13.4.21

Nuria "Bukowski, "La senda del perdedor" 1982 encants vells

Charles Bukowski nació el 16 de agosto de 1920 en Andernach, un pequeño pueblo alemán al norte de Francfort, con calles adoquinadas y fragmentos de fortificaciones de la Edad Media, y fue bautizado con el nombre de Heinrich Karl Bukowski. Su padre, Henry, era un sargento del ejército de ocupación de los Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial, y la madre, Katharina Fett, era costurera, hija de un músico del pueblo. Se casaron un mes antes de que naciera el futuro escritor, su único hijo.


Una vez desmovilizado, el padre de Bukowski montó una empresa de construcción y seguramente se habría instalado para siempre en Alemania si la crisis económica de 1923 no hubiese quebrado el negocio y obligado a la familia a instalarse en los Estados Unidos. El pequeño Heinrich tenía casi tres años cuando se establecieron definitivamente en Los Ángeles, y para que sonara más estadounidense, sus padres comenzaron a llamarle Henry.

Obligado a trabajar en puestos que consideraba indignos, el padre de Bukowski era un hombre hosco y desdichado que al parecer se sentía superior a las personas para las que trabajaba y a los vecinos con los que convivía. En los poemas y relatos de su hijo, lo retrata como un sádico que disfrutaba pegándole salvajemente por minucias.

El hechizo de las palabras

Si soportar las palizas de su padre estoicamente marcó su carácter, también lo hizo el grave acné que padeció a los trece años, y que le dejó marcas indelebles en el rostro. Sus padres, avergonzados, le llevaron al hospital de Los Angeles County, donde Bukowski explicaba que los médicos le trataron como si fuera un monstruo con el que ensayaron dolorosas técnicas sin preguntarle. El tratamiento era tan intensivo que le dispensaron de un semestre de instituto, iba regularmente a hacerse las curas al hospital y a veces tenía que volver con la cara vendada como si fuese una momia, ante el horror de niños y curiosos. 

Lo único bueno de ese periodo atroz fue que, para ocultarse de los demás, se acostumbró a ir a la biblioteca del barrio y se aficionó a leer, devorando las novelas de D. H. Lawrence, Hemingway, Sinclair Lewis y John Dos Passos. Como años más tarde narraría en La senda del perdedor, fue entonces cuando descubrió que «las palabras no eran abstrusas, sino cosas que hacían vibrar tu mente. Si las leías y permitías que su hechizo te embargara, podías vivir sin dolor, con esperanza, sin importante lo que pudiera sucederte«.


En esa época (trece años) descubrió también el alcohol: desfigurado por el acné, parecía mucho mayor y no tenía problemas para que le sirvieran en los bares, así que se acostumbró a escaparse por las noches de casa y a volver de madrugada a hurtadillas. Tímido y acomplejado, en el colegio tenía pocos amigos y no destacaba en nada. Sin embargo, tras graduarse en el instituto cursó estudios de arte, periodismo y literatura en la Universidad de Los Ángeles durante dos años. En esa época, le divertía escandalizar a sus compañeros defendiendo a Hitler solo por provocar, pero lo cierto es que pasó por la universidad con notas mediocres y abandonó rápidamente los estudios.

Un día, mientras estaba buscando empleo, descubrió en la Biblioteca Pública de Los Ángeles la novela que cambió su vida. Se trataba de Pregúntale al polvo, de John Fante, y al instante Bukowski se identificó con el protagonista, Bandini, un joven aspirante a escritor, y decidió seguir sus pasos. Por eso hizo la maleta y comenzó a recorrer en autobús los Estados Unidos, en busca de experiencias sobre las que, como el protagonista de Fante, pudiera escribir.

Los años perdidos

Comenzaban así lo que tiempo más tarde el propio Bukowski llamaría «los años perdidos» o su «década de borrachera», diez años de costa a costa del país, bebiendo, trabajando de obrero, repartidor, camarero, y tratando con vagabundos y putas. Fue entonces, a principios de los años 40, durante su época viajera, cuando empezó a escribir en serio y a enviar sus relatos a las revistas más importantes de Nueva York. Tras numerosas negativas, la revista Story publica un relato por primera vez en 1944, ‘Aftermath of a Lengthy Rejection Slip’.

A principios de los 50 trabaja como cartero en Los Ángeles, en el servicio postal de los Estados Unidos, en el que permaneció tres años. En 1955 lo hospitalizaron con una úlcera sangrante y en el hospital comenzó a escribir poesía. Cuando su situación parecía desesperada, la editora de la revista Harlequin, Barbara Frye, le escribió una encendida carta en la que comparaba sus versos con los de William Blake y diciéndole que le publicaría sus poemas. Encantado, comenzaron a escribirse. Ella le confesó sus complejos físicos y él, una noche de borrachera, le aseguró que no le importaba y si era preciso, se casaría con ella, sin intuir que Barbara pudiera tomárselo en serio: pero lo hizo, cogió un autobús y acabaron casándose en 1957. Naturalmente, fue un fracaso que acabó en divorcio en 1959.

Antes de que empezaran los 60 volvió a la oficina de correos en Los Ángeles, donde continuó trabajando una década y en 1964, tuvo una hija, Marina Louise Bukowski, nacida de su relación con uno de sus grandes amores, Frances Smith. Más tarde, Bukowski vivió en Tucson, donde entabló amistad con los editores de la Loujon Press, Jon y Louise Gypsy Lou Web, que le animaron a dedicarse exclusivamente a escribir y le publicaron una espléndida antología de sus poemas, impresa a mano, It Catches my Heart In Its Hand en 1963, y A Crucifix in a Deathhand dos años más tarde.

Con la excepción de su hija y de algunas de sus amantes, Bukowski era un misántropo que evitaba a la gente. Sin embargo, cada vez más admiradores querían conocerlo y entablar amistad con él, a pesar de que el poeta y narrador solía ridiculizarlos y maltratarlos cuando estaba borracho. Sin embargo, seguía sin ganar demasiado por sus poemas y comenzaba a creer que estaba condenado a seguir trabajando en correos hasta su muerte.

Su suerte, sin embargo, cambió cuando un joven editor, John Martin, fue a visitarle para decirle que lo consideraba un poeta genial que no tenía nada que envidiarle a Walt Whitman, y que quería publicarle. A cambio, se comprometía a pagarle cien dólares mensuales de por vida, por lo que Bukowski dejó de trabajar en la oficina de correos, para dedicarse a escribir todo el tiempo. 

Tenía entonces 49 años. Como él mismo explicó en una carta en ese entonces, «tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco… o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre». ​Mientras, Martin fundaba la editorial Black Sparrow Press, con el objetivo básico de editar a Bukowski. El escritor tenía además una columna semanal en un periódico underground radical, Escritos de un viejo indecente, en el que presentaba relatos breves semiautobiográficos, cada vez más brutales, y con más sexo explícito que entusiasmaban a su público.

En 1976 conoció a Linda Lee Beighle, dueña de un restaurante de comida sana, con la que se casó en 1985. Mientras, se había convertido en una figura de talla mundial por sus relatos y poemas provocadores y ebrios de derrota. Traducido a una docena de idiomas y considerado un símbolo de la decadencia de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, Bukowski murió de leucemia el 9 de marzo de 1994 en San Pedro, California, a los 73 años, poco después de terminar su última novela, Pulp.  

Ocho botellas de vino

Autor de varias decenas de volúmenes de poesía, publicados en España por Visor, Anagrama es quien ha editado, en magníficas versiones al castellano de Jorge Berlanga, novelas como Cartero (1971), Factotum (1975), Mujeres (1978), La senda del perdedor (1982), Hollywood (1989) y Pulp (1994), y libros de relatos como Escritos de un viejo indecente (1978), Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones e historias generales de locura ordinaria (1972), Se busca mujer (1973), Ausencia del héroe, (2010) o Las campanas no doblan por nadie (2015).

La historia de cómo Jorge Herralde se convirtió en su editor en español refleja bien quién y cómo era Charles Bukowski. En agosto de 1980, en un viaje que hizo el matrimonio Herralde a Los Ángeles, le llamaron para conocerlo personalmente, «y el resultado fue una borrachera monumental». El caso es que Bukowski accedió a recibirlos y por el camino a Herralde y a su compañera se les rompió el depósito de agua del auto. 

Llegaron a casa de Bukowski alrededor de las 8 de la noche, sin haber comido y confiando en hacerlo con el escritor, pero… lo único que ofreció el novelista y poeta fue alcohol. Ocho botellas de vino más tarde, con el estómago vacío, pero felicísimos, Jorge y Lali Herralde partieron por la autopista y los paró la policía. Por lentos. Él cree que deben haber atribuido el balbuceo alcohólico con que les explicaba: «We are Spanish from Spain» a un dominio pésimo del inglés, y entonces se salvaron de la prueba de alcohol, pero los echaron de la autopista. Llegaron al hotel de madrugada, con el auto roto y temblando de la borrachera.

2020

El Cultural

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