literatura, ficción sobre ficción. ¿O no? Para ser justos deberíamos decir que El viento ligero en Parma no es sólo un ejercicio de metaficción, sino una auténtica experiencia de autoficción: Vila-Matas se convierte a sí mismo en material literario y se ofrece a nosotros como un relato.
No
Pero, ¿qué literatura le interesa a Vila-Matas? Esta pregunta se la hace él mismo en el ensayo “Explorador que avanza” (p. 97). ¿La de los escritores, como Tolstoi, que creían que la obra literaria podía albergar un sentido o la de aquellos como Beckett y Kafka, que nos enseñaron que no es posible vivir con un sentido y mucho menos escribir? Aunque él responde que su obra es una mezcla, sus lectores reconocemos esa pulsión del NO en toda su obra. La pulsión de la página en blanco: arte hecho de ausencia, de vacío y de silencio.
Parma
En resumidas cuentas, los personajes de El viento ligero en Parma deciden ser escritores porque quieren ser como Mastroianni, que quiere ser como Pereira, que quiere ser como Dick Diver; el género es ensayístico; la protagonista es la literatura; tenemos silencio, autoficción e intertextualidad; Kafka y Beckett pasean y ensayan, mágica tarea, en este espacio literario. Ahora bien, podríamos añadir que el tema de este libro, su núcleo enmarañado de significado, es el viaje a Parma en compañía de Paula de Parma. Parma, «donde la felicidad del regreso a la casa, la llave alegre en el paño de la puerta del hogar, esta incluida en el viaje mismo» (p. 165). El centro del embrollo es, pues, el regreso a casa. Pero, ¿qué casa? ¿La casa familiar, la casa de los sueños, la casa giratoria de Paul Klee? No. La casa de la ficción, la que le dejó en herencia Marguerite Duras.
Stendhal
La primera vez que Vila-Matas oyó hablar de Parma fue cuando le regalaron La cartuja de Parma, la inevitable novela de Stendhal. Stendhal, que como recuerda Vila-Matas que dijo Lampedusa, había logrado resumir una noche de amor en un punto y coma (p. 166).
Tapiz
En el ensayo “Un tapiz que se dispara en muchas direcciones” Vila-Matas nos cuenta el origen de Bartleby y compañía, novela publicada en 2000 llena de escritores del No, personajes que prefieren no escribir (p.61). La literatura de Vila-Matas, profundamente intertextual, es un tapiz, un patchwork, un tejido en el que se cruzan infinitas referencias literarias. Una de ellas, recurrente en toda su obra, es Tabucchi, el escritor italiano de Sostiene Pereira al que Vila-Matas no duda en robarle la memoria, los recuerdos y hasta los personajes, esos personajes que querrían ser como Gatsby o Dick Diver. Este tejido que se dispara en muchas direcciones se parece a una imagen que asalta a Sergio Pitol en otro ensayo, “Palabras para un nocturno en Bujara”, el día en que cree que va a morir. En ese instante extremo y lúcido que ofrece la proximidad del fin, Pitol visualiza su vida como un tapiz: aunque se dispara embrollado en muchas direcciones, el tapiz insiste en contarnos una historia, su historia, nuestra historia (p. 187).
Vila-Matas
Pero como el lobo nunca va solo, sino en manada, la V quiere convertirse en W.
Witold Gombrowicz
A él está dedicado el primer ensayo, “Gombrowicz en seis horas y cuarto”. Sobre el escritor recuerda haber pensado Vila-Matas: «quiero ser como él. Quería ser un escritor no-español, y a ser posible raro y del país más extraño que encontrara. Y cuando fuera mayor, quería escribir sobre la inmadurez, como Gombrowicz, y tener un rostro tan orgulloso como él» (p. 9).
Zero
Vila-Matas logra en El viento ligero en Parma lo que leyendo a Roland Barthes había descubierto: que para recorrer la embrollada distancia que media entre el mero acto de escribir y el arte de la escritura, distancia semejante a la que se interpone entre el anhelo de ser escritor y escribir, es necesario llevar el lenguaje a un grado cero: arte hecho de ausencia, de vacío y de silencio. Como en la partida de tenis sin pelotas que vemos al final de Blow-up, la película de Antonioni.
CRISTINA OÑORO OTERO
Intervención leída en la librería La Central MNCARS
Madrid, 29 de febrero de 2008
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